aldochapa Escritor activo

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 | Tema: El Legado del Hechicero - Capitulo 1 (4) Lun Jun 28, 2010 9:47 am | |
| PRIMERA PARTE CAPITULO I Centro de Salud Mental “Lourdes Romero”
(4)
— En las Escrituras y en la teología Católica esta palabra ha llegado a significar casi lo mismo que diablo y denota a uno de los espíritus malignos o ángeles caídos. Y de hecho, en algunos lugares del Nuevo Testamento donde la Vulgata, en acuerdo con el griego, tiene daemonium, nuestras versiones leen diablo. La distinción precisa entre los dos términos en el uso eclesial puede ser vista en la frase usada en el decreto de el Cuarto Concilio Laterano: "Diabolus enim et alii daemones" (El diablo y los otros demonios), todos son demonios, y el jefe de los demonios es llamado el diablo. Esta distinción es observada en el Nuevo Testamento de la Vulgata, donde diabolus representa al Griego diabolos, y en casi todas las instancias se refiere a Satán mismo, mientras que sus ángeles subordinados son descritos en concordancia con el Griego, como daemones o daemonia. Sin embargo, esto no debe de ser tomado, para indicar la diferencia de naturaleza; Satán está claramente incluido entre los daemones, en Santiago 2:19 y en Lucas 11: 15-18. Pero aunque la palabra demonio esta ahora prácticamente restringida a este siniestro sentido, fue de otro modo con el antiguo uso de los escritores Griegos. La palabra, que aparentemente es derivada de daio "dividir" o "prorrateo", originalmente significó una existencia divina; fue ocasionalmente aplicada a los altos dioses y diosas, pero fue usado más para denotar existencias espirituales de un orden menor, ubicados entre los dioses y los hombres. Para la mayor parte estas eran existencias benéficas, y su oficio era en parte análogo al de los ángeles en la teología Cristiana. Así, el adjetivo eydaimon, "feliz", significa propiamente uno que fue guiado y protegido por un demonio bueno. Algunos de estos demonios Griegos, sin embargo, eran diabólicos y malignos. De aquí en adelante tenemos la contraparte de eudamonia "felicidad", en kakodaimonia, que denota la desgracia, o en su significado más original, estar bajo la posesión de un demonio maligno. En el Griego del Nuevo Testamento y en el lenguaje de los antiguos Padres, la palabra ya había sido restringida al sentido siniestro, cual era natural suficiente, ahora con eso, aun los más altos dioses Griegos fueron considerados como demonios… —Leía en voz alta el médico que estaba a cargo de la guardia del viejo Juan Esteban; sentado en su silla de escritorio y en sus manos sostenía una enciclopedia católica— Malditos ángeles caídos, malditos locos obsesionados con magias negras, demonios y posesiones. Si este viejo estúpido no se hubiera roto la cabeza ahora estuviera en mi casa viendo el beisbol —Miró con desprecio el libro que tenía en sus manos y lo lanzó a la basura.
No explicaba la razón del porque sus amigos no tuvieron el valor de ir al hospital, “¿Por qué yo? ¿Por qué Fabián me obligó a venir?” —Pensó mientras seguía abstrayendo sus amistades con su templado paciente— “mucho miedo les propició saber que uno de los más locos del recinto estaba herido de daño cerebral”. En segundos observó al herido, acostado en su cama, preguntándose: “¿Solo es otro centro de salud mental?” —Bajó su cabeza buscando la silla para sentarse.
Regresó a sus cercenados pensamientos antes de subir a la camioneta que lo transportaría al hospital. No existía justificación del comportamiento de sus colegas y no logró esclarecer la prudencia sus incitamientos a que leyera una enciclopedia católica, la biblia y varios libros sobre magia negra y hechicería, sin olvidar las jerarquías de ángeles y demonios que le regaló su amigo, Steve, quien le lanzó el libro a sus pies antes de cerrar la puerta.
— ¡Maldito cobarde! El fue el último que pisó este lugar tan aburrido.
Examinó los monitores de la computadora. “Hasta ahora todo marcha bien, tendré que esperar hasta que calme la tormenta para trasladarlo a la clínica”. Se levantó de su silla curioso, abrió las persianas para ver a su paciente detrás del cristal que separaba las dos habitaciones. Su rostro mostro antipatía. “Mis titanes, ¿Cómo estarán destruyendo a los imbéciles de los borregos?”. Mientras cavilaba por perderse el juego que esperó toda la temporada, observaba detenidamente a su sosegado. Estatura media, con una abundante cabellera color plateada, su cuerpo semejaba a la de una persona que nunca había sido tocado por los rayos del sol y en su cara, por el costado derecho tenía una cicatriz en forma de estrella; algo que notó cuando le vendó la cabeza.
El doctor tomó asiento una vez más.
— ¿Cómo se habrá hecho esa cicatriz? No es común.
El médico se impulsó al centro de la habitación y comenzó a girar con su silla manteniendo los ojos cerrados. Coligado a su superstición del pensamiento mágico, viajó al deleznable mundo irracional, en donde la realidad es un ultraje al que lo llega a habitar; dicho raciocinio emergían de lo leído en los libros, y sus fantasías más allá de lo que llegaba a comprender. No tardó en abrir los ojos y las luces de los monitores se desprendían de la pantalla causando un efecto de rayos exorbitantes por los giros a gran velocidad.
— ¡Se siente bien! —Exclamó al entrar a la realidad y sentir el aire frotar por todo su rostro. Cerró sus ojos y dejó volar su mente una vez más por la letra de sus autores— ¡Idioteces! Ángeles y demonios, la histeria de la humanidad por ser salvado por el dios que nos hizo odiarlo y olvidarnos de él. No creo en Jesucristo y su redención desde que me quito a mis padres, ¿su padre misericordioso? ¿De dónde? Bah —Se detuvo impecablemente y se puso de pie. Caminó por la habitación en círculos al menos unos minutos intentando despojar el pasado que lo estaba atormentando.
Se abrió la puerta de la habitación.
Una fuerte luz amarilla tragaba el cuarto obscuro en donde yacía el doctor de pie con el libro que le había regalado su amigo Steve. El doctor alzó la mano para revestir la iluminación proveniente de afuera y contiguo la voz del guardia que lo había escoltado por todo el recorrido en el instituto.
— ¡Discúlpeme doctor! —Una voz rechazada por su memoria se cubrió por la habitación. Nunca antes había escuchado esa dicción angelical, pensó.
El guardia en turno dio un paso hacia su derecha y fue empujado por la persona que estaba a pos de él con inmensa fuerza. “Aush” profirió el vigilante tocándose su hombro.
— Doctor, por favor, dígame ¿Qué tiene mi tío?
El doctor estaba bien consternado a ver a una hermosa chica en llanto de lágrimas.
La blusa de la joven chica estaba empapada por las lluvias desatadas ferozmente por el clima, y sus pechos, resaltados descomunalmente debajo de la túnica. Su rostro, bello y fino, muy conservado por no mencionar su cuerpo delgado y desinhibido.
— ¿Doctor? —Preguntó nerviosa.
— Ah sí, discúlpeme, es que estaba pensando en cómo decirle de la manera más entendible la situación — ¡Mentira! Inventó para no ser atrapado mientras estaba hechizado en las ropas adheridas a la piel blanca de la protagonista de su noche— El paciente presenta traumatismo craneoencefálico en la región frontal, el cual puede dejar secuelas de daño de la región frontal del cerebro.
La mujer se quedó con la boca abierta. Su rostro mostró incomprensión a las palabras del médico, pero astutamente preguntó angustiada: “¿Cuáles son?”
—Muy probablemente se quede con un trastorno de desinhbisión.
— ¿Y eso se cura doctor, o qué va a pasar?
— Tendremos que esperar y vigilar la evolución del paciente en un promedio de dos a tres semanas con personal especializado. Lo más conveniente es que lo traslade a mi hospital cuando termine las lluvias —El doctor sonrió gentilmente— No se preocupe por los gastos, la directora fue amiga intima de mis padres fallecidos, y no veo inconveniente que se le cobre algún pagare por los servicios prestados, además, su tío se encuentra en buen estado, no ha presentado desmejora desde que llegue.
El médico se acercó a la joven y dejó caer su mano sutilmente por encima de su hombro izquierdo.
— ¡Por dios! Está completamente mojada. Permítame ofrecerle una taza de café caliente y un cambio de ropa de unas de las enfermeras del centro y nos sentamos a platicar en la sala principal que goza con una fogata —El médico le echo un vistazo al guardia.
— No me puedo quedar por mucho tiempo, tengo que ir a cuidar a mis sobrinos —Expresó sonrojada y con voz titubeante.
— El tiempo está empeorando, sabe dios como llegó al centro si está muy retirado del pueblo, pero lo que si estoy seguro es que no la dejaremos ir hasta que la tormenta haya terminado o se haya calmado en la mañana. Hay un teléfono en la sala de operaciones —Señalo detrás de él con su pulgar— Llame a casa para avisar que no podrá regresar hasta mañana.
—Pero doctor…
— Antes que llegara vocearon que la tormenta va a empeorar y no es recomendable que salga a estas horas de la noche sola —El médico sujeto a la chica de los brazos y le regaló una sonrisa más dulce que la anterior. Ella observó detenidamente los pocitos que se le hizo en sus mejillas e inexplicadamente fue encantada por los atributos y cortesías del joven.
— Doctor…
— Issaís —Interrumpió— Llámeme Issaís —Otra sonrisa, otro sentimiento de confusión.
Issaís vestía una enorme bata blanca, con un gafete en su hombro derecho que decía: Doctor especializado, de estatura un poco alta a comparación de la mayoría de los habitantes del pueblo, su presencia reflejaba tranquilidad en cualquier ambiente, incluso en las más hostiles situaciones. Sus ojos color marrón, tiernos como la efusión que las madres le tienen a sus hijos y sus labios delgados y sensuales que fustigaban un deseo incontrolable de ser poseídos por cualquier mujer. Esa descripción era la que navegaba por los pensamientos de la chica entre más escrutaba al doctor.
La joven asintió con la cabeza rendida ante la exquisitez de Issaís.
— Vaya a buscar a una enfermera que se apegue más a las medidas físicas de mi acompañante —Ordenó inmediatamente al guardia que estaba de pie a un lado de la puerta.
— Lo siento doctorcito, pero la enfermera Susana dejó el centro para ir a cuidar a sus niños que el día de hoy estarían solos en su casa.
Issaís se quitó la bata y envolvió a la joven. Hubo un momento de silencio, la idiosincrasia del doctor hacia la chica fue jovial. Sus ojos se interconectaron entre sí, ella sabía que encontraría el modo para conseguir atuendos secos, aunque él se quedara completamente desnudo.
El sigilo fue reprimido por las lúcidas ideas del médico, un chasquido de dedos para despertar el juicio de los habitantes del cuarto fue repentino. El razonamiento de Issaís brotó de la nada y recordó al grupo de personas que estuvieron en la sala principal cuando fue presentado ante todos.
— ¡Ya sé quien! —Prorrumpió— Dolly, la enfermera Dolly —Sonrió arduamente— ¡Vaya a buscarla inmediatamente! Ella es la que más se ajusta físicamente.
— A la orden.
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