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ImageShack.us LO QUE VA QUEDANDO EN LA BOLSA
Antes de llegar a este mundo, imagino a las almas todavía sin cuerpo material en una sala de espera a las que se va entregando un billete para coger un tren y arribar a un destino desconocido. Es un billete de ida porque nunca se conoce el momento de la vuelta y con este billete se nos entrega también una bolsa llena de materiales, herramientas y programas los cuales debemos utilizar para desarrollar nuestra vida hasta que se nos vuelva a entregar el billete de retorno. Entre todos esos componentes que se encuentran en el interior de la bolsa, están nuestras cualidades, nuestros deseos, proyectos y metas a conseguir para que, en el momento último, cuando debamos exponer los resultados obtenidos, podamos extender un sin fin de hermosos hechos, problemas resueltos, luchas vencidas, objetivos conseguidos y, según sean calificados los resultados, se nos premie de una manera u otra.
Sin embargo, después de una extensa andadura, he descubierto que al introducir la mano en la bolsa, la mayoría de nosotros la sacamos llena de un montón de inconsistentes recuerdos que hemos transformado, lentamente, en sueños sin ningún valor. En mis manos aparece un montón de evocaciones conservadas con amor a lo largo de mi vida, recuerdos que, mientras permanezco sentada en mi butaca azul, muy cerca de la ventana para poder contemplar el cielo y la naturaleza que me rodea, transformo en maravillosos sueños como si fuera un pañuelo blanco donde se borda con sedas de diferentes colores, dibujos caprichosamente deseados, dulces memorias en las cuales se pierde, poco a poco, la remota realidad de un día sólo vivo en la memoria.
Aquella tarde lejana... tan lejana..., habíamos regañado, no recuerdo el motivo, fruslerías, cosas sin importancia que, en la juventud, acostumbran a semejar una montaña cuando, en realidad, son solamente un grano de arena. Nos encontrábamos en la cafetería donde siempre nos reuníamos para tomar un café en invierno o un refresco en verano, era nuestro rincón. Allí, nos comunicábamos nuestros sentimientos, forjábamos sueños..., siempre los sueños..., y nos amábamos suavemente, con esa dulzura conseguida cuando se tiene la seguridad del amor del otro. Algunas veces, un largo silencio plagado de gritos mudos surgidos de nuestras miradas y del contacto de nuestras manos unidas, pero, aquella tarde lluviosa, el dolor se interpuso entre nosotros y la desconfianza arremetió contra las murallas de nuestro cariño para destrozar la fortaleza de nuestros corazones e invadirlos con la amargura del desengaño.
En un arrebato de arrogancia, quité de mi dedo anular el anillo de brillantes regalado por él como prueba de un firme amor, en el cual, una pequeña perla engarzada mostraba toda su belleza, y lo arrojé, furiosa, sobre la mesa. La promesa amorosa se había roto. Me levanté y huí. Huí, sí. No me marché. Huí de mi misma, del amor que dejaba atrás prendido en aquel lugar, en aquella mesa del rincón de la cafetería... Allí quedaba perdida en el aire, toda la energía de un cariño profundo sorprendido por el sangrante desencanto. Lo dejé solo aun cuando mi corazón se revelaba y me impulsaba a retroceder, a intentar arreglar el desacuerdo, el malentendido, a desear comprender. Pero el orgullo se impuso y no volví a verlo. El misterioso hechizo amoroso, desapareció, se esfumó entre los tropiezos de la vida.
Un día, después de mucho tiempo transcurrido, mi vida encauzada por otros caminos, con otros proyectos, con diferentes amores y muchos años de experiencia adquirida, volví a la ciudad y le busqué. Necesitaba verlo, oír su voz, obtener un perdón que no sabía a quien correspondía conceder, si a él o a mí; creo, ahora, que sólo deseaba pedirle perdón al destino por haber alterado sus planes con mi intransigencia…, aquel ya lejano día.
Nos citamos en la misma cafetería de siempre, la de antaño, en la mesa de nuestro rincón. Él llegó con la evidencia en su figura de los años transcurridos, endurecidos sus rasgos por los sucesos diarios, por esas luchas continuas que nos vemos obligados a mantener, por las decepciones y frustraciones vencidas o perdidas..., pero se le veía todavía hermoso... Alto, fuerte... Conservaba la misma intensa y dulce mirada. Se sentó a mi lado como tantos años atrás lo había hecho. Puso sobre la mesa una pequeña caja y esperó a que la abriera. El anillo de brillantes con la perla engarzada, esperaba en su interior mi aprobación. Le ofrecí mi mano y la sortija volvió a adornar mi dedo anular del que nunca debía de haber salido. Cruzamos nuestras miradas en silencio, luego me besó en la boca con un beso largo y suave. No pronunciamos palabras, no eran necesarias, sólo unimos nuestras manos y salimos de la cafetería. Cada uno marchamos por nuestro lado, habíamos escogido caminos diferentes, ya no había vuelta atrás.
Ahora, en este momento en el que concluyo la presentación de todo lo realizado con el material que, al principio de mi vida se me entregó, envuelvo en un paquete especial adornado con cintas y finas sedas, este hermoso recuerdo, el más valioso de mi vida, el del sentimiento de un puro y auténtico amor. Estoy segura de poder conseguir una sobresaliente nota final cuando el examinador omnipotente pregunte: “¿Y tú, qué hiciste?” Responderé con las manos llenas de recuerdos… “AMÉ” - MAGDA-