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 Vicencio Foximilino Capítulo IV a (Novela)

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MensajeTema: Vicencio Foximilino Capítulo IV a (Novela)   Vicencio Foximilino Capítulo IV a (Novela) Icon_minitimeMiér Mar 19, 2008 2:53 am

Capítulo IV a
Cuando quiso enseñar a trabajar a su pueblo.


El reino de la Desilusión tenía como vecino al reino de la Mentira, el cual estaba gobernado por el Rey Georgino Bushcapleitos, que según las sagradas escrituras, había sido elegido por Dios como el nuevo Mesías: tenía el divino don de descubrir a los traidores y terroristas, por muy escondidos y disfrazados que estuvieran. Otra de sus inmensas cualidades, la cual le fue reconocida a nivel mundial, era la de ser defensor y promotor de la paz y la libre determinación de los pueblos.

Pues bien, el gran Georgino Bushcapleitos, por fortuna era amigo leal del rey Vicencio, como buen amigo y buen vecino, siempre trataba de ayudarlo en todo lo que podía, por eso, en cierta ocasión le dijo:

Bushcapleitos - Vicencio, no es posible que tengas a tus súbditos sin trabajo ni ocupación, los harás caer en las tentaciones del demonio y en las manos del pecado. Debes buscar la forma de ponerlos a trabajar, de convertirlos en personas útiles para tu reino.

Vicencio Foximiliano, con la gran velocidad mental que le caracterizaba, valoró el contenido filosófico de las palabras del gran Bushcapleitos, discurriendo que, en verdad, sus súbditos y súbditas podrían caer en manos del pecado. Rápidamente, cual saeta, como solamente él sabía hacerlo, tomo una decisión, comunicándosela de inmediato a Georgino Bushcapleitos.

Vicencio – Georgino, amigo mío, tienes mucha razón: mi reino sería más importante si no tuviera esa clase de súbditos, pero como no puedo cambiarlos a todos, me gustaría que algunos, o la mayoría, aprendieran de las virtudes de tus grandes y nobles Caballeros. Creo saber cómo lograrlo, y por ello te propongo, si no tienes inconveniente alguno, que todos aquellos flojos que se encuentren en mi reino, sean trasladados al tuyo, en donde trabajarán de jardineros, lava platos, acarreadores de basura, limpiadores de orinales, y algunas otras actividades que resultan denigrantes o molestas para tus ilustres y nobles Caballeros. Me gustaría que estuvieran al servicio y disposición de tu reino.

Georgino Bushcapleitos recibió esa proposición sin inmutarse, se levantó en silencio, y en silencio recorrió unos metros, meditando, sopesando el verdadero valor de las palabras de su amigo. Se mantuvo en silencio cuatro o cinco segundos… de pronto, mirando a Vicencio de manera fraternal le dijo:

Bushcapleitos - De acuerdo, mi querido Vicencio. Mándame a todos los flojos de tu reino y los pondré a trabajar. Así todos los Caballeros nobles de este gran reino de la Mentira podrán vivir de manera más cómoda y noble. Mis caballeros podrán vivir más tranquilos, lo que permitirá mandarlos a que conquisten otras tierras; así esparcirán la verdad, la justicia y la libertad en cada rincón del mundo. Esto me permitirá expandir el dominio del verdadero Dios: el Dios Dólar, por todo el mundo, en cuyo nombre podré sostener una santa cruzada, con la cual salvar al mundo de los diabólicos terroristas Bin-Saladin y Satán-Juse-in

Vicencio – con voz de humildad y agradecimiento – Perfecto, mi buen amigo Georgino: mandaremos a todos los flojos de mi reino, los pondremos al servicio de tus nobles Caballeros. Así aprenderán a trabajar, a ganarse el pan con el sudor de su frente y mandarán dinero a sus familias.

Al escuchar esto, Georgino Bushcapleitos frunció el seño… parecíale que algo no sonaba bien, que algo no encajaba perfectamente. Se puso serio y exclamó:

Bushcapleitos - Pero Vicencio, que cosas tan absurdas dices, sus familias deberán mandarle dinero a ellos. Si nosotros los enseñaremos a trabajar, ellos deberán pagarnos a nosotros; pagarnos por las clases que recibirán, por la preparación y capacitación que tan amablemente nos ofrecemos a darles. Además, deberán pagar los impuestos por vivir en nuestro reino, los peajes, los derechos de tránsito y también tendrán que pagar aquello que coman y el arrendamiento de los lugares que se les dará para que vivan.

Vicencio – suplicante - Mi querido Georgino, ¿no ves que son flojos? No han trabajado por años, no tienen ni un centavo, algunos no comen… prefieren no comer con la esperanza de no tener que trabajar. ¿De donde sacarán el dinero para pagarte las clases que tan amablemente les darás y todo lo que tú dices?

Consternado y triste, con ese sentimiento que cala en el alma, cuando no se puede ayudar al prójimo, el elegido de Dios, sintiendo que se le desgarra el corazón, dijo:

Bushcapleitos - ¡Hay Vicencio!, entonces es imposible tratar con tus súbditos, nunca podremos ayudarlos y siempre estarán en el estado tan deplorable en el que se encuentran. Como dijo el sabio filósofo Shmit, “el que por su gusto muere, la muerte le sabe”.

Vicencio – implorando - Ayúdame Georgino, debe existir una manera, tenemos que ayudarlos. Debe existir una forma de que esa bola de flojos y mal vivientes aprendan a trabajar. Creo que será la única forma de que lleguen a tener dinero y paguen tributos. Así podré recaudar grandes cantidades y tendré la posibilidad de seguirlos ayudando.

Ante la implorante y paternal insistencia de Vicencio, haciendo a un lado todo ápice de egoísmo y con el ánimo de ayudar a su prójimo, el patriarcal Georgino afirmó:

Bushcapleitos - De acuerdo Foximiliano: un buen vecino es un buen amigo. No te prometo resultados inmediatos, no será una empresa fácil, pero lograremos mejorar a esos casi animales que son tus súbditos. Tendremos que llamar a los caballeros del congreso del reino de la Mentira. Estoy seguro que ellos, con la ayuda del gran Dios Dólar, encontrarán la manera de ayudar a tus súbditos, sin que sean una carga para los míos. Esto lo hago solamente por que eres mi amigo y sobretodo, tomando en cuenta que el reino de la Desilusión casi es el patio trasero de mi reino.

Vicencio se alegró. En lo más profundo de su corazón reconoció la benevolencia de Bushcapleitos. Se sintió alagado por la amistad que le demostraba. Por ello, con toda la dignidad de un gran rey, se empinó, limpió las zapatillas reales de su amigo y besó las manos de Georgino. Se incorporó y dijo:

Vicencio - Georgino, no me queda duda de que eres en verdad mi amigo, que eres el gran amigo de todo mi pueblo. Te prometo, si ayudas a mis súbditos y súbditas, que pondré todo mi reino y sus riquezas a tu servicio.

Bushcapleitos - Gracias Vicencio, no tienes nada que agradecer, esa es mi misión en este mundo, prometo por el Dios Dólar, que nos reuniremos dentro de tres meses para firmar los acuerdos migratorios que sean necesarios. Ya verás que tus súbditos podrán venir a ser útiles en mi reino, que conocerán la santificante vida del trabajo y harán realidad sus sueños, serán voceros de la fraternar bienvenida que se prodiga a todos cuantos llegan a mi reino.

Vicencio Foximiliano regresó a su reino. De manera inmediata reunió a su gavilla de secretarios y les informó del gran acuerdo. Con el alborozo propio de aquellos que han logrado beneficiar a los demás sin esperar recompensa o reconocimiento, decidieron que el excelentísimo Vicencio debería comunicar a sus súbditos la buena nueva. Esa misma noche, en cadena nacional, todas las estaciones televisoras y las radiodifusoras transmitieron el mensaje que Foximiliano dio a su pueblo, en el que decía:

Vicencio - Súbditos y súbditas, pobladores y pobladoras del reino de la Desilusión, tengo el honor de comunicarles que hemos acordado con su excelencia Georgino Bushcapleitos, rey del gran reino de la Mentira, firmar un tratado migratorio que permitirá a todos ustedes ir a trabajar al reino de la Mentira. Podrán tener diferentes ocupaciones, podrán aspirar a ser mejores y a vivir cada día mejor: he acordado con el rey Bushcapleitos que, a todos los que emigren al reino de la Mentira se le pagará por sus servicios.

Al poco tiempo, Georgino Bushcapleitos giró la siguiente orden.


Reino de La Mentira.

Yo, Georgino Bushcapleitos, Rey y Soberano del reino de la Mentira, faltándome pocos días para ser nombrado Rey Supremo del Universo, he recibido orden directa de Dios, en la cual me indica que se deberá construir una muralla. Esta muralla deberá separar a los reinos de la Mentira del de la Desilusión. Deberá ser construida a lo largo de toda la frontera entre ambos reinos y será de 7 metros de altura.

El propósito de Dios no me ha sido comunicado, pero en su infinita sabiduría reconoce: la necesidad de preservar la integridad de este su pueblo elegido, el salvaguardar esta santa tierra de la intrusión de los seres inferiores del reino de la Desilusión, y evitar que cualquier mirada de esos seres inferiores pueda penetrar en nuestro territorio.

Por mandato divino y por orden mía, cúmplase esta encomienda.

Georgino Bushcapleitos.
Rey del Universo.




Vicencio viajó al reino de la mentira, lleno de confusión. Se sintió en posibilidad de pedir una explicación al Rey Georgino Bushcapleitos.

Vicencio – Mi queridísimo amigo Georgino, no entiendo la razón que has tenido para ordenar la construcción de una muralla que separe nuestros reinos. Siempre hemos demostrado ser amigos y aliados de tu reino. Ahora que yo soy rey, está más segura que nunca nuestra frontera.

Georgino – No lo tomes de esa manera. Conoces perfectamente que existe terrorismo en el mundo, por lo que yo estoy obligado a salvaguardar a todos mis súbditos y sobre todo a la nobleza de este reino.

Vicencio – Si Georgino, eso lo entiendo, lo que no me queda muy claro es el motivo por el cual nos has agredido llamándonos seres inferiores.

Georgino – Mira Vicencio, no me negarás que tus súbditos son de segunda categoría, no son blancos, no son rubios, no hablan nuestro idioma.

Vicencio – Eso me suena a discriminación.

Georgino – con un dejo de molestia y con el seño fruncido - No es discriminación, es precaución. Como estarás enterado, la mayoría de los terroristas son morenos, como tus súbditos; usan bigotes grandes, como tus súbditos. ¿Como quieres que los identifique y pueda defenderme de ellos?

Vicencio – sorprendido por las afirmaciones de su amigo - En realidad son muy diferentes mis súbditos de la mayoría de los terroristas: puedes notar las diferencias entre mis súbditos y Bin-Saladin o Satán-Juse-in. En realidad no existe un parecido grande.

Georgino – Las notarás tú, pero nosotros no las notamos. Estamos acostumbrados a otros rasgos fisonómicos muy diferentes. Por ello es preciso eliminar cualquier posibilidad de que el terrorismo penetre en mi reino.

Vicencio – Estoy de acuerdo en que te protejas, pero, ¿Que pasará con el acuerdo migratorio que firmaremos?

Georgino – ya un poco molesto - Por el momento, el acuerdo migratorio entre tu reino y el mío quedará detenido. La prioridad en este momento es defenderme del terrorismo mundial y atacarlo para erradicarlo de la faz de la tierra.

Vicencio – Entiendo, pero prometiste ayudarme a enseñar a trabajar a mis súbditos. Eso es lo que haríamos, esa era la conveniencia de firmar entre nosotros los tratados migratorios.

Georgino – Como verás, el único beneficiado eras tú: enseñaríamos a trabajar a tus súbditos, querías que les pagáramos un sueldo y tú cobrarías tributo sobre sus ingresos. Eso solamente te beneficiaría a ti.

Vicencio – Pero también saldrías beneficiado, también tus nobles se beneficiarían del trabajo realizado por mis súbditos en tu reino.

Georgino – levantando el volumen de la voz - No seas necio, ¿Qué beneficio obtendríamos? Ninguno, si acaso un poco de comodidad para la nobleza. ¿Quieres que exponga a mi reino y a mis súbditos, por tan poco beneficio?

Vicencio - Si deseas algo más, podremos negociarlo. Ya hice público el convenio que hicimos en mi última visita. ¿Cómo quedaría ante mi pueblo?


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MensajeTema: Re: Vicencio Foximilino Capítulo IV a (Novela)   Vicencio Foximilino Capítulo IV a (Novela) Icon_minitimeDom Mar 23, 2008 9:13 am

Vaya le has dado un pequeño giro y intervienen más personajes y situaciones. Me hizo gracia lo de los flojitos y me pareció interesante. Me sigue gustando mucho la verdad. Estoy enganchado y expectante. Buenas las descripciones y el texto es ameno y tienes puntos reflexivos, llamativos e interesantes.

Un abrazo.
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