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 François

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MensajeTema: François   François Icon_minitimeDom Jun 28, 2009 3:44 am

François


Dos horas pasada la medianoche marcaba el reloj sobre la mesita de luz. De eso tomó cuenta François al despertar, sin felicidad alguna, escuchando el implacable timbre del teléfono junto a la cama. Es preciso aclarar lo estridente del sonido, ya que François no era un hombre de sueño liviano, pero este timbre cuasi alarma avivaría a cualquier alma que se hallara veinte metros a la redonda del ahora llamado: aparato infernal.

Vaciló tres segundos mientras sus pupilas se ajustaban a la nueva iluminación, y tomó el tubo con odio. El mismo odio de una persona con dos meses de insomnio, que al fin logra por un par de horas descender al inframundo del inconsciente y los sueños, y es interrumpido por el chirrido eterno del aparato infernal. Ese odio.

-Monsieur François, disculpe la interrupción. Mademoiselle Madeleine le está esperando en la recepción –la voz del recepcionista, más molesta que nunca.

Pensó. Madeleine. Hermosa, joven, inmaculada, tez clara y voz suave con nada comparable. Y sus ojos… sus ojos…

-¿Monsieur? ¿Está usted ahí?

-Oui –dijo apenas, como su garganta reseca le permitió –Ahora bajo.

Colgó el tubo rearmando así el aparato infernal, ya no tan infernal. Ahora despabilado, pensaba en Madeleine y en su ropa. Sus ojos, no se volverán a repetir, no señor. El azar no provocará nunca más ojos así en ningún otro ser. Mi camisa blanca de seda, por favor al fondo de la valija no…

A pesar de haber llegado cinco días antes, François aún no desarmaba la valija. Seguía creyendo que se iría de un momento a otro. Y se mentía.

Arrojó las prendas de arriba con total descuido y sin pensar en consecuencias futuras, sólo quería su camisa blanca de seda. Hay Madeleine, esa boca. Pero… ¿Qué estoy pensando? Soy un viejo libidinoso, podría ser su padre. O su abuelo ¿Su abuelo? No creo, tendría que calcularlo ¡Aquí está!

Se colocó la camisa casi al mismo tiempo que los pantalones negros. Luego se peinó y calzó los zapatos de cuero a la vez, como sólo él podría lograrlo en tal situación. Tomó el saco doblado al pie de la cama, lo colgó sobre su hombro derecho, llaves, billetera, y afuera.

En el corredor, mientras esperaba al ascensor, recordó que sólo debía llevar a la muchachita hasta la casa de una amiga. Se avergonzó por tanto escándalo para estar bien presentable, nada más iban a compartir unos minutos en su auto. Y él había insistido demasiado en llevarla en la cena de la noche anterior.

La cena de anoche. Qué escándalo habré hecho, espero no mucho. Qué resaca tengo dios mío. Lo notó al darse cuenta que veía dos botones para llamar al ascensor.

Demoró quince segundos en bajar desde el cuarto piso hasta el lobby del hotel. Los controló con el Rolex en su muñeca izquierda. De paso vio la hora: Dos y diez. Espero no se haya impacientado.

Un <¡CLIN!> para que las puertas se abrieran hacia los costados. A él le pareció en cámara lenta, cuando se asomaba la figura envuelta en rojo sangre de la preciosa, ahora más preciosa que en los recuerdos, Madeleine. Parada en el vestíbulo, giró a modo de película barata, mirándolo mientras sus largos bucles volaban por el aire que ella misma cargaba de perfume fino.

-Madeleine –Dijo mientras recogía su mandíbula del piso y secaba la saliva con el pie para que nadie resbalase.

-Hola François, espero no haberte despertado –su voz era normal, pero en los oídos del hombre era un conjuro –Es que insististe tanto… -continuó.

-No, para nada. Estaba viendo un combate de box.

Su rostro de papa con cascara y voz de lija gruesa no confirmaban su coartada, pero nadie dijo nada y se encaminaron a la salida. Él quiso tomarle la mano con disimulo, pero ella lo evadió con maestría y sutileza.

La casa de la amiga de Madeleine distaba a unos treinta quilómetros. Quizá menos. Pero el Porsche Turbo azul zafiro de François rodaba con facilidad a doscientos ochenta kilómetros por hora, así que esa distancia no era sinónimo de tiempo.

La noche estaba cargada de chispas. El cielo refusilaba ofreciendo un espectáculo impresionante, pero la lluvia se hacía esperar, como demorándose para su entrada gloriosa y llena de cólera. Faltaba poco para que los nubarrones no soportaran la tensión y reventaran.

Mientras tanto, el bólido deportivo ya avanzaba por la autopista a velocidad prudente, restando quilómetros a su destino. François consultó una vez más a los casi diez mil dólares en su muñeca, que marcaban las dos y media.

-¿Cómo va el libro? –rompió el silencio de veinte minutos Madeleine.

-Bueno… No va, aún –respondió y se lamento François el no haber iniciado otro tema oportunamente –Todavía estoy intentando encontrar las palabras exactas para iniciar.

-Ah… Comprendo –dijo Madeleine sin interés alguno y se limitó a mirar por su ventanilla.

François pisó el acelerador y la máquina respondió aplastándolos contra los asientos. El paisaje agreste que rodeaba la autopista se movía vertiginoso, iluminándose al son de los relámpagos. Las primeras gotas pesadas rompieron contra el parabrisas.

-La siguiente salida a la derecha –se apresuró la muchacha ya que los carteles se acercaban y perdían al instante.

La aguja del velocímetro estaba clavada en doscientos. Y los nervios de Madeleine un poco más alto. François tomó la salida cual fórmula uno y en un par de minutos ya estaban en el finca de la amiga.

La jovencita escapó de inmediato agradeciendo el aventón. Cualquier táctica de seducción que François hubiera planeado en el trayecto, se vio frustrada. Aunque la verdad ya había perdido cualquier mínima chance en el lobby del hotel, al espetar su fragancia a vodka por todos lados.

-Hasta pronto, bella –dijo bajito mientras apretaba los dientes.

Se sintió usado. Soy un idiota ¿Quién me manda a mí a hacerme ilusiones con una niña? ¿Por qué no me quedé durmiendo? Vaya a saber Dios ¡Y qué resaca!

Pisó a fondo y salió expulsado como cohete, de vuelta hacia la autopista. Tomó la rampa de acceso y aceleró la marcha. Su estado no era ni mucho menos apropiado para conducir, ebrio, dormido, y enojado. Y menos ahora, cuando el cielo estalló y una cascada comenzó a caer a la tierra. El sonido del diluvio rompiendo en el asfalto opacaba incluso el del motor acelerando a fondo.

Imágenes de la noche anterior le vinieron a la mente. Se había organizado una fiesta en el salón del hotel, y al enterarse que un prestigioso escritor estaba parando allí, decidieron invitarlo. Entonces conoció a Madeleine y a un par de personas más que ya había olvidado. De nuevo la resaca. Colocó la quinta marcha y hundió el pedal. El marcador indicaba doscientos treinta.

Al borde de la calzada, otro borracho intentaba respirar bajo la arremetedora tormenta que le caía sobre el cuerpo echándolo abajo. Durante medio segundo le pareció ver una luz pasar junto a él, cortando la lluvia. No estuvo seguro, pero el bólido siguió avanzando.

François miró hacia la guantera abierta y vio una edición vieja del “Le Parisien” que llevaba consigo desde hacía unos meses, para alimentar su ego, que de por sí ya estaba bastante gordo. Le habían dedicado una carilla completa con motivo del éxito de su última novela: “FRANÇOIS CLEMONT: RETRATO SALVAJE” decía el título en letras gruesas, con reportaje y foto debajo. Luego de esto, todas las editoriales de París corrían tras él para editarle el próximo libro; el que hacía cinco días le esperaba en la habitación del hotel con su primer página en blanco, invitándolo a comenzar. Mordió fuerte.

Sexta marcha. Doscientos setenta kilómetros por hora, y los ojos de François casi cerrados. De pronto le vino la imagen de su amigo André sermoneándolo:

-Hazme caso François, yo sé lo que te digo, amigo. Piérdete unos días. Al campo, conozco un lugar en una estancia excelente: “Le Campagne” un hotel cinco estrellas. Allí, en contacto con la naturaleza, el aire puro, los animales, te vendrán nuevas ideas, nueva inspiración. Debes salir de París por unos meses, esta locura de la ciudad va a terminar matándote…

El impacto atroz le hizo volver a la butaca del auto y abrir los ojos tan grandes como nunca. La curva estaba allí, pero el Porsche continuó recto deshilachando el guardrail; siguió dando tumbos colina abajo, comenzó a volcar frenéticamente despidiendo partes de todo tipo por el aire, y por último se incrustó haciéndose un ovillo trescientos metros más allá, en la banquina de una chacra. El estruendo de la lluvia noctámbula y salvaje apagó todos los sonidos y señales…


Al unísono del trueno, se despertó de un salto recostado en su habitación, tan impersonal como la de cualquier hotel. Un relámpago encendió todo el lugar atestándolo de sombras espectrales. El sudor se le abría camino entre los pliegues del rostro estupefacto, desprolijo. La respiración, tan agitada como su pulso. Se quedó sentado un instante, tranquilizándose de a poco. Miró en todas direcciones, y se palpó el pecho. Mi Dios, qué broma más cruel. Consultó su Rolex que indicaba las tres menos cuarto, y el segundero no corría. Observó el despertador digital de números rojos en la mesita de junto, marcaba las cuatro. Maldito desgraciado, me estafó. Reloj de porquería. Y pensó en el dinero que había invertido en esa bazofia. Rolex… cómo no.

Desvelado, se lavó la cara y tomó un trago de agua. Se detuvo junto a la cama pisando la ropa desparramada, y se acercó a la ventana que daba al parque verde; la tormenta arreciaba sin compasión. Recordó la pesadilla, y los ojos se le iluminaron. Entonces corrió hasta el escritorio, encendió su laptop, abrió el procesador de textos, y comenzó:

“La tormenta arrecia sin compasión. Los relámpagos proyectan sombras danzantes de arboledas y edificios abandonados. El coche avanza a velocidades inhóspitas…”

Un sonido extraño le hizo voltear de repente. En total oscuridad, la luz blanca de su ordenador portátil apenas dejaba ver su cara. Le pareció oír un llanto a lo lejos, en el corredor. Y ahora, los truenos de nuevo. Se volvió y prosiguió escribiendo:

“El conductor comienza a dormirse al volante, cuando de repente…”

Otra vez el llanto, pero más intenso y claro. Se levantó molesto de la silla y abrió la puerta. Miró hacia ambos lados, pero nadie estaba allí. Inhaló profundo sin perder la clama, y volvió a su lugar.

Continuó entonces hasta las siete de la mañana, escribiendo sin detenerse, casi delirante, colmado de inspiración y acompañado por la borrasca. Pero sus ojos le pedían descanso, y se desplomó sobre el cómodo colchón de doble plaza, entrando en un profundo trance.

Abrió los ojos. Lo primero que notó fue que ya no llovía, y al mirar por la ventana conoció una noche hermosa, con un firmamento plagado de puntos blancos. Pero la luna miraba hacia la otra ala del hotel. Ya de noche ¿Cuántas horas dormí? Bueno, pero qué bien me siento hoy ¡La historia!

De regreso en su computador, y sin perder un segundo, se sumergió de inmediato en su mundo creado. Las horas corrían constantes y François se encontraba cada vez más inmerso en su texto; jamás en su vida había estado tan inspirado. Parece que el consejo de André me sirvió, después de todo. Pensó y sonrió recordando a su amigo.

Horas más tarde, cuando su espalda ya no le permitía seguir sentado sin un recreo, tomó el teléfono para pedir servicio a la habitación y comer algo. No había tono ¡No hay tono! ¡Mierda!

Ahora en la toilette, se relajó unos minutos y dejó correr el agua para preparar un buen baño. El sonido de la puerta principal abriéndose y cerrándose se oyó tras él.

-Ya era hora –dijo el escritor suponiendo al servicio –Pero la próxima golpee antes de… -mientras daba media vuelta se percató de que no había nadie. Salió del baño, atónito, y miró alrededor. La computadora estaba apagada. Yo la dejé encendida…

La luz del dormitorio se enciende de pronto. François se congela y abre los ojos de par en par. Tranquilo. Se dice. Escucha sonidos de pasos por doquier. No, tranquilo, es tu imaginación, otra pesadilla. No hay que alarmarse. Pero cuando la canilla de la bañera se cierra tras él, la alarma no se hace esperar.

Corre desesperado hacia la puerta e intenta abrir. Cerrada ¡Cerrada! Grita. Una voz espectral retumba entre las paredes: “FRANÇOIS” se oye lúgubremente. El escritor pierde la cordura e intenta derribar la puerta sin remedio ¡AUXILIO! Grita entonces. De nuevo la voz de ultratumba se hace eco en la habitación: “FRANÇOIS ERES TU”, espeta. Sin consuelo y temblando de rodillas en el piso, François ve como la valija comienza a levitar, junto con las sábanas de la cama que se sacuden solas. Con el espanto circulando en sus venas, y ya sin un dejo de lucidez, el desdichado hombre se avienta estrellándose contra el cristal de la ventana y cae al vacío desde el cuarto piso.


-François ¿eres tú…? –El estallido del vidrio interrumpe a Madeleine que se acerca aprisa desde el baño -¿Qué fue eso? –pregunta pasmada a André que acomodaba la cama y la valija.

-¡Uy! No lo sé. Reventó la ventana de repente –respondió el muchacho –Deben ser los cambios de temperatura –dice encogiéndose de hombros.

-¿No te pareció oír una voz?

-Uhmm lo dudo, Madeleine. Mira, se que todo esto de François y el accidente te tiene sensible. Comprendo que casi caes con él...

-Sí, tal vez, sólo me pareció oír algo. Será mejor que no le dé importancia –dijo la joven mientras guardaba la laptop.

-Así es. Por cierto, gracias por venir a ayudarme, hubiera sido muy duro para mí solo. Parece que al fin y al cabo sí había comenzado a escribir el muy desgraciado, se lo traía escondido –suspiró André y se hizo un silencio –Bueno, terminemos con esto y larguémonos de aquí.

-Bien dicho.


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MensajeTema: Re: François   François Icon_minitimeDom Jun 28, 2009 8:20 pm

Guau que historia,me atrapo como una pelicula,tiene de todo, escenas de atracción fisca, suspenso, misterio,tiene acción..ja tiene de todo.
Te quedo muy buena.
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MensajeTema: Re: François   François Icon_minitimeLun Jun 29, 2009 12:53 am

Buen cuento compañero,un juego de planos muy bien logrado.
Una narración por momentos con un tinte de humor que la hace muy accesible.

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En busca de la Fortuna.
Marioes.
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MensajeTema: Re: François   François Icon_minitimeLun Jun 29, 2009 1:15 am

Guauuu! Si que me atrapaste compañero. Una historia excelente que te lleva a seguir leyendola. Coincido con Ale, tiene de todo. Un abrazo.
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MensajeTema: Re: François   François Icon_minitimeLun Jun 29, 2009 8:10 pm

De verdad que un relato atrapante, en donde con una narrativa impecable vas jugando con los tiempos y varias dimensiones, y verdad que si, tiene de todo, hasta me quede con ganas de seguir leyendo mas....

Excelente Jorge, un gusto como siempre tus letras,

Un abrazo,

Ignacio
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MensajeTema: Re: François   François Icon_minitimeLun Jun 29, 2009 8:11 pm

TA BUENO,ME GUSTO,LO LEI FACIL,AUNQUE AL FINAL ME ENTREVERE UN POCO,¿SE SUICIDAN LOS FANTASMAS?,JA
ME RECORDO A UN CUENTO "LOS OTROS",QUE TAMBIEN ES ASI.

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MensajeTema: Re: François   François Icon_minitimeLun Jul 06, 2009 8:33 am

Una historia llenita de misterio... me dejo sin palabras. cyclops
¡¡Muy buena!!

Saludos.

María
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MensajeTema: Re: François   François Icon_minitimeJue Jul 09, 2009 12:27 pm

Muy buena animalson, haces un lindo juego entre el romance y la muerte.
Me gusto.
Un abrazo
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MensajeTema: Re: François   François Icon_minitimeSáb Mar 17, 2012 1:50 pm

Raid de agradecimientos Dom Jun 28, 2009 3:44 am

8 Gracias ------> Ignacio Araya D
8 Gracias ------> Mateo
3 Gracias ------> Alenairam
7 Gracias ------> Marioes
5 Gracias ------> tequendama
2 Gracias ------> liel
2 Gracias ------> Nomade


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MensajeTema: Re: François   François Icon_minitime

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