Acicate y sentido de la filosofía

La incognoscibilidad de Dios no hace fracasar el inherente propósito del saber filosófico, por muy fundamentado que esté en las causas últimas. Si bien no es posible analizar el Todo racionalmente, ese mismo impedimento sirve de ACICATE para franquear sucesivamente nuestros dilatables límites intelectuales, para facilitar a la esencia verdadera el entregado respaldo de la materialidad que nos conforma aunque (y es mi intuitivo parecer) no de manera restringidoramente absoluta.

Buscar obstinadamente una causa última ciertamente es una empresa destinada a la frustración; la filosofía, a mi forma de ver y de sentir, no debe trazarse metas imposibles, sino alcanzables, debe hacer acopio de las condiciones disponibles del ser humano que le hagan mejor a ojos de Dios, guiándose por su luz, serenamente, sin obsesividad; el misterio divino se desentraña por sí mismo y el elemento añadido de la bienadada lógica humana, siendo segura e incuestionablemente relevante, dista mucho de resultar factor decisivo en este maravilloso sentido.

El filósofo es consciente de su inasible función aportando sus peculiares cualidades en favor de una búsqueda metafísica como un relevo más de una intención pura, desprovista de arrogancia, venida del sentimiento en el que sí puede reconocer a Dios. Cumple, por tanto, una necesidad con objeto y sin un objetivo preciso, al menos tal y como lo entiende el empirismo radicalmente racionalista.



Adanhiel.

Y como siempre... eres todo un desafío para mis neuronas... saludos, compañero, intentaré profundizar un poco más en tan brillante escrito y le comentaré luego. Un abrazo.

No tengas prisa, tómate tu pausa, no es bueno forzar esas neuronas y esos nexos sinápticos que, como el resto de lo perecedero, va mermándose en número o en eficacia ja, ja; pero como no es una cuestión de ser tan o más sino mejores no debemos preocuparnos. Si debemos equipararnos a algo o a alguien que sea a nosotros mismos, sin más intrínculis ni crípticos devaneos filosóficos en los que, pueda ser que incurra sin pretenderlo. Llaneza, hermano, llaneza, me repito sin cesaaaaaar...paciencia, llegará el día en que acabe por escucharme.

Oye, ¿no has pensado que esto de leerme pueda tener efectos secundarios? No sé yo, no sé.

Otro abrazo, encanto.

Excelente tema el tocado... la incognosciblidad de Dios... esa gran pregunta del hombre, la existencia de lo supremo, de lo inalcanzable...
Pero está el hombre en su finitud el poder contestar con su simple racionalidad la existencia real de un ser supremo, llamado Dios?
Puedo empíricamente asomar en un sentido filosófico poder dar una respuesta a lo que la teología con sus respuestas simples acalla dicha respuesta?
Como decía Plotino: De esa infinitud procede todo en su infinitud y su finitud.
Ese UNO el cual es el principio de la realidad toda incluso del no ser
Es un pensamiento para el pensamiento noesis noeseos una dualidad aristotélica
Lo uno es todo en todo y nada de todo.
San Agustín nos diría de este UNO que es el BIEN del cual procede todo
Todo procede del él por creación y participación.
O quedarnos con la respuesta de E. Eriúgena
El principio causal implicativo no puede ser comprendido como UNO
Porque todo es en Dios
Pero en todos estos pensamientos no hay una respuesta tangible a lo que es Dios en si.
Seguiríamos pasando por todos los pensadores Santo Tomás, Eckart, Kant, Descartes, etc. donde cada uno aporta algo más a lo anterior dicho, llegando a una conclusión hipotética que Dios existe y es el creador de todo lo que hay.
Pero esto es así?
Tal vez si, tal vez no...
Perdón por tantas preguntas y ninguna respuesta.

Atentamente.

Realmente prefiero mantener en mí el concepto de Dios como incoercible antes que como incognoscible; en lugar de limitarlo a una respuesta ajustable a nuestra dignificable e indagatoria lógica del causa/efecto, principio y fin de las cosas quizás deberíamos concluir que Él es la RESPUESTA a todas nuestras cuitas, dudas e incertidumbres, el espejo en el que hemos de aprender a identificarnos como lo que esencialmente somos: seres de luz, hasta vernos reflejados en él.

Él es UNO en cuanto que reside en nuestro unipersonal albedrío, y el TODO en cuanto percibimos su presencia improntadora en los seres y cosas que los sentidos alcanzan a captar y en tantos y tantos que se nos escapan en la percatación.

Creemos a pies juntillas que, como todo tiene un principio y un fin, forzosamente ha de existir una causa creadora; volvemos a incidir entonces en el dualismo creación-destrucción...¿a nadie se le ocurre que Dios es eternidad, un continuo al que pertenecemos sin necesidad de haber sido "creados"? Podría decirse entonces que Dios es "creador de sí mismo"; lo que llamamos principio y fin, nacimiento y muerte, no es más que una muestra significativa de la transmutación de la materia y, por supuesto, de nuestra transitorialidad.

No hay respuestas tangibles para este tipo de intangibilidad, sobre todo si cargamos esa responsabilidad a la sola cognición; es más, si nos identificáramos en ese metafórico espejo antedicho, podrían, incluso, sobrarnos. Mientras tanto conformémonos con sacar algo en claro de esos eruditos, místicos y filósofos de indistintas épocas, por así decirlo: un denominador común a sus teorías y quizás saciemos parcialmente nuestra sed de conocimiento.

Cuestionar la misma existencia es el primer paso para ser respondido por la misma, así que no te disculpes por preguntar, Daniel, un afectuoso saludo y gracias por tu valiosa aportación.