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el guerrero consciente
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Fecha de inscripción : 17/10/2012

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MensajeTema: 46   46 Icon_minitimeDom Ene 27, 2013 9:47 am

Tengo que dar una forma sensata a esto , debo hacer las conclusiones de la investigación para el Tribunal y los jefes y todo es un absurdo. Tengo cuatro cadáveres, cuatro personas muertas atrozmente, y dos papeles, pequeñas notas con la inscripción 46 manuscritas de puño y letra por alguien, o algo desconocido. Soy el Inspector Jefe del Grupo de Homicidios de la Policía Nacional de Valencia, y no tengo ni idea de cómo hacer las conclusiones de este caso, por que nunca me había encontrado algo así, en realidad en toda España nadie había tenido jamás un caso así.
El 7 de Marzo apareció esa chiquilla, Magdalena , entre unos escombros en un descampado cerca del campus de la Universidad Politécnica, el cuerpo estaba calcinado y algún mal nacido dejo una botella rota en el interior de su vagina, ni siquiera se molestaron en sacar ese objeto después de forzarla, supongo que nos querían dejar un mensaje, debía estar claro que era un crimen de origen sexual. Solo teníamos el cuerpo de una adolescente vejado, y luego quemado entre unos hierros oxidados y montañas de ladrillos, y algo que parecía una broma de mal gusto, la ocurrencia de la mente enferma de un psicópata, 46, estos dos números grabados con sangre en el suelo, no los pudimos ver hasta que practicamos el levantamiento del cadáver.
Sacamos fotografías de todo, buscamos semen, células epiteliales, pelo, cualquier cosa, lo único que teníamos eran esos dos números escritos con sangre…la sangre de la víctima, Magdalena estudiante de la ESO, 14 años de edad, su vida apenas comenzaba cuando le dieron el peor de los finales.
Justo una semana después, el día 14, cuando estaba enfrascado con los interrogatorios de vecinos y compañeros de clase de la víctima, se encontró el segundo cadáver, Asensio, veinte años de edad, estudiante de Derecho, sin antecedentes . En esa cafetería jamás olvidaran la escena, eran las once de la mañana, y Asensio en un momento de descanso entre las clases, se había acercado para tomar un pincho de tortilla y una Coca Cola, entonces se escucho un grito seco y desgarrado que provenía de los aseos del establecimiento. Yo apenas llegue a la media hora de haber ocurrido todo, camareros y clientes estaban en estado de shock, y sentado sobre el WC Asensio, con la espalda apoyada en la pared y estrangulado con la cadena de la cisterna, los ojos todavía abiertos desbocados por el terror, y en el centro de su frente, clavado a su cráneo un papel con dos cifras escritas, 46, pero lo mejor, o mejor dicho lo peor, era la conclusión de la inspección ocular del lugar del crimen, el cuarto del inodoro en el cual pereció la víctima, carecía de ventanas y el pestillo de la puerta estaba echado por dentro, hubo que derribarla para acceder hasta el cuerpo.
Por lo tanto, se consideraba inexplicable la vía de salida del autor o autores del hecho.
Día 28 de marzo, catorce días después del asesinato de Asensio , Gines, veinte años de edad, estudiante de Farmacia, igualmente carente de antecedentes y de buena familia. Cuando me sonó el móvil no se como pero ya lo sabia,
- Jefe, soy el Subinspector de Guardia, no se lo va a creer.
Pero si, a esas alturas, yo ya lo creía todo. El testigo ocular del hallazgo del cuerpo de Gines era su madre Dolores, quise hablar con ella antes de que todo se enfriara, habían trascurrido dos horas desde la llamada del Subinspector de Guardia, pero la buena mujer estaba sedada y fuera de sí. No me extraña, dado que lo encontró en el estudio del apartamento familiar aquella tarde, al regresar de la compra, fue a su hijo sentado en su silla frente al ordenador, ensartado de parte a parte, por aquella reliquia familiar, una espada de acero Toledano, que atravesó el tronco de Gines y el respaldo de la silla.
En la punta de la Toledana, todavía anegada de sangre, una nota manuscrita 46.
Y hoy mismo 6 de Abril de 2012, Viernes Santo, estaba en mi despacho leyendo una confesión redactada de puño y letra por Mauricio , también vecino de Valencia de veinte años, sin antecedentes y estudiante de Arquitectura:
“Estoy muerto de miedo, estoy desesperado, por eso confieso y por eso suplico el perdón, lo que hicimos fue horrible, pero ya no hay marcha atrás y no quiero morir, busco una segunda oportunidad. El día 7 de Marzo del actual, Gines, Asensio, y yo habíamos mezclado de todo, LSD con alcohol, puede que coca, yo que se no puedo saberlo, apareció esa cría, estaba buenísima pero solo era una chiquilla, nunca debería haber ocurrido eso. Asensio le dijo algo, o se lo dije yo, no lo se, el caso es que ella se lo tomo a mal y nos insulto, Gines le dio un puñetazo, y ella cayo al suelo, se levanto temblorosa manando sangre de sus labios, no se por que aquello nos excito y se lo hicimos los tres.
Era de madrugada, y en aquel lugar nadie nos veía, nos creíamos dioses con el derecho de perdonar la vida o dar muerte, estábamos ciegos de droga y adrenalina, de manera que la quemamos, se acercaban las fallas y nos dijimos riendo que íbamos a prender nuestro “ninot” particular, le prendimos fuego, pero antes sentimos curiosidad, tomamos su DNI y miramos su edad, solo tenía catorce putos años, nosotros teníamos los tres veinte, 20X3=60-14=46. Escribimos en el suelo con su sangre 46, esas chorradas se le ocurren a uno cuando esta ciego.
Me entrego para obtener protección, ella ha vuelto, regreso para cazarnos, me da igual entrar en la cárcel, no quiero entrar en el infierno.”

Coincidiendo con el final de la lectura sonó el teléfono.
-Inspector baje a los calabozos ahora mismo.
No me jodas, no puede haber ocurrido otra vez, pero si ocurrió. Corro por el pasillo de los sótanos de la Jefatura, con calabozos a izquierda y derecha, el humo apenas me deja ver, veo una puerta abierta de la cual sale el humo, y cuando me asomo por ella, veo a dos Policías con sendos extintores tratando de apagar a un hombre en llamas, es Mauricio , el olor a carne quemada me produce arcadas, el detenido esta ardiendo en solitario, nada mas esta prendido, el fuego es como si saliera de su interior, una combustión espontánea.
Como digo nunca hubo un caso como este, y en medio de esta atrocidad, sonrío, no tiene gracia pero no puedo evitarlo, Mauricio cuando murió estaba en la celda número 46.

Fin de 46.
Ernesto.
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