Tía Esther fue la primera en enterarse del incipiente noviazgo de Félix. Como en todo pueblo chico, las noticias se propagan rápido y en la misa de los domingos a la mañana, aparentemente, no todo eran rezos y devoción. Había también una especie de puesta al día por parte de los concurrentes de los últimos acontecimientos pueblerinos.
Ese mediodía, después del almuerzo, Félix fue amablemente interrogado por ambas tías y por supuesto admitió que estaba saliendo con Valeria, pero que aún era algo que distaba de ser serio. Las tías se miraron entre sí, viejas conocedoras de las cosas de la vida, y más por deber que por necesidad, ya que conocían de sobra a Félix, le advirtieron que por favor no fuera a tomar a la chacota a la pobre chica y que debía respetarla, principalmente considerando que conocían desde hacía años a su familia. El estuvo totalmente de acuerdo y les aseguró que sus intenciones eran buenas. A continuación, las tías iniciaron un prolongado discurso, que obviamente no sabían bien como llevar, en el que en forma incierta y poco clara le dejaron entrever, que si bien comprendían que él era casi un hombre y ese tipo de nuevas relaciones eran de lo más común, también esperaban que su dedicación hacia ellas no disminuyera, pués habían llegado a depender de él en forma cada vez mayor; que con el paso del tiempo seguramente lo íban a hacer aún más y que él debía tener siempre presente, el tremendo esfuerzo que ellas habían realizado al aceptar hacerse cargo de su crianza.
Un poco apabullado, Félix las tranquilizó rápidamente, se disculpó y se retiró a su cuarto a descansar. La intensidad de la charla y la preocupación por parte de las tías lo habían tomado por sorpresa, pués nunca se había llegado a plantear una situación tan hipotética y adelantada en el tiempo. Su relación con Valeria recién comenzaba, y dada su carencia de experiencia en el tema y sus reconocidas limitaciones afectivas, sólo se había propuesto poner lo mejor de sí y ver que pasaba día a día, sin falsas expectativas.
De todas formas Félix cambió. Indudablemente la presencia de Valeria lo hacía sentirse bien, cómodo y mucho más seguro, y comenzó paulatinamente a querer estar más tiempo en su compañía. La pequeña llamita del principio fue creciendo, independiente de su control, hasta que deseó compartir con ella cada momento libre del día.
Valeria no sólo era una buena compañera. Cada día que pasaba a su lado se daba cuenta de su fortuna al haberla encontrado. Era también comprensiva y protectora, paciente y de carácter sólido, y lo que era más importante, le había comenzado a dar un rumbo y una razón a su vida. Le hacía comprender que también él tenía valor, más allá de su buena conducta y agradecimiento contínuo a la dedicación de sus tías. Su seguridad se acrecentó y también se aclaró su perspectiva para ver las cosas.
La relación siguió a paso lento pero muy firme. La satisfacción estaba instalada en el rostro de Félix y la vida era linda. Fue acceptado sin reparos en la casa de Valeria e inmediatamente se ganó el cariño de sus padres. Valeria también comenzó a frecuentar la casa de Félix y las tías la aceptaron con bastante simpatía y un poco de resignación. Hacían una buena pareja y gozaban de la aprobación general en el pueblo. Valeria seguía con su trabajo en el supermercado, que había conseguido para ayudar a su familia después de terminar el secundario, y Félix permanecía en su casa, haciendo todo tipo de quehaceres y mantenimiento por la mañana, y dando clases particulares de apoyo a estudiantes por la tarde. Nunca había podido salir a trabajar después de terminar la escuela como el mejor promedio. Eso hubiese implicado estar fuera de la casa no menos de nueve horas diarias y las tías habían desalentado enfáticamente esa opción. Sobrevivían modestamente con las dos pensiones y lo que pudiera hacer Félix con sus clases.
Al principio todo fue bien, pero la realidad de que ambos eran jóvenes inteligentes, subestimados en la poca variedad de tareas que el pequeño pueblo podía ofrecer, fué haciendo crecer en ellos un sentimiento natural de ambición que hasta entonces había estado dormido. Y superada la primera etapa del noviazgo donde todo parecía ser perfecto, se empezó a instalar en ambos una sensación de descontento al ir comprendiendo las grandes limitaciones que el futuro en ese pueblo les ofrecía.
De todas maneras muy poco hablaron al respecto, porque las carencias económicas de ambos y sus situaciones familiares hacían que cualquier plan de independencia se hiciera pedazos ante la dura realidad de como eran las cosas.

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