Feriante

El viejo bajó a la plaza con ese paso acomodado al paso del tiempo; buscó el rincón del espinillo que había envejecido con su misma figura, seca y curvada.
Abrió la manta y puso, más o menos como le gustaba, unos cuantos cacharros, unos envoltorios de orégano y de ají picante y se sentó a fumar. La mañana era helada, aunque no más que arriba, y el sol fue calentándole las ropas y los huesos.
Los turistas fueron llegando, aleteando entre los puestos, comprando sin ver y eligiendo sin saber.
Una mujer se acercó a los cuencos. Los miró, los comparó y preguntó el precio. El viejo le dio un valor más o menos preciso y ofreció una rebaja. Ahora la mujer parecía interesada en la hechura y el clima.
Él observó que no era especialmente bella, pero tenia la fuerza hermosa de la vida.
Intercambiaron palabras, reteniendo él su mirada firme y franca. La mujer guardó los cuencos que habían hecho las manos del hombre y se despidieron.
Esa noche ella colmó las vasijas con alimentos  que preparó con dedicación.
Esa noche, el viejo soñó que era más inocente y que tomaba las manos de una mujer que olían a orégano.

Me gustó mucho.

Un abrazo

Gracias por los comentarios!
Un afecto a uds.
p/d: no sabía cómo responder, por fin encuentro la manera...

Excelente, me gustó mucho la forma como vas adentrando al lector en el paisaje, y lo haces con una claridad estupenda, cada palabra en su sitio, el final muy bueno.

Un gusto leerte. Felicidades

Agradezco.