DESTACADOEsta historia es verídicaMis sueños una vez más llegaban hasta mí para torturarme.
Salí de mi casa y al pasar por la de mi vecina, vi que había personas con la espalda hacia la calle, entré a esa casa y en la sala me dijeron:
—A Lucía la mató ese joven que está ahí—
— ¡Cómo!—
—Ella venía de una fiesta a las cinco de la mañana—
Salí de ahí hasta el patio de mi casa, cuando supe que Lucía venía detrás de mí para decirme:
—Necesito dinero—
Sabía que estaba muerta y para quitármela de encima le dije:
—Voy a comprar unas sandalias—
De esta manera ella no me siguió.
Pocos días después observaba a Martha barriendo el andén de su casa y me pregunté:
— ¡Cómo contarle el sueño que tuve!—
—Debe ser alguna familiar suya que va a fallecer, pero no puedo decirle nada—
Tres meses después, me alistaba para bañarme, cuando sentí que un carro frenaba en la puerta de mi casa y escuché que las puertas se abrían y unos pasos se aceleraban.
Mi curiosidad me llevó a asomarme. Vi entonces una ambulancia y una camilla que bajaban dos hombres de blanco y se disponían a entrar a la casa de Lucía.
—Pobre Lucía, debe ser una crisis de droga de su hijo—
Para mi sorpresa, veo que Lucía sale sobre la camilla tendida y el color de su piel es cadavérico.
Hacia las diez de la mañana un vecino tocó la puerta de mi casa y compungido me dijo:
—Supo que Lucía se cayó por las gradas y queda ¿inválida?—
—No, ¡no puede ser!— dije de inmediato.
Visité dos días después en la clínica a Lucía y en medio de su rigidez logró decirme:
—Necesito dinero—
La tomé del brazo y le dije que no se preocupara que ella estaba afiliada al Seguro Social. A pesar de que yo sabía del accidente, me contó que había regresado a las cinco de la mañana de una fiesta y que equivocadamente se había dirigido a las gradas cuando se suponía que iba al baño.
Ocho días más tarde, esperábamos el regreso de Lucía a su casa y salí un poco más temprano de mi oficina, con el objeto de darle la bienvenida.
Al llegar a mi casa observé carros y gente en el antejardín de la casa de Lucía, pero no vi ninguna ambulancia, ni silla de ruedas.
Al entrar a mi antejardín y dirigirme a la esposa de su hijo mayor para preguntarle si a ella ya la habían traído, me dijo:
—Lucía falleció esta mañana después de tres infartos cardíacos—
Me despedí como pude, entré a mi casa y me senté en un sillón de la sala y observé que ese día, estaba estrenando unas sandalias que había comprado.
En medio de mi angustia lloré y pedí no se a quién, que por favor no volviera a tener sueños de esa índole.
Me quedó la duda si el accidente fue como se dijo, o su hijo drogado y en medio de una discusión, la empujó por la grada…
— Qué autoridades competentes me podrían creer que lo único que no se cumplió del sueño, ¿fue su asesinato?—
Ethel, marzo 2008