Viviendo en el mismo universo infinito, elegimos estar allí. Esa pequeña fracción de espacio donde aún con las suficientes dimensiones de la litera, nos acomodamos en la mínima fracción posible. Mi pecho junto al tuyo, escucho te respiración. Me dices que me amas y entonces no hay universo, únicamente nuestro mundo. No hay frío, espacio ni calma, está solo el encuentro causal de nuestros ojos y allí te digo que te amo... Te amo. Destruimos así nuestro alrededor y no hay más que nuestro universo, creado por el encuentro de nuestras almas libres, danzando y luchando con el cálido encuentro de nuestros labios y caricias interminables, en un imparable descontrol de nuestros sentimientos.