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 El Test de Klausbenteen (Seis)

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animalSON
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MensajeTema: El Test de Klausbenteen (Seis)   El Test de Klausbenteen (Seis) Icon_minitimeJue Jul 23, 2009 12:49 am

El Test de Klausbenteen (Seis)


La reputación del alcalde Francesco Dante se encontraba entre las primeras de las listas. Al menos de las listas de corrupción. Era de esas personas que no poseía la habilidad de ser agradable, ni de fingirlo. Desde que su mandato había iniciado, muchas cosas habían cambiado en el mundo, pero esa idea del “voto popular” no le gustaba nada. Por ello había inventado su propia democracia, que se basaba en ganar siempre las elecciones más allá de lo que la gente eligiera. “La gente no sabe lo que quiere” decía.


-¿¡Cómo dice!? ¿¡Que la mitad del pueblo ha desaparecido!?

-Bueno… No literalmente, señor. Quiero decir, que se han ido.

-Ah, claro. Se han ido, pero ¿A dónde? La gente no se va así porque sí de sus pueblos. Tienen vidas, familias, empleos ¿De qué locura me habla?

-Bueno… Eso de los empleos, habría que revisarlo, señor. Los datos indican que en la última semana los obreros en las fábricas textiles y diferentes rubros han renunciado en un ochenta por ciento.

-¿¡Pero usted me vio cara de idiota!? ¿¡Para qué les pago!? ¿¡Por qué no me avisaron antes de esta situación!?

-Estemm. De hecho le enviamos una decena de telegramas, señor.

-¡Bah! ¡Paparruchadas! Y dígame, usted ¿No probaron amenazando?

-Sí señor. Probamos todo, pero nada da resultado. La gente parece demente. No les preocupa nada, andan revoloteando por la ciudad, como enamorados. Y siguen emigrando.

-¿No se tratará de alguna nueva droga? ¿O sí?

-Puede ser señor, parecen dopados. No se nos había ocurrido.

-¿Y entonces? ¿¡Por qué sigue ahí parado!? Incompetente, vaya a averiguarlo y déjeme terminar la cena.

El secretario se retiró por donde había entrado de la oficina del alcalde Francesco. Con la delicadeza que lo caracterizaba –poca-, el alcalde continuó engullendo su pata de pollo mientras pensaba en la reciente noticia. Se acercó entonces al gigantesco ventanal de su oficina, por donde acostumbraba a observar las manifestaciones que se perpetraban frente a la alcaldía. Pero para su asombro, nadie estaba protestando en la calle.

Regresó a su ridículamente grande sillón de alcalde y se sentó dispuesto a redactar una carta. Abrió el cajón de la derecha para tomar pluma y papel, y ahí la vio. Una hoja blanca llena de letras manuscritas. Hizo memoria y recordó: su esposa actual –la quinta-, le había visitado con una actitud muy extraña el día anterior. Lo extraño de la actitud era que no le había pedido dinero, simplemente se había limitado a dejarle esa hoja. Miró el reloj, levantó los ojos unos segundos, suspiró, y tomó el papel con intención de leerlo por arriba. Es que no podía creer que su mujer, a quien le representaba un gran desafío encender una hornalla, hubiera leído algo. Tenía que ser algo muy bueno, y muy básico. Entonces, leyó el título: “Test de Klausbenteen para la falicidad”. Minutos después, y líneas más abajo, paró de leer en el punto final.

Al día siguiente, el alcalde Francesco Dante, quien era sabido tenía una fuerte alergia por las personas, fue visto caminando abrazado con un grupo de obreros, mientras se alejaban de su pueblo por la carretera.




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