Oportunidades desperdiciadas

Tenemos en nuestras manos la forja de un mundo mejor, sin resultadistas materialismos, pacientemente confeccionado a semejanza divina...y no es una entelequia. Sin embargo optamos por olvidar o, cuanto menos, postergar, esa idílica pretensión y venturoso destino en pos de una ególatra tentación marcadamente preeminente de ´llegar antes que´o ´por encima de´, arribistamente, a ninguna loable parte...Tengamos en considerada cuenta que cuando el pueblo de Judea escogió a Barrabás decidió el camino de la perdición, por mucho que ésta sea perfectamente reconducible hacia la anunciada redención. La crucifixión del Cristo mata el mensaje de concordia, de renovación, para revivir en él, y es el más diáfano paradigma de la resurrección, pues la esperanza es tan restauradora como renaciente e imperecedera. Inmortalidad representada en el reencuentro de la elevación. Estamos y estaremos siempre a tiempo de calmar y curar las heridas lacerantes de un Cristo que llora por el desarraigo que la cerrazón supone, tal y como estamos empecinados es seguir intensa, agresiva y deliberadamente las directrices (fariseismos incluidos) del: ´piensa en ti y en los tuyos, pues son extensión de ti´ o el ´olvídate de los demás´ como atendidas normas de quien no quiere escuchar los implorantes llamados de su etérea trascendencia, renunciando neciamente al más preciado de los legados.


Adanhiel.