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 El Regreso del Oráculo (Cap. 3/3) Final.

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Jaime Olate
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El Regreso del Oráculo (Cap. 3/3) Final.       Empty
MensajeTema: El Regreso del Oráculo (Cap. 3/3) Final.    El Regreso del Oráculo (Cap. 3/3) Final.       Icon_minitimeMar Dic 25, 2018 3:26 pm

Una Mágica Aparición.

Ante la estupefacción de los tres, el Oráculo los saludo inclinando su cabeza con su sempiterna  mueca.
—Les ruego que perdonen mi intromisión, pero es necesario que hablemos. Hoy es el día que el sicario del caos tratará de matarlo, Su Excelencia; por lo que debemos movernos con rapidez y sigilo.
—¡Un momento, señor Oráculo o cómo se llame! —Tronó la voz del Inspector— Usted y su pretendida magia no va a pasar por sobre la ley y nosotros sus servidores.  Tenga la bondad de explicarnos qué diablos está pasando  ¿O acaso quiere burlarse de nosotros?
El rostro del blanco hombre dejó su sonrisa al mirar al joven policía.
—Estimado Inspector, don José Carrados, no tenemos tiempo  para largas explicaciones. Sólo debe saber, por ahora, que vengo de una dimensión temporal futura, donde los historiadores estudiarán esta época que habría terminado en una gigantesca revuelta mundial con el peligro inminente de la destrucción de planeta. Los Neronistas, con la misma idea del conocido emperador romano Nerón, pretenden destruir la actual civilización y, supuestamente,  desde sus cenizas desean crear un nuevo orden
—Sino —continuó— fíjese y analice como  está la política mundial y el medio ambiente: se están auto destruyendo.  Todo comenzará con la muerte del Presidente de este pequeño país que será tomado por  baluarte tanto de malos elementos como de gente de buenas intenciones. Fui enviado por los científicos  para evitar que el mortal sicario cumpla su cometido.
—No traten de detenerme esta vez, debí esperar pacientemente en el hospital esta fecha, aun cuando sus paredes no pueden impedir mis salidas. Es asunto largo de explicar, pero les insisto: es la ciencia del futuro la que tienen ante sus ojos.

Los tres quedaron en silencio, debieron pasar algunos minutos para digerir en sus mentes aquella perorata  que nunca esperaron oír alguna vez.
La voz reposada del Presidente  replicó.
—Usted, señor Oráculo, trató de matarme. Hace estas apariciones de mago de feria de diversiones y trata de convencernos que es un enviado de la ciencia del futuro. Sí, sí, estoy de acuerdo que nunca había visto a un agente desplazarse y entrar cuantas veces quiera, burlando a mis guardias a este recinto que se supone el más seguro y le doy ese punto de credibilidad.
El cerebro de Carrados , que creyó por un instante estar soñando, impuso la lógica.
—Señor Presidente —sin dejar de estar en guardia contra el extraño visitante—, creo que las palabras de este caballero son la única explicación a tan insólitos hechos que hemos estado presenciando.

Como seres inteligentes que eran,  se sentaron. El Primer Mandatario llamó por el intercomunicador a los agentes que estaban en el palacio de gobierno y les ordenó no interrumpir la más importante reunión de su existencia.
—Por favor, no me digan Oráculo que es un seudónimo —suplicó el albino—. Mi nombre  es Etercero, pertenezco a la sección mundial de la Policía de Defensa de malos elementos que surgen cada cierto tiempo y que tiene sus orígenes en la Interpol de estos siglos. En cuanto tuvieron la oportunidad de remitir al pasado a alguien, solucionando otros casos, me ofrecí para esta misión.
—Será atacado en menos de una hora más desde el edificio del frente de La Moneda, con una bazuca que destruirá el balcón por donde asomará como es su costumbre.  Deberá prestarme su elegante traje, somos de talla parecida y protegerse dentro de las dependencias interiores del Palacio de la Moneda; seré yo, disfrazado, el blanco del asesino.
Los tres estuvieron de acuerdo con el plan, máxime que Etercero tenía la cualidad de desvanecerse como un fantasma. Ambos jóvenes deberían salir para detener a un individuo descrito como originario del medio oriente.

Lograron dejar al policía del futuro con aspecto muy parecido al Mandatario, quien miraba el reloj de pared.
—No se preocupen por mí, estaré a salvo, pues segundos antes y cuando vea el proyectil…, ya no estaré en el balcón. Señor Carrados y su colega salgan por otro lado y … detengan al maleante.
Los ágiles Detectives corrieron junto al Presidente hasta el Palacio de Gobierno, ante el asombro de la cantidad de agentes y funcionarios administrativos que pululaban por los pasillos. El Mandatario fue dejado por ellos frente a una disimulada cámara que él mismo les indicó era un bunker inaccesible para cualquier ataque. Los jóvenes salieron apresuradamente y en la calle tomaron taxi que, ante el atónito conductor, ordenaron les dejara cien metros frente al palacio de gobierno.
Sabían que el agresor estaba en el segundo piso, naturalmente cerca de la calle para huir. El taxista no atinó ni a cobrarles, pues ambos jóvenes salieron con sus pistolas y corrieron hasta la esquina cercana para atrapar al homicida; la gente ante la presencia de sus armas, asustada, les dejaba el paso libre.

Subieron por la escalera de escape y sin muchos miramientos derribaron la puerta de un apartamento cuyas ventanas daban hacia La Moneda. Demasiado tarde escucharon el chasquido de la bazuca  y el silbido del proyectil que se dirigía al balcón del palacio, pero se abalanzaron sobre el moreno desconocido que ya estaba disponiéndose a huir.  Bastó un par de golpes para dejarlo inconsciente y asegurar sus manos con las esposas; escucharon la explosión en el balcón, pero ya sabían que allí Etercero no sufriría ningún daño. Posteriormente supieron que fue la última actuación del albino en nuestro tiempo.
Al salir a la calle con el individuo que ya se estaba recuperando de su desmayo, una serie de disparos los obligó a lanzarse al suelo para protegerse. No tuvieron tiempo para contra atacar y los asesinos se fugaron, haciendo aullar los neumáticos de un carro.  Todo fue tan rápido que ningún policía  atinó a intervenir.

Tuvieron que ocultar el  secreto ante los periodistas y la información se centró en que se trataba de un loco que atentó contra el Presidente. El planeta continuó con sus “normales” problemas, que serían solucionados lentamente, de acuerdo con las profecías del albino Etercero.
Luego de conversar con el Primer Mandatario, el pequeño grupo que sabía la verdad, se comprometió a guardar riguroso secreto acerca de tan extraordinarios acontecimientos.  Y así, tanto el Mandatario como los detectives y el Director del servicio secreto, debieron estrechar la mano al supuesto loco Etercero, quien, con su eterna sonrisa, se esfumó frente a todos para regresar a su dimensión temporal con su misión ya cumplida.
 
Una vez en la calle, ambos policías caminaron entre la multitud con el enorme peso de un secreto que sabían sería motivo de burla entre sus colegas si llegaban a conocerlo; iban en absoluto silencio, cada uno meditando acerca de tan bizarra aventura.
Se detuvieron frente a un escaparate, como es la costumbre de los policías de la calle, para observar en el reflejo de los vidrios a quienes transitaban  envueltos en su propios problemas.
—Señor González —con voz profunda el Inspector Carrados se dirigió a su colega y amigo—, tenemos empeñadas nuestras palabras en este secreto de estado y … ahora volvamos a la realidad de nuestro tiempo: a cazar delincuentes…
La muchedumbre pronto los cubrió como otros anónimos transeúntes y se perdieron entre ellos para continuar sus habituales labores.

affraid
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