CAMINATAS CITADINAS
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La ciudad comenzaba a iluminarse abriendo sus ojos para recibir a la noche.
Una brisa suave atravesaba las esquinas. Los habitantes del centro podían adivinar su mensaje que llegaba desde la barranca circundante. Ella se detuvo. Sin embargo... ¿Podría evadirse de aquel destino? Creía percibir en el aire la danza de un Silfo, que viniera acompañándola desde su emigración de la sierra a la ciudad... Presentía su voz...
—“Nunca me has conocido con realidad— le dijo el silfo— ¿Sabes lo que es el silencio de los hombres? Cuando esta sangre que inunda las calles se apaga por completo, entonces nuestro himno de silfos es el más poderoso ¿Podrías resistirnos? ¿Sabrías reconocer la hora natural del día, o la época en que deben arrojarse las semillas? Soy un poderoso Silfo y vengo a anunciarme. Te esperaré en mi reino”…—
Ella le respondió:
—“No. No lo deseo, o apártalo por mucho tiempo. Este infierno de calles es mi propio hogar. Un refugio ¿Qué haría en tus montes? Debo emprender sola la conducción de mis pasos. Debo descubrir los caminos de los hombres para hallar el mío ¿Qué sería yo para el mundo, para la humanidad, si pidiera a voces tu esclavitud como mi guía… Por negarme a colocar mi pie en el camino, por mis propios medios?”
—“¡Orgullosa! ...Yo puedo guiarte”— díjole el Silfo
—“No es tiempo, necesito este amparo de la ciudad”— replicóle ella
—“Te brindaré mis cantos”
—“No es tiempo aún. Mi ciudad todavía no ha perdido toda el aroma que le brindó por siglos, la vecindad de tu sierra. Y en sus contornos aún se perciben tus cantos ¿Y si los hombres reunidos creáramos una nueva naturaleza? ...Podría yo ayudar a intentarlo”
—“¡Caprichosa! ... ¿Por qué me rechazas?”— insistió el Silfo
—“De todos modos me hablas desde muy cerca”— aseguróle ella —“Nuestra urbe se erige rodeada de espinos, detrás de la última casa construida. Y por allí aún reinas ...No... No estoy preparada para resistirte. Aunque de hacerlo regresaría aquí más tarde, para dialogar con mis citadinos, llevándoles un puñado de arena y mica”
—“¡Genio y Figura”
—“Nadie parte con las manos vacías, y tal vez recibas de mí un poco de asfalto ¿Acaso no podrá serte beneficioso?”
Siguió caminando. Varios letreros luminosos circundaban con su colorido extremo, cada una de las esquina. Los citadinos volvían a sus casas del trabajo. Los jóvenes salían a la ventura a beber un sorbo, en una copa bien llena, y alimentar sus mentes ansiosas ¿Lo hallarían? Algunos, es posible. Otros, algo. Otros no mucho. Tal vez un extremo de la fuente. Y el resto volvería con el tiempo la cabeza.
Los ciudadanos cubrían sus calles vespertinas. Una multitud regresaba al hogar. Entre ellos se encontraban quienes ya habían abierto una vertiente. Otros deambulaban buscando el bullicio noctámbulo... Ella continuaba bajo las mismas luces y su mente se agita, ve que otros jóvenes ingresan a clase, las escuelas nocturnas abren a esa hora sus puertas. Otros caminan distraídamente como ella.
Los teatros muestran sus escenarios. Ya no hay ensayos, el día ha concluido y los frutos se demuestran al levantar el telón. La jornada fue larga. El pintor está silencioso y sus colores inundan una pared. Es el día de la presentación. La flauta emite sus notas. Como una imagen de la propia vida, ya no queda tiempo para la improvisación. Los hombres han prolongado con sus luces técnicas, la luz de la naturaleza.
La ciudad tiene sus avenidas blancas. Los letreros guiñan sobre los pasos de los jóvenes. Esta ciudad es un albergue de estudiantes. Algunos propios. Otros próximos. Otros han recorrido distancias. Vienen de todas las provincias y de los países hermanos, que hablan la misma lengua de Castilla.
Es el aura de una gran colmena. Ellos son una fusión. España les trajo un idioma, Europa dejó emigrar parte de su acopio humano, algunos en cambio conservan sus rasgos heredados de la antigua raza india americana. Derribados sus reinos están de regreso, pues la humanidad siempre brinda nuevas esperanzas. El último Inca dejó su palabra inscripta en diálogos, mediante quipus para la América del Sur, que se extiende hacia los hielos del polo antártico. Sufrió la derrota india frente al triunfo de los blancos, donde se advierte que los odios no están superados. La invasión blanca no anuló por completo a la sangre autóctona, pero la sociedad actual es occidental y deben todos asumirla.
Es una ciudad universitaria y por sus calles recibe una multitud, un enjambre, un colmenar formado de estudiantes. Ella recorre esas calles con sus mitos antiguos y sus situaciones presentes, pero siempre embellecida con la esperanza de una nueva aurora, posible para todos..
El silfo no la abandona y camina estático a su lado... aunque ella no lo advierta, pues es su guardián....
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Alejandra Correas Vázquez