EJEMPLO DE VIDA

La temperatura era cada vez más intensa dentro del bus que había abordado en la esquina cerca a mi casa. A pesar de las incomodidades que padecíamos quienes a esa hora íbamos con destino al centro de la ciudad, la sonrisa juvenil que mostraba el muchacho de ojos claros mientras interpretaba A VIVA VOZ; aunque un poco desentonado el tema “Casas de cartón” de la autoría del Venezolano : ALÌ RAFAEL PRIMERA ROSELL, mitigaba el suplicio.


Y es que el servicio público de transporte colectivo en mi ciudad tiene una característica bien particular. Generalmente quien manda es el “chofe” y no el cliente que según los estudios que se han adelantado para implementar un servicio cómodo, eficiente, seguro y económico, da cuenta que somos más de quinientos mil. Una cifra bien significativa que en otras circunstancias motivaría como mínimo, un trato digno.

Literalmente es el dueño del balón.

Detiene el vehículo donde le da la gana ignorando los paraderos, acelera y desacelera a su antojo, le importa poco la incomodidad que genera el alto volumen de su radio y como si fuera poco es quien cobra el pasaje y decide la tarifa.

Pero bueno.
Creo que no hay mal que dure cien años ni tonto que lo resista…

La frenada intempestiva que hizo esta vez, dio por terminada la presentación del joven.
Los pasajeros que íbamos de pie y que mal contados éramos mayoría, difícilmente pudimos evitar estrujarnos. Y claro: en esos casos no sabe uno lo que primero debe hacer: o se aferra duro a lo que encuentre para no golpearse, o protege sus pertenencias…

Él, optó por lo primero.

Por eso su guitarra de color verde y cuerdas desgastadas cayó al piso y sobre ella algunos pasajeros.
Cuando aparentemente todo volvió a la normalidad: Esto es: cuando todos los que se habían caído pudieron levantarse, vi unos ojos fríos y un gesto de impotencia en ese artista anónimo que a pulmón limpio dìa a dìa se ganaba la vida.

Pero noté algo más… segundos después: como si nada hubiera sucedido, reinició su canto.

Esta vez no era él…
Era su alma.
Todos los pasajeros le miramos sorprendidos.
Todos sentimos rondar la “mea culpa”
Nos abrazó su melodía.
Nos hizo ver la cruda realidad que viven tantos seres con los cuales lo único que compartimos es el sol…

En Re Menor; y acompasando cada nota con suaves palmoteos, interpretó magistralmente varias veces la canción interrumpida.

Era una canción triste.
La había escuchado por primera vez a finales de los años 70` en los albores de mi juventud. Recuerdo que en aquella época temas como éste, no eran del agrado de los gobiernos latinoamericanos.

Que triste se oye la lluvia
en los techos de cartón
que triste vive mi gente
en las casas de cartón

Hoy es lo mismo de ayer
es un mundo sin mañana…
Viene bajando el obrero
casi arrastrando sus pasos
por el peso del sufrir
mira que es mucho el sufrir
mira que pesa el sufrir.


Arriba deja la mujer preñada
abajo esta la ciudad
y se pierde en su maraña…

Creo que por estar inmersos en sentimientos encontrados al ver y escuchar a ese muchacho que interpretaba esa canción con tanta vehemencia, no nos dimos cuenta que el bus había llegado a su destino.
Fuè el “chofe” quien extrañamente con un tono amable, nos despertó del letargo.

-Señores: hemos llegado-

Todos nos mirábamos como ensimismados…
Todos entendimos lo que realmente debíamos hacer.

Y agregó con voz pausada: aporto el 30% del valor de la guitarra.
Quién da el resto?

Sin salir de mi asombro por tan noble actitud de quien menos esperaba, lideré la colecta sintiéndome realmente dichoso de que aquel día hubiera tenido la fortuna de ver una de las más sublimes y esperanzadoras sonrisas.


Con lágrimas en sus ojos pero evidenciando una infinita felicidad, aquel muchacho al bajar del bus caminó sereno bajo el sol inclemente de las once ignorando quizá que todos los pasajeros le mirábamos como un verdadero ejemplo de vida.

Jorge DRA 2010

Un cuento sencillo, cotidiano, que entretiene al lector, aunque no tiene mucha expectativa, elemento esencial en la narracion para trapar al lector.
Un cuento lineal, pero bien narrado