El tren de las 4:50 (Destino a St. Mary Mead)

Pasaban los minutos y ansiosa no dejaba de caminar de un lado a otro.   No entendía cuál era mi afán, tenía tiempo, quizás esa maldita rueda interna que me empujaba a andar siempre a las carreras se apoderaba nuevamente de mí.
El tren cumplidamente se acercaba, sentí el ruido de las llantas sobre los rieles que parecían crepitar ese día más de lo acostumbrado. El pito anunciando su llegada se hizo sentir, parecía un pájaro herido a la hora de morir.
Esperé para que algunos pasajeros se bajaran.  Tomé mi falda que llegaba a los tobillos con la mano derecha, alzándola un poco para no tropezar. Ya al interior di un vistazo y encontré asiento casi en la mitad del vagón, el resto estaban ocupados por pasajeros que se habían adelantado.
Cómodamente sentada abrí el libro que por esos días leía, el trayecto me era tan familiar que no me decía nada volverlo a contemplar. Quería devorar el libro. El suspenso al cual me tenía acostumbrada Ághata Christie me empujaba a ello.
Alcé mis ojos y encontré con los de una mujer que estaba sentada al frente, vestía un traje gris claro con una gran capucha negra que le cubría el pelo. Tenía un libro abierto entre sus manos. Me llamó la atención saber qué leía, pero su mirada penetrante me dio escalofrío. No supe si sonreír  o volver mis ojos a la página 90 del libro que sostenía en mis manos. Esa mirada me dejó inquieta, era penetrante, analítica y el color de sus ojos se asemejaba a una esmeralda finamente tallada y en la boca de la mujer se divisaba una extraña sonrisa, diría yo un tanto maquiavélica.      
No podía ser indiferente ante aquella mirada que se posaba en mí y que me estremecía sin saberlo, hasta le echaba la culpa  a mi imaginación por estar leyendo el libro de Ághata … No sabía si me estructuraba esa mirada o me aniquilaba. Y ante su insistencia surgió entonces una pregunta en mi interior: ¿Le gustaba yo a esa mujer como mujer? ¡Por Dios!, mi mente se estremeció ¡Nooo!, necesitaba algo que me hiciera salir de esos pensamientos tan absurdos y que iban en contra de mi esencia femenina, a pesar de mis años, el gusto por mi marido era certero.  Con esa idea me moví en el asiento y continué mi lectura con la firme convicción que estaba como en otro mundo. Estaba totalmente fuera de mí y tenía la seguridad que cualquier otra cosa que ocurriera ni cuenta me daría.
Había transcurrido una hora y no avanzaba en mi lectura porque la situación me distraía, alcanzaba a ver los zapatos negros de la mujer y hasta sentí molestias conmigo misma por no poder concentrarme. Seguía sin poder levantar la mirada porque ahí estaba ella desquiciándome, lográndome intimidar  y quizás hasta la asemejé a Miss Marple, uno de los personajes del libro: una mujer solterona entrada en años y tremendamente curiosa, aunque no sabía qué era lo que curioseaba en mí.
De un momento a otro vi por el rabillo del ojo a través de la ventana que tenía a mi lado, que en el paisaje externo había una luz azul clara envolvente. Me distraje porque la mujer se paró y avanzó alejándose del lugar, ¿para dónde iba? La seguí y con sorpresa no podía entender lo que estaba sucediendo: la mujer levitaba, sí… levitaba.
Asustada y sin comprender nada y esperando el túnel acostumbrado que me aseguraba que estaba cerca de St. Mary Mead, aquel pueblecito en el cual vivía hacía muchos años junto a mi marido, (el mismo en el que había nacido Miss Marple), noté que el túnel en el cual estábamos inmersos, era de color azul celeste. Sin entender busqué nuevamente a la mujer sin encontrarla, ni al resto de pasajeros.
Empecé a sentir una sensación de ingravidez y mis oídos parecían llenarse de aire que no permitía que escuchara el acostumbrado deslizamiento de las llantas sobre los rieles, ni el quejido de la locomotora abriéndose vía antes de llegar al túnel.
Según me dijeron desperté hacia las 7 de la noche y al notar con detalle el sitio donde me encontraba, supe que era el hospital de Sr. Mary Mead. Quise levantarme pero una mano me contuvo con fuerza, recordé a la mujer y pregunté por ella, me explicaron que el tren donde viajaba se había accidentado y la única sobreviviente era yo y que entre los muertos no había ninguna mujer con esa descripción.
Al llegar a casa mi marido me entregó el libro que le devolvieron las autoridades. Al finalizar su lectura leí la descripción que Poirot hacía de una mujer de ojos verdes vestida de gris y que al girar su cabeza, mostraba debajo de su capucha el rostro de la muerte.

Hombre, yo soy mas de Sherlock Holmes, estoy seguro que Holmes, de habersele encargado este caso, habria encontrado indicios que le hubieren llevado a la resolucion de un caso como este. Pero bueno, dejemos a Holmes por ahi, colgado de un perchero y paso a felicitarte, me ha gustado tu relato aunque tambien te digo que lo siento un poco "arrebatado" como decia mi abuela. Vamos, que por los elementos que presentas la historia podia dar mucho mas de si. De cualquier modo es muy, pero muy disfrutable la lectura de esta historia y justo ahi radica la belleza que yo encuentro en este trabajo, que aunque la historia pueda tener matices de misterio, se lee y se siente muy fresca. Y bueno, me parece un guiño muy bien logrado al legado de Agatha.

Y como dice mi compadre Antifaz: Leido y disfrutado! Recibe mi saludo fraterno de siempre.

Mmm... sabes que? Retiro eso que dije del "arrebatamiento". Me confundi, quise decir mas bien que me parecio muy corto. Hubiera yo querido mas. La historia es redonda aunque pecas un poquito de exageracion al referenciar a Agatha o sus personajes. Pero bueno, a mi me gusto. Abrazo grandote para ti.

"El tren cumplidamente se acercaba, sentí el ruido de las llantas sobre los rieles que parecían crepitar ese día más de lo acostumbrado. El pito anunciando su llegada se hizo sentir, parecía un pájaro herido a la hora de morir. " Esa imagen, me cautivo. Ethel, solia leer las historias de Agatha Christie, pero esta encantadora manera de redimensionar el misterio, es muy interesante. Un abrazo.

Buena historia. Gracias por compartir.
Nilda

Gracias y para Roberto, es que no soy de escribir historias laaaargassssss.... de pronto sí pierde una historia un poco por no introducirle más elementos... de todas formas es para mí muy grato que les haya gustado.

Felicidades

Muy buen trabajo, amiga Ethel. Realmente bueno. He disfrutado mucho con su lectura.
Saludos,
José

Genial escrito, la historia y las imágenes muy bien trasladadas al lector. Un abrazo!

Como quien describe una vida y puede ser real.
atrayente.
saludos Ethel

Gracias.