Ella se aleja un par de pasos, y una pequeña grieta se abre entre ellos, lo suficientemente grande como para que él sepa que va a perderla. La grieta va engullendo su luz y su voz hasta irla desdibujando, se pierde un momento en medio de la bruma y luego vuelve pero nunca está de vuelta.`
Generalmente camina con la sensación de que no va hacia ningún lado, piensa en ella y sabe que ya no es una meta alcanzable o un destino que se vislumbre. Ya no es necesario nombrarla, ya no es posible acumular recuerdos de carne y hueso, ella es un destello rojo, un nudo en la garganta un corazón roto. Ella es un espectro de tiza, una sensación extraña, ella es el vacio que siente en el pecho y la revoltura de tripas. Ella es un tren a toda máquina que arrasó con su amor y su cordura.
Se queda observando la lluvia, sus ojos parecen peces tristes en medio de un mar sucio, la humedad se le cuela hasta los huesos. Duele donde debe doler. Ella le falta y no entiende desde cuándo o desde donde, las respuestas llegan más rápido que las preguntas y las deshecha por innecesarias. Ella es un barco que zarpó hace tiempo y él se quedó hundido en su propio naufragio.
A pesar de la distancia sus rasgos no se diluyen, le sigue pareciendo hermosa. El juró olvidarla y ella se le aferra a su memoria, se le cuela en los abrazos y en los gestos. Cuando comienza a extrañarla tararea hermosas canciones de The Cure por que hablan de ella. Robert Smith la trae de vuelta. Ella es un cuervo posado en el dintel de su puerta.
Generalmente anda por ahí con una mano en el bolsillo y los hombros caídos, la mirada saturada por un montón de despertares tristes, sus pisadas no levantan polvo ni dejan huella. Vaga como un espectro. Ella es el camino donde extravió sus pasos, un semáforo descompuesto, un jardín marchito, una historia rota, una nuez con sombrero. Ella es el núcleo absurdo de las tardes que se extinguen en un chisporroteo.
Siempre ha sido bueno para dos cosas; jugar dominó y perder lo que ama. Siente que el alma le gotea y que tiene raíces, siente la oquedad y su ausencia latir como mil miedos en el corazón de un pájaro. Sabe que la
ha perdido porque se siente incompleto, ella es el hueco en su esqueleto, su falta de argumentos, ella es lo que vomita en cada resaca, es el rio que lo ahoga, el fuego que lo consume. Ella es el abismo invisible, el destello inalcanzable, todos y cada uno de sus dilemas, la voz de todos sus silencios.
Ella es un dolor abstracto (porque el amor no puede doler de otra manera) que él ha comenzado a disfrutar de un modo perverso.