Gusanitos

Habráse oído de una o dos hormigas aferrándose al borde exterior de un sándwich, pero no de gusanitos, al menos no con la misma frecuencia.  Causa lástima encontrarlos en esa región donde se conjuga el sabor de la mayonesa y la mostaza, sobre todo si te miran con esos ojos inocentes que parecen decir que no era su intención entrometerse con tu desayuno.

Cuchillo en mano, traté de acabar con el escurridizo invertebrado, y tras no dar con el objetivo en repetidas ocasiones, la tapa de pan quedó como una tablilla de escritura cuneiforme, o quizá, cual jeroglíficos garabateados por un egipcio al que le urgía regresar a seguir adorando a Ra.

Mi hermana, antropóloga empedernida, disiente conmigo y dice que los remanentes del sándwich se asemejan a los glifos de Chichen Itzá, y que si uno mira con detenimiento, pueden apreciarse en el gusanito rasgos mayas. Tal vez pueda persuadirlo a emular el otrora tradicional juego de pelota, sólo es cuestión de reunir algunos contendientes.

Escarbé un poco la tierra húmeda y pronto di con un grupito que, alertado por los gritos de su compañero, ya se daba a la tarea de alistar filas, bayoneta en mano, para contrarrestar el ataque de los paseantes que habíamos osado desafiar a los de su especie.

“¿Porqué la gente no puede hacer sus días de campo en otro lugar?”, dijo el general de brigada.

Comenzaron los disparos entre salsa de tomate y rebanadas de tocino mal cocidas. Bolitas de seda compactas y restos de mayonesa eran la materia prima de sus municiones. Agotadas las reservas del arsenal y notando que salimos ilesos del ataque, no les quedó más remedio que izar la bandera blanca.

Tomé mis otros sándwiches, los que aún estaban envueltos en papel aluminio y me fui a casa a hacer una sopa de espárragos. Sin gusanos, eso sí.

"Sin gusanos eso sí".

Me dio mucho gusto leer este cuento, ameno de principio a fin, bastante original y muy bien llevado.

Felicidades.

Muy original tu relato, amigo Titán.
Saludos,
José