—Vaya, cada día es mejor que el anterior.
Javier sonreía y apretaba la mano de Raquel detrás de la barra.
—Mañana iremos al pueblo a buscar algunas chicas que quieran trabajar por lo menos unas horas, mira a las pobres, no pueden mas. Quédate en la caja y grita si necesitas algo, las voy a ayudar.
A eso de las once, salió a ordenarle al portero que cerrara y a disculparse personalmente con la gente que esperaba afuera. Ya no podía ingresar nadie más.
—Franco, dale una mano a las chicas. Yo regreso en un minuto— Afuera, Javier lió un cigarrillo con la habilidad que había adquirido desde que era un adolescente en el puerto de la capital, cuando se inició en ese mundillo criminal. Ahora no se arrepentía tanto como hace un par de meses. Ya no huía de la justicia. Se encontraron para luego reconciliarse con un sucio trato.
Fumaba dándole la espalda al local y escapando de la posible mirada de Raquel. Observaba la blanca arena iluminada por una enorme luna, cuyo largo reflejo serpenteaba sobre el negro y calmo mar. En su mente, se le agolparon las imágenes del puerto, los barcos, el frío y la muerte. La arena gris humedecida con la sangre de algún enemigo ocasional.
No era el único bar frente a la playa, pero si el más ruidoso y concurrido desde su inauguración dos meses atrás. Nunca temió alguna represalia de la competencia, supo cómo hacerse respetar, aún cuando tuvo que cambiar su nombre, perdiendo así la leyenda negra que formó en dieciséis años trabajando para Don Antonio, Tony como su gente de confianza lo llamaba, y quién ahora estaba recluido de por vida. Exhaló una enorme nube de humo. Imaginaba el día de mañana. Su vida terminada, como una vela extinta por su propio fuego. El estribillo de "Tequila sunrise" lo devolvió al presente.
Raquel lo vio ingresando lentamente, sonriendo, saludando al grupo de turistas que asistieron al bar también días antes, con quienes conversaron hasta llegada la mañana. Habían reído, tomado unos tragos e inventado una historia que explicaba la procedencia del dinero invertido en la compra y arreglos hechos en el bar. Le agradaba tratar con gente respetable y compartir esos momentos con Javier, era parte de lo que él le había prometido, un futuro tranquilo, un negocio legal y una vida sin apuros económicos ni peligros inminentes, lejos de la pobreza, del hambre y el miedo.
— ¿Qué pasó? ¿En dónde estabas? Esto es una locura, todo el mundo era feliz hasta que nos quedamos sin hielo, y dos camareras se fueron porque están fundidas, no aceptaron ni que les pague horas extras.
La miró, vio su rostro agotado pero feliz, tomó sus manos y la besó. Antes de que pudiera reclamarle, por lo que pudo sentir en su aliento, le dijo al oído.
—Todo va a estar bien, Franco y yo te ayudaremos— Se apartó un paso, levantó los brazos y con gestos grandilocuentes le dijo:
—Mañana contrataremos diez, quince personas, tú decide. Tú eres la dueña— ella sonreía.
Durmió un par de horas. Mientras se vestía, observaba la apacible desnudez de Raquel. Le dio un beso casi sin tocarla, y se fue.
Sacó una silla, tomó una cerveza del congelador y se sentó a observar las olas invadidas de bañistas. Adentro los nuevos chicos, contratados por Franco, limpiaban y ordenaban todo para la noche. Javier silbó fuerte llamando a su amigo.
—Siéntate, descansa un poco, Frank. Que nos traigan algo de comer.
Franco era alto, gordo y fuerte. Tenía un par de años menos que Javier, quien lo presentó a Tony. Se iniciaron extorsionando a pequeños negociantes, para protegerlos del peligro que, al fin y al cabo, eran ellos mismos. A lo largo de una década, avanzaron en la organización hasta llegar a ser los brutales hombres de confianza de Don Antonio.
—Debo regresar por la noche, Javi.
—Lo sé,
— Decidiste ya, como…
—Iremos al norte, nadie debe saber nunca que estuve aquí. Y ya no te sientas mal. Yo,… en tu posición,….yo haría lo mismo.
—Puedo decir que no te encontré, pero sabes que solo empeoraría las cosas.
—Debes volver a jurar que nada malo le ocurrirá, la debes proteger.
—Te lo prometo.
Bebieron unas cervezas más, dejaron indicaciones sobre el negocio, que el nuevo portero haría llegar a Raquel, y un sobre conteniendo la carta que Javier escribió hacía una semana, el mismo día que Franco apareció en la playa.
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Miér Oct 17, 2018 8:14 pm
