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 Por un momento soñamos (Capítulos del 15 -17)

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franckpalaciosgrimaldo
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Por un momento soñamos (Capítulos del 15 -17) Empty
MensajeTema: Por un momento soñamos (Capítulos del 15 -17)   Por un momento soñamos (Capítulos del 15 -17) Icon_minitimeDom Abr 05, 2020 4:14 am

Capítulo 15: Una semana inolvidable
Cada día luego de aquel domingo fie realmente muy emocionante.
Se que muchos suelen decir: “una semana inolvidable”, refiriéndose a cualquier semana en la que hicieron cosas divertidas; pero la verdad es que en mi caso si fue una semana que pasaría al recuerdo como la semana en la que me sentí mas feliz, más libre, mas querida, protegida, e incluso amada, que nunca. Y a la vez, cada noche mientras miraba el techo de mi habitación, luego de cortar la llamada, luego de repasar en mi mente el día a su lado, me llegaban aquellas dudas, aquellos temores; que si bien eran propios de cualquier transito emocional tan intenso y emocionante, pues me hacían tocar un poco la realidad.
En esa semana me volví a sentir enamorada. Me enamoré.
Me enamoré de Daniel. No voy a negarlo. No me pondré en aquel tonto plan de no saber para la mitad de la semana que estaba completamente enamorada de él. El solo escucharlo llegar en su camioneta, el solo escucharlo saludar desde la entrada, el verlo sonreír me causaba emoción y hacía que mi corazón latiera. Solo verlo a los ojos y que me sonriera a mi me hacia sentir calor en el pecho y en el rostro. No importaba cuanto mee esforzara por aparentar no ponerme roja, no avergonzarle, era inútil, el sabía que me causaba esa sensación y jugaba con eso.
Me había enamorado sus gestos conmigo. Me enamoró su atención, su preocupación, sus palabras, como parecía siempre atento a mí, a que necesitaba o a que me sintiera bien. Lo que comenzó como un gesto de amabilidad, posiblemente, se convirtió poco a poco en un gesto romántico de afecto hacia mí que no había visto hace mucho para conmigo. Llego un punto en el que realmente no lo reconocí como mi primo: era un hombre que me hacía sentir mucho más querida que cualquier otro me haya hecho sentir. Me hizo ver lo estúpida que había sido pensando que aquel sujeto con quien pase tantos años, mendigando atención y amor, nunca fue la mitad de caballero y no mostró la mitad de afecto y atención que si me mostró el en estas semanas. Me mostró que era capaz de olvidarme de Andrés, de olvidar como se sentía lo que él hacía por mí.
Pronto me di cuenta de que podía enamorarme de nuevo. Me di cuenta de que, con amor y dulzura, con amistad y sinceridad podía lograr abrir mi corazón. Me mostró que por un momento soñamos, que por un momento todo es posible. Cuando caminábamos del brazo, incluso de la mano unas cuantas veces, sin importarnos que nos vieran; me hacía sentir que me cuidaba, que me quería a su lado, que no importaba que haya pasado a nuestro alrededor y con nosotros; lo que importaba es que estábamos juntos y que debíamos aprovechar cada momento.
Cuando me besaba todo a nuestro alrededor parecía desaparecer. Se que suena trillado, típico de una historia de amor, de una mala novela y alguna canción de amor; pero en serio así lo sentía. No se que tenían sus labios o que pasaba conmigo, si era el pecado o lo prohibido, pero me sentía en otro mundo. No fueron muchas las ocasiones en que nos besamos esa última semana; desde que lo mordí, creo que se contuvo; pero las veces en que lo hizo fue como salir de mi cuerpo. Sentía como si me llevara a un viaje fuera de mí. Ese pequeño instante previo en el que te llenas de miedo, de emociones, de ansiedad y piensas si esta bien o no, desaparecía. Sentía sus brazos a mi alrededor, el calor de su respiración, su calor, sus latidos que Casio rompían su pecho y que se mezclaban con los míos y me dejaba llevar.
En varias ocasiones se me quedaba mirando como idiota. Me miraba y me miraba mientras hablábamos, o mientras mirábamos una película en la televisión, leyendo en la sala o cuando simplemente estábamos en el parque mirando el rio, o sentados en una roca en el bosque.
—¿Qué? —le decía yo.
—Eres muy hermosa —me decía.
Algo en mi pecho se encendía. Volvía a ser una chica tonta otra vez. Algo que pensé que jamás volvería a sentir por alguien más. Una chica tonta y enamorada. Una chica que se deja llevar por un instante. Se sentía bonito, era tierno verlo con su cara de tonto. Era lo que me decía que el sentía lo mismo. Aunque no me lo dijo, no fue necesario; por que tampoco yo hubiera sido capaz de decírselo.
¿Era necesario de todas maneras? Podría pensar que sí, pero la verdad es que no. Hubiera sido tonto. Un desperdicio de emociones. Creo que en el fondo ambos sabíamos que los días pasaban y que debíamos vivir estos seis días que nos quedaba como quisiéramos. Dejarnos llevar, engañar al amor por un instante. Soñar juntos, decirles a nuestros corazones que esto no durará para siempre, que se dieran el lujo de perderse en lo que íbamos sintiendo, confundirme, enfadarse, sufrir, latir como nunca. No había tiempo para el reproche, no había tiempo para analizarlo con la lógica que nuca lleva a nada. El amor no es lógico, el amor no es así. Esto tampoco era amor. El amor es otra cosa.
Esta ultima semana no existió pasado, no existió futuro. Mientras estuve en sus brazos, mientras nos entregamos a lo que sentíamos, solo existía el ahora. Nuestra fantasía, nuestra angustia por hacer eterno cada minuto. Esta semana fue realmente la mas bella que había vivido en varios años. No lograba recordar cuan feliz y a la vez cuando frustrada me sentí. Jamás había sentido esta felicidad y esta desdicha, no había renegado tanto por mi apellido. Porque, si el no fuera mi primo, la felicidad sería completa.
Me quedaría en Santa Laura, conseguiría un traslado al hospital del pueblo. Me quedaría con él. Viviríamos felices, madurando el amor día con día. Pasaríamos las tardes juntos, las noches haciendo el amor. Los fines de semana todo el día juntos. El me daría todo el amor que ahora es imposible, yo me entregaría a el cuando y como nos naciera de lo mas profundo de nuestros cuerpos. Nada nos daría miedo. Pero no es así.
Los días pasaban, pronto nos quedaban menos horas. Las fantasías y las ilusiones se iban volviendo mas fuertes, mientras las distancias se iban haciendo cada ves largas. El miedo se apoderaba de mí. Ya las noches no terminaban con suspiros y deseos de que sea mañana. Ahora el deseo en mis manos, en nuestros abrazos, en nuestros besos tenían un sabor a detén el tiempo. para las horas, quédate siempre aquí.
—No quiero que sea mañana —me dijo mientras me tenía fuertemente entre sus brazos. Nos encontrábamos en el bosque, cerca al lago, mirando las estrellas.
—Tampoco yo —respondí, acurrucada a él.
Sentí su suspiro, profundo, penetrante.
—Aun faltan dos días, pero daría lo que fuera para que no llegara. Daría lo que fuera por que te quedaras aquí.
Suspiré también. No dije nada. Sabía que no me pediría que me quedara. No podría hacerlo, sería mas duro el momento de partir, el momento de estrellarnos con la realidad. No dije nada, solo me acurruque a él, alimentando el sentimiento de cariño y afecto que nacía entre nosotros. Sentí sus brazos apretarse contra él, sentí su calor, sentí su amor.
Las noches poco a poco se hacían más largas y perdieron la magia de la fantasía. Se volvían los pocos momentos realistas, en los que, acostada en mi cama con el libro entre mis piernas, me ponía a pensar. Me cuestionaba, me criticaba. Yo misma no me entendía. ¿Por qué no romper con la hipocresía? ¿Por qué seguir fingiendo que no somos mas que primos? ¿Por qué seguir bajando la cara cuando veo a mi tía? ¿Por qué seguir fingiendo que no estaba haciendo algo malo? ¿Por qué no aceptar que estas cosas pasan? ¿No sería la última que se enamora de su primo? Mi tía sospechaba, era evidente, pero ella jamás me diría nada. Me sentía avergonzada, pero no podía decir nada. Estaba segura de que nos había oído. Nunca me dijo nada.
Luego de las largas llamadas en que reíamos, donde hablábamos de cosas que cara a cara eran algo complicadas y nos decíamos que nos queríamos; al cortar, me estrellaba con la realidad. La fría y solitaria realidad. Cada ves había menos tiempo, menos sueños, menos historia de amor. Las palabras de Soledad retumbaban siempre a esas horas. Se había convertido en la voz de la razón por un instante en mí. Era ella quizá la única que hacía que no me dejara llevar completamente por esta fantasía, por esta emocionante historia de amor, era mi ancla que me hacía detenerme un instante antes de entregarme por completo a lo que podría ser tanto lo mas bello que he vivido como lo mas doloroso que me podría suceder.
No recordaba haber disfrutado tanto una caminata por el parque o por el bosque cerca del rio. No recordaba la última vez que disfrute tanto ver una película en la televisión comiendo canchita y riendo. Había olvidado lo que se sentía sentarse y beber vino con un hombre, conversando de todo, riéndonos de todo, conociéndonos un poco más; profundizar en nuestras emociones, nuestros pensamientos, temores; dejarnos llevar por la desinhibición y perder miedos y vergüenzas, ser quienes somos sin vergüenza y sin reproches. Había olvidado que podía despertar el romanticismo en un hombre, para que sea capaz de poner música suave para nosotros, bajar las luces y de la mano llevarme a sus brazos y bailar.
Aquella noche en su casa fue una noche muy romántica para mí. Fue la última noche que pasé en Santa Laura. Fue una noche que no vamos a olvidar jamás. Esa noche la luna salió hermosa, gigantesca, era para los dos, un regalo que desde su balcón la podíamos apreciar. Jamás había sentido el vino tan dulce, jamás había sentido unos labios tan apasionados y jamás… Jamás me habían hecho el amor así.
Despertamos juntos y sonreímos. No nos dijimos nada más.
Fuimos a desayunar a la cafetería de siempre, bebimos café; conversamos, reímos y luego le llevamos el desayuno a mi tía. Ella no nos dijo nada. No se si sospechó de lo que pudo haber pasado, no se si ella simplemente actuó como esperábamos que lo hiciera, no lo sé. Solo se que esa mañana me sentía casi tan feliz como triste. Feliz por que luego de mucho me sentí mujer, me sentí amada y hermosa, especial; triste por que me quedaban pocas horas para irme, y como dijo Daniel: sin saber cuándo volveríamos a vernos.
Mi tía estaba mucho mejor de sus piernas. En esta oportunidad quiso cocinar ella, me dijo que prepararía algo delicioso para agradecerme la visita y todo lo que le ayudé. Insistí en que no era necesario, pero ella no me dio oportunidad. Daniel me dijo que me llevaría a la estación en la tarde. Se quedó con nosotras el resto del día. Almorzamos juntos, converse con mi tía, nos reímos mucho. Daniel me ayudó a empacar y a llevar mis cosas al auto.
Ya no quedaba mucho para irme.
Odio las despedidas, las odio.



Capítulo 16: Un momento difícil
Daniel me esperaba en la camioneta, había llevado mi equipaje y las cosas que llevaría a casa. Yo me despedía de mi tía en su habitación. Se encontraba acostada en su cama.
—Gracias por todo tía, nuevamente, estoy muy agradecida pro alojarme.
—A ti, muchas gracias a ti —me dijo acariciando mi rostro—. Me ayudaste mucho aquí, aparte con mis ejercicios; eres una muy buena chica. Te vas con una expresión muy diferente a la que trajiste el primer día. ¿Estas feliz?
—Lo estoy tía. Aunque ahora un poco triste, no me gusta despedirme.
—A mi tampoco, hijita. Ha sido muy bueno tenerte por aquí. Vas a regresar para año nuevo, ¿verdad? —me dijo.
—Por supuesto que sí, tía. Convenceré a papá, a mamá a mi hermana y estaremos aquí para año nuevo. —La tomé de las manos y me incliné para darle un beso en la frente. Ella me abrazó fuertemente, con mucho cariño.
—Ve con cuidado, hijita —me dijo.
—Te llamaré cuando llegue a casa. Y te llamaré más seguido también.
—Eso espero, hija. Ahora ve, que no quiero ponerme sentimental.
—Te veré pronto, tía. —Me levanté y me dirigí a la salida—. No olvides los ejercicios y caminar quinte minutos al día, dos veces al día.
—No lo olvidaré —me respondió. Sus ojitos estaban rojos al igual que los míos.
Bajé las escaleras al vestíbulo de la entrada, dejé las llaves en el colgador y salí de la casa.
Me despedí nuevamente desde la vereda, mi tía me respondió desde el segundo piso.
Subí al auto, Daniel lo tenia encendido ya. Partimos a la estación del tren.
Casi no dijimos nada durante el camino hasta la estación. Creo que no hizo falta, la verdad no sabría tampoco que decirle. Fue uno de esos momentos en que bastaba con que estuviera ahí, regalándome su silencio, su presencia, me bastaba saber que estaba ahí. Me miró algunas veces y me sonrió, eso era lo único que quería en ese momento.
Cuando llegamos a la estación me ayudó a sacar mis maletas, las cargó el en realidad. Yo me acerque a la caseta de información para confirmar mi boleto. Tenía que esperar un poco, el tren no partía hasta dentro de algunos cuantos minutos. Me dijo que fuera al anden y que esperara ahí a que llamaran. Así lo hicimos.
Nos sentamos en una de las bancas frente a las vías. Ahí esperamos.
—Hace muchos años que no viajo en tren —me dijo finalmente.
—Es bonito. Aunque un poco ruidoso —respondí.
Nos miramos y sonreímos.
—Que —le dije.
Se encogió de hombros. La sonrisa se le borró un instante, sus ojos profundos me miraron.
—Voy a extrañarte muchísimo —me dijo y colocó su mano sobre la mía y la presionó.
—Yo también voy a extrañarte muchísimo, Daniel.
—Han sido dos semanas muy… Emocionantes —sonrió.
Asentí.
Se inclinó sobre mi y me besó en la frente.
—No quiero que pienses que… Lo que pasó fue…
—No te preocupes —lo interrumpí—. Lo que pasó fue hermoso.
—Quiero que sepas que en mi mente solo estabas tú. En mi corazón también, solo tú. No había rencor, no había recuerdos…
—Lo sé, Daniel. No podría pensar de otra manera —le sonreí.
—¿Y ahora que pasará, Adriana? —Suspiró.
Suspiré y parpadeé unas veces. Coloque mi mano sobre la de él, que tomaba la mía.
—Tu y yo siempre vamos a ser familia, Daniel. Tu sabes muy bien que eso no va a cambiar. Y sabes también como yo que… Podríamos lastimar a muchas personas, comenzando por nosotros dos.
—Yo sería incapaz de hacerte daño a ti.
—Lo sé, Daniel. Eres quizá el mejor hombre con quien… Por quien he sentido tantas cosas en tan poco tiempo. Pero sabes que… No hay manera de que esto se convierta en algo más.
Asintió y me miró con ojos tristes. Ojos que me decían que entendía lo que estaba sucediendo. Pues no había otra manera. No la había.
—Tampoco creo haber sentido algo así, Adriana. Creo que esto es de esas cosas que te acompañaran para siempre, ¿sabes? Olvidar esta semana no es una posibilidad. Tampoco esta en mis planes olvidarte. —Me sonrió.
—Y yo tampoco quiero olvidar —le dije.
Me acarició el rostro con delicadeza, con dulzura.
—Eres tan hermosa. Tan bella, me gustas tanto.
Me sonrojé y sonreí como boba. Ni en un momento como ese podía dejar de ser lindo y ponerme nerviosa.
—Tú también me gustas, Daniel.
—Prométeme que mantendremos comunicación. Prométeme que te veré nuevamente. Que no será esto solo algo que sucedió en el verano y que dejaremos como un recuerdo de una travesura más entre primos. Prométemelo.
—Te lo prometo, Daniel.
—No quiero que sea esta la ultima ves que te vea. No quiero que sea una despedida. Quiero que sea un breve adiós, quiero soñar con que te veré en año nuevo, en mi cumpleaños, en el cumpleaños de mamá. Así como cuando niños. Quiero que tomaremos un café, un vino. Quiero volver a ir al lago, quiero pasear contigo del brazo —Me presionaba la mano fuerte, yo a el también—. Quiero poder robarte un beso una vez más.
—Tonto —le dije. Unas lagrimas escaparon de mis ojos.
—No llores. —Me secó las lagrimas y me sonrió—. Soy un tonto, lo sé. Un tonto que te quiere ver de nuevo, Adri. Un tonto que está muy enamorado.
Me lancé a él, lo abracé y lo apreté contra mí y me solté a llorar como una idiota. Ocultando mi rostro de él, no quería que me viera llorar, no me había visto llorar. Pero simplemente me rompía el corazón, simplemente sus palabras quebraron mi corazón. Ese tonto, tonto. ¡Tonto!
—Tranquila, no llores. Nos volveremos a ver.
—Lo sé —dije entre sollozos.
—¿Por qué lloras? —me dijo.
—Porque… Te extrañaré mucho, tonto.
Pero no lloraba por eso. Lloraba por que sabía que ese amor que el sentía era real. Era tan bonito, tan tierno, pero tendría que irse poco a poco. Tendría que desaparecer y quedar como un recuerdo de algo que pudo ser, pero que no será nunca. Me dolía en el alma tener que asfixiar ese sentimiento que nació y nunca podrá madurar. Me dolía saber que luego de ese día poco a poco se ira yendo con él, hasta que un día solo será un recuerdo. Un recuerdo triste.
La alarma de abordaje sonó.
El hombre de los boletos bajó del tren y comenzó a gritar:
—¡Pasajeros de Santa Laura a Catalina, abordar por aquí! ¡Abordar ahora!
Nos separamos lentamente.
El me sonrió y me secó las lágrimas.
Me dio un beso, esta vez más tierno que apasionado.
—Para el camino… —me susurró y se puso de pie. Levantó mi equipaje—. Vamos, o perderás el tren, Adri.
Me sequé las lágrimas y sonreí.
Asentí y fui con él.
Nos detuvimos cerca a la entrada al tren. Dejó mis cosas en el suelo y me abrazó otra vez.
—Ve con cuidado, llámame. Estaré esperando.
—Claro que te llamaré. Aun no he terminado el libro. Cuando lo acabe tenemos que conversar sobre él.
—Tampoco he terminado el que me recomendaste. Pero estoy cerca de la mitad, esta muy bueno. Creo que tenias razón, es un muy buen libro.
Nos abrazamos y nos quedamos en silencio un instante, hasta que el boletero nos dijo que tenía que abordar ya. Sonreímos. Un poco avergonzada cogí mi equipaje y me dirigí al tren.
—Hasta pronto, Daniel.
—Te veré pronto, Adri.
Metía sus manos en los bolsillos y presionó sus labios. Sus ojitos se enrojecieron. Pronto trató de dibujar una sonrisa. Yo lo miré una vez más y me dirigí al interior del vagón. No sé si se quedó ahí hasta que el tren partió, no se si se fue. No lo sé. Me gusta pensar que se quedó ahí hasta que el tren partió y luego dio unos cuantos pasos tras de él, como en las películas.
Yo en el interior del vagón, sentada, sostenía en mis manos el libro que me había regalado. Con los ojos llenos de lágrimas suspiraba y sollozaba. Me sentía tan confundida, tan triste, pero era una tristeza muy distinta a la que me llevó a Santa Laura. Era una tristeza que se sentía como amor, mas que como dolor.  
“Para mi bella primita, Adri, con todo mi corazón. Espero disfrutes este libro como lo disfruto yo cada vez que lo leo. Nunca olvides que todos nosotros por un momento soñamos.
Tu primo Daniel.”
Sonreía mientras leía la dedicatoria que me escribió el día que me dio el libro.
Daniel. Ay Daniel, eres un tonto.

Capítulo 17: Conflictos emocionales
—Te tengo que decir, mi querida Adriana —me dijo Fernando—, que lo que me has contado supera completamente la mejor novela que haya escrito. En serio que sí.
Levantó su taza de café y bebió unos sorbos.
Había pasado ya un mes desde que me fui de Santa Laura. Me encontraba con un amigo en la cafetería cerca del hospital, Fernando, era un viejo amigo de la universidad, llevamos unos cursos juntos en mi segundo año de estudios. Recuerdo que alguna vez me confesó que le gustaba, pero nunca sucedió más con él. Hemos hablado bastante estas últimas semanas, pues volvió a la ciudad para dar clases, es profesor de literatura en la Universidad Nacional de Catalina. Recuerdo que siempre fue muy comprensivo y de mente abierta con los temas de pareja, a pesar de estar casado con la misma mujer desde que puedo recordar. A diferencia de Soledad, Fernando tiende a ser más relajado y suelto a la hora de explorar sentimientos y emociones, por lo que contarle a él lo sucedido con Daniel se me hizo más sencillo.
—Tienes que darme los derechos, Adriana, tengo que escribir esto. —Me dijo sonriendo—. Esto es oro puro, linda.
—Creo que igual lo harás. —Sonreí —. ¿Qué opinas? Ahora que sabes todo lo que pasó.
Levanté mi taza y bebí un sorbo. De verdad me interesaba su opinión. Me había escuchado muy atento los últimos minutos.
—Pues es muy interesante todo lo que me has contado. Se ve que has vivido muchas cosas desde que terminaste con Andrés, dicho sea de paso, es un imbécil, y pues pienso que no deberías ser tan rígida con lo que sucedió.
—¿Rígida?
—Si. Te juzgas demasiado, linda.
—Es que es mi primo… En el momento, antes de irme de Santa Laura, me sentía emocionada, incluso feliz; lo que pasamos me parecía lindo, aun lo pienso, pero cuando pasaron los días me sentí un poco avergonzada. Es decir, había hecho algo con mi primo que pensé que jamás podría hacer. Y me sentí un poco mal.
—Tonterías, Adriana —me dijo—. Por lo que me contaste puedo entender que se gustaban, o se gustan, y es normal. Es completamente normal que suceda eso cuando dos personas están en el mismo… Sendero de las pasiones. Lo que es yo, pienso que te juzgas demasiado. ¿En serio piensas que eres la primera que pasa por eso? Por dios, Adriana.
—Yo sé que no. —respondí—. Pero es complicado.
—Lo es, pero depende desde que punto lo quieras ver también.
—¿A qué te refieres?
—¿Tú y tu primo sigues manteniendo comunicación? —Asentí—. Pues entonces no ha cambiado nada, solo la cercanía. ¿Hablan mucho?
—Si. No como los primeros días, pero sí. Está con trabajo, yo igual; pero siempre me escribe o me llama. Muchas veces hablamos horas.
—¿Sigues sintiéndote emocionada al hablar con él?
—Si. Claro aun me rio como tonta al recibir sus mensajes.
—Entonces lo que sucedió sigue encendido. No fue solo algo que sucedió y ya. Me pediste mi opinión, ¿cierto? Ok. Yo opino que deberías quitarte de la cabeza lo que sea que esté impidiéndote disfrutar de esto que vives.
—¿Te refieres a pensar en toda mi familia? ¿A la sociedad?
—¿Qué mas da? Es que tienes que entender; parece que pasó algo muy fuerte entre ustedes. Si no haces nada, eso se perderá en el tiempo. Es tan simple como eso. ¿Qué hacer?
—¿Tu que harías? —le pregunté.
Sonrió. Bebió un poco mas de café, hice lo mismo.
—Pues yo de estar en tu posición, si una prima mía se enamorara de mí, exploraría todas las posibilidades de esta situación de la manera mas natural posible. Tengo algunas primas que si se enamoraran de mi… créeme que no lo pensaría dos veces —me dijo guiñando un ojo y sonriente—. Claro, en estos momentos pues no podría, pero estando soltero nada me lo impediría. Esas cosas que surgen con esa fuerza hay que disfrutarlas, la vida es demasiado corta, Adriana. Si no disfrutas de esos pequeños momentos que nos regala la vida, sabe Dios porque, pues uno acaba arrepintiéndose.
—Creo que tienes mucha razón, pero es difícil. Me cuesta mucho pensar en que podríamos llegar a más sin que nos juzguen tanto.
—Entonces lo has pensado.
—Lo he analizado muchas veces, y siempre llego a la misma conclusión: es imposible. Mantenerlo en secreto ya es bastante difícil.
—¿A qué te refieres?
—Pues me quedé con mamá una semana, mientras conseguía otro apartamento. Cuando él me llamaba algunas veces, en las noches, mi hermana esta por ahí oyendo, o mamá, y me ponía nerviosa que me oyeran que hablaba con él.
—¿Qué problema habría? ¿No les dijiste que pasaste dos semanas con él?
—Bueno, no con él precisamente. Además, no saben que se ha divorciado aún. Mi hermana me escuchó hablar y reírme en la madrugada, me quede junto a ella en su habitación; y bromeó con que estoy saliendo con alguien otra vez, yo me puse roja y lo negué.
—Es que sigues pensando que haces algo malo. Eso es peor.
—Aunque también es más emocionante, no voy a negarlo —respondí.
—Exacto. Lo es. —Sonrió.
—No lo sé, a veces me siento mal. El sigue muy ilusionado.
—¿Y tú? —preguntó—. ¿Me dirás que tú no?
Me encogí de hombros.
—He intentado ya no sentirme así, creo que no tendría sentido seguir pensando cosas, fantaseando, pero luego me llama, o me escribe y por mas que haya decidido ya no sentir… Vuelven los sentimientos y me cofundo aún más. Hay ocasiones en las que no me escribe, uno o dos días, y cuando lo vuelve a hacer me late fuerte el corazón. Incluso le he reclamado, no directamente, y pues el me explica a veces sin que le diga. Trato de castigarlo indirectamente, no hablándole, el se da cuenta, el si me lo dice: Me dejas olvidado, Adri. El no siente vergüenza de mostrarse frágil, de querer cariño.
—Se ve que es un chico de buen corazón.
—Lo es. Es un tierno, un lindo —sonreí. Fernando se dio cuenta y sonrió también.
Era imposible negar que sentía muchas cosas por Daniel. EL pensar en él, el recordar aquellas dos semanas, era algo lindo, pero cada ves me confundía mas y me hacía sentir… como perdida, perdida en mis propios deseos y pensamientos.
—Tu sonrisa lo dice todo, Adriana. Estás enamorada.
—No. —Negue con la cabeza—. Lo estuve en un momento. Pero ahora creo que ya no lo estoy. No quiero estarlo.
—¿Y él? —me preguntó.
—Eso. Precisamente eso. Yo ya no sé si el lo esté. Ha pasado un mes, y unos días, y la verdad no sé que siga sintiendo. Me dice que me quiere, que me extraña, que un día de estos vendrá a visitarme, pero no lo sé. Quizá si, quizá solo sea un apego, una necesidad, quizá solo este respondiendo a lo que yo le doy. Como dice Soledad, el también esta en proceso de superar una ruptura amorosa, y entre él y ese trayecto estoy yo. ¿Cómo puedo saber que lo que siente es real y no solo… una parte de su proceso?
—¿Lo fue el para ti?
Me quede en silencio. Repasando en mi cabeza todas las posibles respuestas a esa pregunta. Por donde lo viera me era muy difícil darle una. Una real, que no me haga parecer una mala persona. No negaré que he pensado que yo lo utilicé también. Pero yo no quise hacerlo. Lo que sentí fue real, aun siento ese calorcito ene l pecho. Aun puedo sentir su aroma en mi piel, aun siento sus susurros en mi oído al recordar.
—No. No fue parte de mi proceso. Yo ya no amaba a Andrés cuando comencé a ver a Daniel como un hombre. Andrés dejó de ser importante desde el momento que se fue de casa y me engañó. Solo que yo no era capaz de verlo.
—Eso es muy maduro. ¿Habrías mentalizado eso sin Daniel?
Parpadeé. Inspiré profundo y suspiré.
Sonreí y levanté un hombro.
—Creo que me hubiera costado mucho más si no hubiera sido por él —respondí y me lleve a los labios mi taza de café.
Fernando bebió de su taza también.
—Todo indicaría que ambos se apoyaron en un momento complicado. Pero ambos tenían que su pasado quedaría ahí, con ese mal sabor de boca que deja un fracaso amoroso. A veces transitamos por esas vías, y siempre aparece alguien para hacer mas llevadero el trayecto. Algunas veces se convierte en un compañero y a veces solo se convierte en el instrumento para saber volver o definitivamente seguir en esa vía hasta encontrar el destino.
—Tu tienes mas experiencia en estos conflictos emocionales. ¿Qué piensas realmente? ¿Crees que algo bueno saldría de todo esto? ¿O que esta destinado a terminar en uno de tus cuentos, en un anaquel en alguna librería? —pregunté.
Fernando me sonrió amablemente.
Se encogió de hombros y jugó con la cucharilla en su taza.
—¿Recuerdas a la chica de la que te hable hace poco? —me preguntó.
—¿La protagonista de tu novela?
Él sonrió y asintió.
—Exacto, la chica que conocí, de la que me enamoré y la que casi acaba con mi matrimonio. Precisamente ella.
—¿Qué hay con ella? —fruncí el ceño—. He leído el libro, sé que sucedió.
—-Exacto. Lo que no cuenta ese libro, es la realidad concreta. Lo que pasó después.
—¿Hay un después? —pregunté.
—Si. Y ésa si es una verdadera historia que no puedo contar. Pero, como toda buena historia no acaba con el felices por siempre. Como ya sabes. Yo cuando escribí la novela estaba pasando por muchos conflictos, tanto en mi casa, como en el trabajo, como en mi cabeza. Ya sabes, días de poca escritura y mucho alcohol. Mi mujer lejos, mi amante perdida. Encontré en escribir la novela el escape perfecto de mi depresión, sublimé mi dolor en una obra, que, si bien no es la que mas ha vendido, es la que más me ha gustado. En resumen, y retomando, lo que no cuenta aquella novela es que luego de todo ese tránsito emocional tan caótico, pues la paz regresó por si misma. Esa relación tan esquizofrénica, tan loca, tan desproporcionada y a simple vista sin sentido, se filtró por si misma.
—Creo que no te estoy entendiendo —le dije.
Fernando sonrió.
—Lo que trato de decir, es que, en estos casos, cuando hay algo bueno dentro de todo, por más que no se vea, con el tiempo se va filtrando de las partes todos aquellos temores, ansiedades, dudas, celos, odio; y si hay algo bueno en el fondo lo que saldrá de ahí terminará siendo lo que debió ser. En mi caso, por ejemplo, aquella protagonista de mi novela y yo terminamos reuniéndonos nuevamente, no hace más de dos años.
—¿Dos años mas tarde de que lanzaste la novela?
—Exacto. Pasaron dos años, dos años en el que yo ya había dado por perdida aquella relación, aquella amistad, aquella… bella historia de amor, pero de amor prohibido. Que, como entenderás, no podía florecer. La vida se encargaría de reunirnos, de hablar, y de quedarnos, para el bien de ambos, solo con lo mejor de lo que sucedió entre nosotros. Una bella amistad.
—¿Quieres decir que se siguen viendo? —pregunté.
—Así es. —Apuró su taza de café—. Somos muy buenos amigos al día de hoy. Tenemos incluso un negocio juntos, invertimos en un pequeño restáurate en el centro: “Villa del Mar”. Ve cuando desees. Eres bienvenida.
—Gracias, no sabía eso ¿Y tu esposa sabe de esto?
Me miró y sonrió. Hasta a mi me parecía tonta mi pregunta.
—¿Sería tan emocionante? —Cogió un cigarrillo de su bolsillo y lo llevó a sus labios.
Sonreí y bebí de mi taza de café.
—Creo que ya voy entiendo lo que me tratas de decir, Fernando.
—Por favor, expláyate… —invitó encendiendo su cigarrillo—. ¿Te molesta? —Negué con la cabeza, no me molestaba que fumara—. Adelante.
—Lo que importa es, siempre, lo que está detrás de todo. Es decir, lo que realmente nos mueve. En mi caso es ese sentimiento que nos impulsó en un principio. Siempre vamos a tener Venecia —sonreí—. Creo que entiendo, Fernando. Con el tiempo sabre si lo que sentimos se convierte en algo bueno para ambos, trasciende o solo queda como el recuerdo de una etapa que pudo ser más difícil.
—Y dependerá de lo que tu desees. El esta en otra etapa, aparentemente. Lo que no hará tu decisión más fácil.
—El tiene mas claro lo que siente.
—Lo sabe. Pero no es fácil tampoco para él. Me ha tocado estar en su posición, es difícil cuando lo que deseas depende de arrancarse de la piel tanto prejuicio y tanta critica. Por eso es que reprimir todo lo que sentimos, en estos casos, casi siempre termina explotándonos.
—Lo sé.
—Quería mi opinión, pues es que te quites de la cabeza tanto prejuicio y temor. Que te lances y que arriesgues. La vida es muy corta, Adriana. —Sonrió—. No tienes nada que perder en realidad. Claro, sigue siendo una decisión completamente persona. Yo solo te digo lo que yo creo. —Se encogió de hombros y echó humo de lado.
Tenía razón. Si no me atrevía, nunca sabría que podría pasar, pero en serio me costaba desprenderme de la vergüenza, la sola imagen de verme aceptando tener una relación con Daniel me causaba mucha ansiedad. Sería feliz, lo disfrutaríamos, seguro que sí, pero pensaba en mamá, en papá, en mis hermanos, mis amigos… Era complicado. No estaba lista para eso, no me era una posibilidad. Pero olvidarlo, dejar que los sentimientos se enfríen y desaparezcan poco a poco tampoco me gusta amucho. Estaba hecha un manojo de dudas.
Lo que me quería decir Fernando tenía lógica, siempre tendremos el recuerdo, siempre seremos familia y siempre podremos vernos. Pero siempre también estará la duda razonable, ahora para lo que pudo suceder. Y como bien me dijo, la decisión Yo aun sentía muchas cosas por Daniel, pero me costaba cada ves disfrutar de ello, pues sabía que mas temprano que tarde uno de los dos aceptará la realidad absoluta y se apagará esa llama que encendimos tan de prisa y que aun sigue ardiendo, pero que cada ves quema menos, y se acerca a la piel de mis dedos.
Las ultimas semanas hemos hablado, es verdad, pero cada ves las conversaciones se hacen más frágiles y más simples. Algunas veces incluso tarda mas en responder, algunas veces incluso no responde. Esta ocupado, pienso; pero luego vuelve a escribirme y me cuenta que sucedió, me dice cosas lindas, y vuelvo a sentir que es el mismo. Algunas veces yo no le respondo, pensando en que es lo mejor, pero me es difícil ver su mensaje y pensar que si no le escribo se olvidará de mí, y no puedo pensar eso. No logro aceptar que suceda así.
—Estoy loca, Fernando.
Me miró y me sonrió.
—Es lo que me gustó de ti en aquellos años. Y que bueno que yo no a ti —bromeó.
—Eres un estúpido —le dije sonriendo.
Nos soltamos a reír.
Pedimos dos cafés más y continuamos conversando.




continuara...
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