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 EL JUEGOII. Cuento

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luis tejada yepes
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MensajeTema: EL JUEGOII. Cuento   EL JUEGOII. Cuento Icon_minitimeDom Jun 08, 2008 8:16 pm

La monita intrigada, del porque los mineros camino al trabajo, al verla parada en la puerta de la choza la acosaban permanentemente, se observaba en un pedazo de espejo que estaba recostado en unas de las paredes de tapia de la habitación. La madre al verla en esta actitud comprendió de inmediato lo que le estaba pasando por la mente a esta bella adolescente y se apresuró a explicarle muy gráficamente el motivo del asedio masculino, y ella aventajada alumna, comprendió rápidamente el motivo: una cintura de avispa, dos hermosos senos en formación y la obsesión incontrolable de los hombres por el sexo.
Después de varias sesiones educativas, creía la madre, que a la alumna le había llegado la hora de poner en práctica los acertados y prácticos consejos. Para reforzar los argumentos le decía en tono de educadora experta:
-Mija la virginidad vale mucho, ¡no se la vaya a regalar a cualquier muerto de hambre…! Vea, se lo advierto, no me vaya salir después con cuentos chinos, así pues que ¡a cuidar el mercado, carajo!-.
Lo decía con angustia e impaciencia. Intuía que la bella adolescente llevaba implícita la reivindicación económica de ella y de las cinco muchachas esperando el turno para salir a reemplazar a las que fueran cayendo en el combate por la supervivencia. Si no repetía los mismos errores cometidos por ella, posiblemente el negocio podría ser rentable. Desafortunadamente cuando ella tenía la misma edad no tuvo una madre que le abriera los ojos sobre el valor portado entre las piernas. Lo ofrendó gratis en alguno de los potreros de los alrededores del pueblo, por ignorancia tal vez, o presionada por el continuo acoso del borracho, que aprovechándose de las incontrolables pasiones de la adolescencia, además de llevarse el trofeo, le acomodaría varias hijas y al final no respondería por la crianza de ninguna.
-No señor la monita no seguirá el mismo camino-.
Se decía así misma con el convencimiento de alguien que conoce la historia y por lo tanto no está dispuesta a repetirla. Por eso siempre que ella llegaba a la casa, después de deambular por el pueblo, le revisaba la vagina para comprobar, de primera mano, si no estaba irritada producto de los manoseos ajenos o quizás de lo más grave, la penetración de un indeseable y paupérrimo miembro viril masculino.

5
Epulón, como le decían sus amigos, o más bien todo el pueblo apenas la vio en el parque se hizo de inmediato a la idea de que esa pieza de primera, deambulando por el bosque de miradas masculinas, sería suya, por encima de cualquier mezquina consideración económica.
Esperó cruzar una mirada con la belleza observada por sus expertos ojos, apenas se produjo, le hizo señas de acercarse. Cuando así ocurrió y esta se aproximó segura de haber logrado que el pez picara el anzuelo, le dijo con voz melosa:
-Monita arrímese, o acaso me tiene miedo-
Ella tensó inmediatamente el sedal y comenzó a recoger la cuerda hasta que el pez estuvo a su alcance.
-Nooo, ¿porqué? ¿O es que acaso usted come gente? Para que soy buena… a ver…dígame-
Le contestó coqueta. Al mismo tiempo se ponía al alcance de las manos inquietas del hombre, pensando en calentarlo, a ver si funcionaba el plan trazado en los conciliábulos familiares. Epulón conocía muy bien cuales eran los pasos a seguir en el oficio de conquistar a las chicas. La seducción consiste en despertar el deseo del otro exhibiéndose interesante y muy agradable estableciendo un lazo sexual o afectivo, en este caso mostrar suficiente cantidad de dinero capaz de vencer el más arraigado freno moral. Epulón era el más experto de la región en estas lides de seducir, generoso como ninguno cuando se obsesionaba con alguna de las menores exhibidas en las pasarelas del parque de Remedios, pero su método no era el de las artes de agradar, era más sencillo e infalible.
Una enorme mano, de gruesos dedos, cuya piel parecía piel de vaca curada al sol, tomó a la pequeña de la cintura y la atrajo hacia él.
Sin preámbulos ni timideces, le soltó en un tono inaudible para los otros comensales, acercando su boca al delicado y bello caracol que hacía las veces de oreja de la monita:
-Voy a serle claro, usted me gusta mucho. Vamos a jugar al toma o déjelo-.
-¿Y como es ese juego?-.
Le preguntó la niña poniendo cara de ingenua.
El montañero de inmediato sacó de un carriel antioqueño un fajo de billetes todavía atados con la cinta del Banco Agrario y los puso encima de la mesa.
-Si está virgen le doy este millón de pesos por darme la oportunidad de ser el primero-
Se lo dijo sin consideración alguna por un posible recato de la niña, a la manera acostumbrado por él, sin miedo a ofender sentimientos, el poder del dinero en acción. Si no le gusta la propuesta allá ella. Y si se enoja le queda el doble trabajo: enojarse y volver a contentarse. Pensaba para si.
Acto seguido partió el fajo de billetes en dos mitades y los puso sobre la mesa, agregando:
-Si no está virgen no me importa, de todas maneras yo la quiero, en ese caso tome la mitad, dígame cuando, donde y a que horas la recojo, para comprobar si está enterita o no, los dos solitos, en un lugarcito que yo conozco, linda -
La adolescente quedó fría ante la visión de semejante cantidad de dinero. Se le aflojaron las piernas y estuvo a punta de perder el conocimiento, no propiamente por la propuesta, sino porque en su vida había visto tantos billetes juntos y menos de esa denominación y a su disposición. Sin pensarlo dos veces tomó los dos fajos y le dijo con mucha seguridad:
¡Recójame mañana a las dos en punto en las partidas para el aeropuerto!
Metió todo el pago debajo de la blusa y partió hacia la casa a contarle a la mamá las buenas nuevas, no se iba a sacrificar gratis, podía estar muy orgullosa de ella pues no la había defraudado, es más había obtenido a cambio, tal cantidad de dinero, como no habían visto en la vida. Había recibido billetes de cincuenta mil pesos, los cuales no hacían mucho bulto, apenas se le notaba una pequeña protuberancia en la blusa, que fue acariciada durante el largo trayecto rumbo a la choza, en donde la esperaban el ansia y la angustia de una madre preocupada por la posibilidad de perder la fuente de la riqueza en el azar de la calle.
-¿Y si esa muchacha no entendió bien mis consejos y le da por botarse con cualquier muerto de hambre?-.
Cavilaba con angustia mirando hacia la carretera en dirección al pueblo por donde debía de llegar con las buenas o malas noticias la muchacha objeto de sus preocupaciones comerciales y cálculos económicos. No se imagina que la destacada alumna había superado con creces a la maestra.

6
Epulón tuvo una erección espontánea imaginándose la faena del día siguiente. Por un momento tuvo certeza de la lentitud del tiempo, pensó en la cantidad de horas faltantes para encontrarla y se angustió de tal forma, que por un momento se le ocurrió la loca idea de ir a buscarla, rechazada de inmediato en su interior, más por el temor de hacer el ridículo que por otra cosa.
Casi todas las niñas de Remedios habían pasado por sus manos. Aprovechaba la riqueza muy efectivamente en ese campo. En medio de la miseria absoluta, ¿quien podría decir no, a tan generosos ofrecimientos? Para él era una bicoca casi cualquier cifra, pero para las pobres, era toda una fortuna imposible de desdeñar.
-Estas dañando el mercado-
Dijo con sorna uno de los bufones, a la vez con un dejo de admiración.
-Te estas tirando en las tarifas, hombre, si en este pueblo las viejas lo dan por veinte mil pesos-
Dijo en tono de reproche otro de los contertulios.
- Con los precios que paga este solo va a comer él -
- Ah…problema mío, ¿no creen?-
Respondió Epulón con la altivez del poderoso, en el mismo momento en que pedía la cuenta. Daba por terminada la sesión de ese día. Como siempre ocurría, ninguno de los compañeros de mesa, movió un solo dedo para ayudar en el pago de lo consumido por todos.
El hombre se sentía muy satisfecho por los logros esa noche. En su mente había traducido algo muy diferente a lo que había ocurrido, olvidó el dinero que pagó a la monita, y se sintió sumamente satisfecho por la conquista, atribuida a sus encantos físicos entre otras cosas muy bien disimulados.
A las once y media de la noche se encienden la totalidad de las luces de los negocios en el pueblo. Los clientes sorprendidos por la cegadora luz cierran los ojos por reflejo, paliando el sorpresivo golpe de luz en las pupilas. Acto seguido, una vez el ojo se adapta a las nuevas condiciones lumínicas, se miran entre ellos como si no se conocieran o más bien, reconociéndose. Las caras, antes escondidas tras la penumbra acostumbrada en los bares, muestran elocuentemente el desastre en el organismo causado por el licor. A las damas se les ha escapado el color de sus caras, y a los hombres el dinero de los bolsillos. Los meseros comienzan a cobrar las cuentas y a recoger los taburetes, los cuales encaraman sobre las mesas, para así facilitar el aseo de los pisos.
Algunos de los clientes se resisten a pagar, otros pagan más de la cuenta. Todo depende del grado de intoxicación en que se encuentran. Otros están dormidos o se hacen los dormidos sobre las mesas para tratar de esquivar responsabilidades.
Algunos de los rumberos desfilan pacíficamente hacia las viviendas. Otros, después de discutir con la policía, empeñada en hacer cumplir las normas de convivencia protectoras del derecho al descanso de los madrugadores, terminan aceptando razones de esta índole y se retiran sin chistar en lo más mínimo. Los más tercos o los compulsivos, se resisten a terminar la jornada y arman el barullo con el correspondiente intercambio de insultos, bolillazos y patadas.

7
Epulón, ansioso por la cita no pegó las pestañas en toda la noche, la madrugada aparecía ante sus ojos implacable, no sabía si aun era la noche o la madrugada, la vida pasaba por su mente en forma de recuerdos. La mente confundida lo obligó a levantarse más temprano que nunca. Ninguna mujer lo había trastornado de tal manera en el pasado. Se pasó toda la noche imaginando los pasos a seguir y como comportarse apenas la tuviera a su alcance en la pieza del motel.
Llegó al sitio del encuentro una hora antes, no podía correr el riesgo que de pronto se le fuera a escapar la presa con la disculpa de: me cansé de esperar.
Estacionó el campero, a la orilla de la carretera, en dirección al aeropuerto. Escogió un trayecto sin casas, para evitarse la presencia de inoportunos o de miradas chismosas, que podían amedrentar o espantarle a la nueva conquista. El corazón se le aceleró al máximo de solo pensar en que esto pudiera ocurrir. Parecía un adolescente en la primera cita. Le temblaban las manos y sentía perder fuerza en las piernas. En la radio sonaba una canción, subió el volumen y la escuchó atentamente, no alcanzó a escuchar el nombre pero le llegó:
“Baña la luna en Escorpio la carretera que piso;
allá voy, carretera de recuerdos grises como un sucio nubarrón.
Oh! Oh! En el abismo que hay en tus brazos.
Oh! Oh! Quiero caer.
Desde hoy seré tan sólo un hombre sumido,
como tantos, en su desesperación.
Tranquilamente, alma minera, pulverizar las horas que he vivido en ti.
Qué locura es el quererte aún, qué desmayos tiene la razón.
Un viajero infatigable hoy he vuelto a ser,
Un viajero que pretende olvidar.
Carretera de recuerdos, que el delirio habita en la pasión.
Oh! Oh! Sin el abismo que hay en tus brazos.
Oh! Oh! Moriré de tanto penar…
Una interferencia momentánea no le dejó escuchar el verso siguiente pero en unos segundos continuó claramente:
…Esperanzas, que no lamentos. Barco sin agua no puede navegar.
Sobre el cauce que secó remaré.
Sobre el polvo, al avanzar, abriré camino al mar”.
Terminada la canción volvió a mirar hacia el horizonte, por donde debía aparecer la causa de sus angustias. Al fin la vio asomar, bordeando la carretera, en una curva adelante de donde estaba parqueado el carro. Venía en compañía de otra niña un poco menor. Seguramente la hermanita, pensó Epulón.
-Ahora cual será el problema, ¿se me quitaría del negocio?-
Se dijo así mismo, preocupado por el cual sería el papel de la acompañante.
Cuando se acercaron, la monita al observar la extrañeza en el rostro del hombre y al verlo tan contrariado, se apresuró a aclararle:
Ella es mi hermanita…lo que pasa…es decir…vea…es que a mi me da miedo ir sola y ella vino para acompañarme, mi mamá le dio el permiso, ella dijo que de pronto usted la ligaba con algo también.
Le dijo en tono de disculpa, mirando al suelo, con el color rojo subido al rostro.
- ¿Y es que su mamá sabe del negocio entre usted y yo …?
Le preguntó Epulón un poco alarmado pero a la vez divertido por la situación.
-Que si sabe, pues claro, avemaría, está que baila en una pata. Con todo ese platal que le llevé no podía más que interrogarme para saber los detalles-.
Contestó la monita al mismo tiempo que se paraba a las espaldas de la otra niña. Abrazándola por el cuello y presionando con su mentón la cabeza de la hermanita.
-Bueno súbanse al carro vamos para el estadero La Colina.
Les dijo el montañero ya impaciente. Fuera de que no le convenía lo vieran con las dos niñas, sobre todo con la más chiquita, podía tener problemas con algún pacato que no falta en ninguna parte. ¿Problemas legales? lo dudaba. Pocas bolas le paran a la ley los funcionarios públicos, solo preocupados por cobrar el sueldo y velar por conservar la vida en un medio, en donde lo más baladí, puede ser suficiente motivo para perderla.
Arribó al estadero en medio del ladrar de una jauría de perros callejeros. Los atendió Darío H, el dueño de lugar, solícito y zalamero, con una sonrisa de satisfacción en una boca enmarcada por un grueso bigote negro, al que se le veía los rastros del tinte con el cual pretendía tapar las abundantes canas que hacían presa de este. Solo le interesaba el dinero pagado por los clientes, no importando la causa, como buen proxeneta inmunizado contra los remordimientos. Conocía por experiencia la generosidad del cliente. Las atenciones no podían faltar para tan importante y generoso personaje. Su presencia era sinónimo de pagar la cuenta de la energía siempre al borde del corte.
El montañero, tratándose de mujeres, no escatimaba gastos, por lo tanto el ambicioso y deshonesto anfitrión, aprovechaba la debilidad del ricachón, para sacarle el mayor jugo posible. Lo de la niña menor no importaba, era problema de ella. A pesar de la complicidad en el delito, nada pasará, en este lugar las autoridades se limitan a pasar agachados en medio del desorden de la guerra.
No le veía nada malo permitir a una menor ingresar con un hombre mayor al hotel si las mismas madres muchas veces se las llevan personalmente a los clientes y a la salida del himeneo les reclaman el dinero cobrado. Esa era la única posibilidad de sobrevivir en este mundo de hombres, el estaba contribuyendo con una labor social. Y la conciencia… tranquila.
Sin mucho preámbulo guió al grupo hasta la habitación preferida por el hombre. Quedaba alejada de las otras. Lo más importante era el mantener la privacidad y la comodidad de este especial cliente. Era posible algún tipo de escándalo si la muchacha a última hora le diera por arrepentirse como había ocurrido en otras ocasiones. Era mejor que estas actividades se realizaran lejos de los oídos de los demás clientes del hotel.
La noticia del inminente desfloramiento de la monita era un acontecimiento social en el pueblo. Había llegado con anticipación a sus oídos no bien despuntaba el alba, por lo que había reservado la habitación, del gusto del hombre, en donde iba a ocurrir tan importante suceso.
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MensajeTema: Re: EL JUEGOII. Cuento   EL JUEGOII. Cuento Icon_minitimeJue Jun 19, 2008 6:31 pm

Uhmm, seguerí el relato,porque aún no puedo relacionarlo con el anterior.
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MensajeTema: Re: EL JUEGOII. Cuento   EL JUEGOII. Cuento Icon_minitimeJue Jun 19, 2008 10:25 pm

Eleonor escribió:
Uhmm, seguerí el relato,porque aún no puedo relacionarlo con el anterior.

Creo que leiste dos narraciones diferentes, posiblemente te confundió la numeración.
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MensajeTema: Re: EL JUEGOII. Cuento   EL JUEGOII. Cuento Icon_minitimeVie Jun 20, 2008 12:00 am

Una segunda entrega muy bien narrada,das el clima perfecto a la acción, aunque confieso que me salte la letra de la canción.
Un relato triste en su trasfondo, la miseria humana,el dinero comparando la dignidad humana,el interes especulativo del ser humano puesto en manifiesto a traves de la figura de "monita", que poco importa como ser humano, todos los demás personajes que giran en torno a ella,muestran lo anteriormente dicho.
Voy por la tercer parte.

Que las hadas te acompañen.(aun espero tu poema).
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MensajeTema: Re: EL JUEGOII. Cuento   EL JUEGOII. Cuento Icon_minitimeVie Jun 20, 2008 12:35 am

Poesiacarnivora escribió:
Una segunda entrega muy bien narrada,das el clima perfecto a la acción, aunque confieso que me salte la letra de la canción.
Un relato triste en su trasfondo, la miseria humana,el dinero comparando la dignidad humana,el interes especulativo del ser humano puesto en manifiesto a traves de la figura de "monita", que poco importa como ser humano, todos los demás personajes que giran en torno a ella,muestran lo anteriormente dicho.
Voy por la tercer parte.

Que las hadas te acompañen.(aun espero tu poema).
Te perdiste una bonita letra, muy de acuerdo con el ambiente descrito. Nada es gratuito en la narración y la letra de la canción está orientada a crear un lazo sentimental. Fuera de describir la costumbre en Colombia de mantener los radios de los carros sintonizados en la música popular. Así que la canción no está sobrando es importante en la narración.
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MensajeTema: Re: EL JUEGOII. Cuento   EL JUEGOII. Cuento Icon_minitime

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