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 FABULAS DE LOS ESTUDIANTES - NOVELA (octava entrega)

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Alejandra Correas Vázquez
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Alejandra Correas Vázquez


Cantidad de envíos : 695
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MensajeTema: FABULAS DE LOS ESTUDIANTES - NOVELA (octava entrega)   FABULAS DE LOS ESTUDIANTES - NOVELA (octava entrega) Icon_minitimeVie Sep 04, 2020 4:03 pm

FABULAS DE LOS ESTUDIANTES
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NOVELA
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por Alejandra Correas Vázquez
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FÁBULA  OCHO
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VISITA  NOCTURNAL
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—“Luz ... Luz ... ¿Dónde está tu padre? ¿Por qué vives en esta casa?”— la figura le hablaba con pausada voz

—“Madre mía ... Mi padre está lejos de nuestra ciudad. No importa. Eligió su destino. Lo anhelaba”— contestóle ella

La habitación negra verdosa había tomado un tinte violado, y la nueva figura cobró nitidez ante los ojos de Luz, también lentamente.

—“¿Por qué no te tomaste de su brazo para impedir que se fuera?”— le volvió a decir la figura haciendo más fuerte su expresión

—“¿Para qué? ...¡Oh, madre mía!... ¿Para impedir que cumpliera sus deseos postergados... una vez más? ”

—“Le di mejores alternativas”

—“No para él”

La figura detuvo su paso lento y ligero en dirección a la cama de Luz, y allí quedó erguida con su firme estampa, su belleza congelada para siempre. Y volvió a hablar:

—“Persigue una ilusión vana”

—“No madre. No es vana una propuesta generosa, una vocación incumplida. Puede ahora lograrse a sí mismo ...tanto tiempo postergado. Impediste que él fuera un médico rural, ahora lo es”

Ambas callaron. Madre e hija, una vez más, pensaban diferente.

—“¡Médico Rural! ... Perderá los progresos que desarrolló a mi lado”

—“¿Así lo crees? Yo no. El quiere llevar salud y protección médica a los lugares apartados. Recorrer caminos y ofrecer su presencia real y efectiva”

—“¡Serán muy pocos sus beneficios!”

—“O muy grandes... para él y la comunidad”

Sin lugar a dudas madre e hija, no iban ahora tampoco, a compartir ideas. Pero restaba entre ambas este último diálogo, tardío, pero no imposible. La figura difusa acercóse un poco más a Luz, y una claridad tenue pareció aproximarse hacia ellas. La hija díjole entonces:

—“¡Oh, madre mía! Me resta un sentimiento melancólico  y también pena por ti. Tu belleza, tu elegante cultura... No la hemos olvidado... admitío sus partes positivas”

—“¿Así me recuerdas... Luz de mis ojos?”

—“Así, como un alma divagante y disconforme ¿Viste aquella niña que partió? ¿Aquélla que estaba conmigo antes de que llegaras? Es un ser que lucha. Contradictorio ...sí, en verdad. Sin embargo la naturaleza puede sembrar en ella. Es una tierra abierta, donde ella selecciona a sus semillas”

La madre era ahora una imagen pura, pero alcanzaba a poner un gesto adusto. Su rostro difuso volvióse más pálido por un momento, para luego recobrar su carácter y fuerza de siempre, al dirigirse a su hija.

—“¿No formé acaso un hogar? ¿Por qué lo abandonaste?”— la figura se le acercó

—“Madre... de tu hogar no quedaron sino individuos aislados. Pero nunca lo formaste. Tomaste el anillo de boda para agregarlo a la brillante vida que llevabas, y acoplaste a ese hombre que te amaba como un objeto más. Nuestra casa no era nuestra. Eramos elementos de un gigantesco clan. Como las tribus nómades, sin derecho a elegir la flor propia que nos brinda la tierra”

—“¿Un clan? ¡Mi familia! ... ¿Podía acaso rechazarla?”

—“No rechazarla. Colocarla en su lugar. Andrea y yo hemos vivido limitaciones semejantes”— expresóle Luz

La conversación habíase vuelto tensa y ya no era un diálogo amable. Pero la hija expresaba en ella todo su conflicto guardado. Su desilusión. Su descontento. La madre, conmocionada, díjole:

—“Pero hija ... ¿Es que no crees en la unión de la humanidad?”

—“Madre, no creo en el colectivismo aislado.. Eramos elementos de una gran carpa. Pero la ciudad era más grande aún, y recibía mensajes de todos los continentes. Sin embargo nuestra caparazón estaba dura y vivíamos como en una esfera de cristal, sin esquinas, encerrados dentro de una burbuja. La ciudad crecía y nosotros ignorábamos que los sabios del siglo anhelaban llegar hacia los anillos de Saturno. Nuestros anillos estaban adheridos dentro de la aislada carpa, sujetos a una línea rígida, y nuestro hogar no ofrecía nada al mundo”

En ese vacío, madre e hija contempláronse en silencio. La joven había expuesto sus anhelos, abiertamente, tal como antes no se atreviera a hacerlo.

—“Pero hija ¿Dónde está tu padre? No habita en esta casa ¿Dónde está?”

—“Déjalo. No te diré su lugar. He sufrido al alejarme. Mas era su deseo de que yo permaneciera en la ciudad concluyendo mis estudios. Me ha sido doloroso, sin embargo acepté su decisión con respeto”

—“Siempre le has sido muy adicta”

—“Madre... Vuelve a tu camino. La vida así lo dispuso. Tus años de humanidad ya se cumplieron. Lloré junto a tu ataúd ...  Nadie igualará tu belleza ni tu elegancia....sin embargo ... Tuviste un esposo y una hija, pero no adivinaste nuestras valores. Nos ofrendaste a la carpa y nosotros hemos retornado a la humanidad”

La figura no habló más. El cuarto comenzaba a aclararse. Luz entreabrió los ojos. Era la mañana. La leche bullía en espumas sobre el fuego de la cocina.


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