De algo le servía haber sido electricista, subió al poste de la luz y desde allí la cortó.
Entró a la casa sin problemas. Era noche cerrada.
En el living encontró los tres cuadros, uno mostraba a un anciano chino con un niño, otro un colorido grupo de globos aerostaticos y montañas nevadas, el tercero era un campo de trigo, dos bueyes y un campesino.
No veía valor artístico en ellos, pero su misión era robarlos. Le iban a pagar muy bien.
Los quitó de los marcos, los envolvió uno por uno, los guardo en tubos y luego en su mochila.
Salió lentamente, a unas cuadras estaba su coche esperándolo.
Llegó hasta una elegante casa. Un hombre, lo hizo pasar hasta la biblioteca. Sin mediar palabras extrajo las pinturas. Se calzó unos extraños anteojos que parecían catalejos, una luz los iluminó, contempló las obras.
Una sonrisa se fue dibujando en su cara, le pasó los anteojos y él observó tres maravillosas obras de Van Gogh, campos y girasoles en diferentes versiones.
Se quedó sin palabras.
-Mañana un especialista va a “lavar” la actual pintura.
Sacó del escritorio un abultado sobre y se lo entregó.
-Gracias, en unos días volverán al museo, ese es su hogar.