EL LAGO

EL LAGO



Bajé los tres escalones de madera hasta la tarima flotante sobre las aguas del lago. La imagen de una grulla coronada con su sombrero de plumas anaranjadas le daba un toque de color al ambiente gris del atardecer. La observé en silencio y quietud para no asustarla mientras el perro Twitch, un cocker de negras orejas rizadas, husmeaba entre los matojos de la pradera cercana al pueblo donde cada día salíamos a pasear.

Había decidido el viaje al país anglosajón después de rememorar repetidas veces en la inquietante soledad de mi vida, las escenas de aquel verano de 1991 que comenzaba a ser muy lejano.

En mi mente, los sucesos cruzaban uno tras otro como planos de película usados por mi cerebro para mantener el recuerdo de unos hechos que no deseaba olvidar. Aun siendo unas nostálgicas evocaciones, dejaba libertad a mi corazón para que se alimentara con aquel retroceso de ideas; prefería el dolor del recuerdo al olvido total. El amor es así. Es mejor el sufrimiento a la inexistencia de afecto. De pie, allí, frente al lago silencioso, contemplando la grulla estática en un remedo de quietud como si fuéramos dos seres de la misma especie, recordé otros tiempos, otro lugar, otro país.


Calentaba el sol aquella tarde septembrina. Mi vestido floreado de suave seda, se inflaba con el viento del atardecer que con dulce caricia comentaba en mis oídos sin palabras audibles el final del verano. La ilusión por reunirme con él era auténtica, expectante. Después de tanta insistencia por su parte para conseguir un encuentro que yo postergaba, acepté en aquel último intento, con la idea fija en la absoluta comprensión de su interés sincero por una seria relación que nos uniría para siempre. Yo era así, de ideas extremas. O todo o nada. Y después de tanta obstinación por su parte, me decanté por el todo.

Iba a la cita dispuesta a ofrecerle mi amor, aquel amor tan solicitado durante un tiempo en el que no desfalleció su esperanza aun siendo mis negativas constantes. Ahora, había tomado una determinación. Sin analizar el cambio de actitud, estaba segura de que la solución se encontraba solamente en mi decisión y yo me había dicho a mi misma: ¡Sí! No cabía la menor duda. Y fui a la cita firmemente convencida de la consecución de aquel amor, sólo porque yo lo había decidido así. Pero no contaba con las resoluciones ajenas que juegan un papel importante en la trama de nuestros destinos. No basta con las propias sentencias, en un análisis general del suceso, hay que contar, también, con los pensamientos y deseos de terceros y ahí es donde mi exclusividad mental, se equivocó. Una mente más astuta y menos arrogante que la mía, aprovechó la oportunidad, esas oportunidades inquietantes, un poco rastreras que utilizan las debilidades de nuestras personalidades para ofrecerse a otros y no perder el propósito del cometido de su existencia.

Llegué a la cita con la sonrisa en los labios, orgullosa de mí misma. De mi belleza, de mi estrategia, de mi decisión en el momento adecuado…, inmersa en un manojo de seguridad. Estaba allí porque así lo había planeado, yo organizaba mi destino, no se lo permitía a nadie más. Era el momento exacto de aceptar y nos uniríamos para siempre. Sin embargo, el poderoso azar, fuerte, implacable, se reía a carcajadas. Junto a él, estaba ella. Insignificante, gris; su amago de sonrisa demostraba inseguridad pero su mano asida fuertemente a la suya, absorbía a bocanadas la seguridad sobrante que exhalaba. La contemplé como si fuera un parásito robando toda su energía. Su apariencia sumisa no me engañó, percibí como se apoderaba de manera soterrada de todos sus pensamientos y conclusiones, me veía obligada a claudicar, no tenía alternativa. De manera taimada, aquella mujer desconocida, había vencido mi orgullosa certidumbre. La última oportunidad de mis aspiraciones sentimentales se escapaba de mis manos hacia otras simples e ineptas pero más sagaces, en un amago de burla cruel. Entonces fui consciente de mi presunción, había llegado tarde, y abatida mi soberbia, lo miré. En sus ojos leí primero odio, luego triunfo y al fin una inmensa tristeza. La rueda de la vida giraba y giraba ajena a nuestros sentimientos, unos de venganza, otros de arrogancia. El tiempo de las oportunidades corría sin parar y se perdía en la lejanía. No hablé, di media vuelta y me retiré de su vida para siempre.

Ahora estaba sola, viajaba para mantener a raya ese frío desamparo que ocasiona la falta de compañía y allí estaba, frente a la charca rememorando las oportunidades perdidas, esas coyunturas imperceptibles de la vida que si se dejan escapar, se deslizan envueltas en su capa negra mientras dejan oír su risa cruel, en busca del primero de esa larga fila que espera en las puertas de los caminos de la vida, la ocasión insospechada de conseguir sus deseos.

La grulla coronada cerró las plumas anaranjadas de su cabeza en una forma que a mi me pareció levantaba el sombrero en un saludo de despedida y emprendió el vuelo tiñendo el cielo gris con un arco iris de color para alegrar la tristeza de la neblina que comenzaba a cubrir el paisaje de la pradera mientras se apropiaba lentamente de las almas.

Comenzaba a anochecer, hacía frío. Me arrebujé en la cazadora acolchada y caminé por los senderos de tierra de la hermosa campiña inglesa de vuelta a casa. Twitch, el cocker negro, se adelantó venteando el aire nocturno. Finalizaba otro día…

Un relato que se lee con delicia. El final que vuelve a la imagen de Twitch del primer párrafo cierra con un final pintado.
Saludos.

Agradezco tu comentario,amiga mía. Me gusta finalizar mis escritos retomando un momento del principio, obligando de alguna manera al lector, a que preste atención a detalles olvidados. En este caso, la compañía del perrito. Es como juntar todas las secuencias en una y recordar el conjunto. Bueno eso es lo que pretendo. Ua especia del "flasback" inglés o restrospección en español pero a un nivel muy simple.
Gracias por fijarte en ello.

Xanino, mi saludo afectuoso.

Ha sido un agradable lectura que me ha entretenido. Agradable en esa campiña con tu pequeño acompañante. Lo he disfrutado. Es como tantas cosas que pueden pasar a nuestras vidas, siempre hay un refrán para estos momentos en que nos 'roban' de esta forma el destino, pero no creo que esto pase cuando nos empeñamos a echarle cabeza a las cosas, es que debía ser así. Mi madre tenía una frase: "Lo que nos tiene que pasar, pasa" O, viceversa: "lo que nos espera siempre sucede, es ineludible" y añadía: "para qué sufrir si tenía que ser como estaba dispuesto, por algo será/fue..." Luego suspiraba y seguía en sus cosas tan feliz, por más duras que fuesen, eso nos daba tranquilidad.

Un abrazo. Es muy bueno el relato y los detalles parece que les vemos.

Elisa

Mira Elisa, yo estoy muy de acuerdo con tu madre,creo que lo que tiene que suceder, sucede y cuando no, no sucede por más vueltas que se le de; aunque todo ésto parezca la verdad de Perogrullo, ese que a la mano cerrada la llamó puño... pero así creo que es.
¡Gtacias por leerlo, amiga.

Se lée muy bien tu relato ,es una delicia; adémas lleva implícito una lección que te deja reflexionando...
El vocabulario es muy rico y variado.
Me encantó cuando escribes las palabras :septembrina y arrebujé...para mí dos palabras desconocidas.

¡¡Abrazos de flores!!

Gracias amiga. Es bueno dar a conocer cosas nuevas, en este caso, palabras. Acojo tus flores con placer. Un beso.