22 de noviembre: Día de la flor nacional Argentina, el ceibo.
Entre las múltiples leyendas que recrean la cultura argentina se encuentra la “leyenda del ceibo” un árbol que se caracteriza por la fortaleza de crecer en distintas zonas del país, aunque la región donde más abunda es la del litoral en Argentina, también crece en los países vecinos como Uruguay, Brasil y Paraguay.
En el año 1942, el 23 de diciembre, un decreto del poder ejecutivo, desempeñado en ese momento por el Dr Ramón Castillo, como presidente de la Nación, declara a la flor del ceibo como la “flor nacional argentina” éste atributo es compartido por el país hermano: Uruguay, cuya flor nacional es la misma.
Para la elección, se reunió una comisión integrada por naturalista y si bien, la encuesta llevada a cabo entre la mayoría de los pueblos, principalmente en la zona centro y norte del país, la flor del mburucuyá, tenía tanta aceptación como la del ceibo pero los especialista se inclinaron por ésta última por varias cuestiones que supieron justificar… entre las que llama la atención las siguientes: *Además de poseer el árbol del ceibo, por su madera, aplicaciones industriales, su extraordinaria resistencia al medio y su fácil multiplicación han contribuido a la formación geológica del delta mesopotámico, orgullo del país y admiración del mundo.
*Que diversas instituciones oficiales, civiles y militares, han establecido la plantación del ceibo al pie del mástil que sustenta nuestra bandera, asignándole así un carácter simbólico y tradicionalista.
* La difusión del ceibo en numerosas coplas, leyendas y canciones a lo largo de todo el país.
Cabe también destacar que se la considera la flor de la vida, pues es la primera planta que aparece cuando una isla emerge, gracias al aporte de los sedimentes que quedan en esa nuevo trozo de tierra, si bien aparecerán otros árboles, es la planta del ceibo quien precede a todos.
En la escuela donde ejerzo, hay varias plantas de ceibo. Les pedí a mis alumnos que observaran detenidamente y que lo describieran. En primer lugar lo compararon con los otros árboles, señalando que ninguno de los que ellos conocen, son muy altos, (averiguamos que no superan los diez metros, la mayoría) las hojas tienen un color verde intenso y el ramillete de flores semejan lágrimas, esto surgió de una niña, que luego acotó: “tal vez sean las mismas que derramó la indiecita cuando fue quemada”.
Otro chico sugirió que podría ser el abuelo de los árboles…por su tronco rugoso y retorcido, como si le costara sostenerse, también aportaron que la madera al ser liviana es muy utilizado en la zona, para la construcción de cajones para colmenas-
Leyenda: Anahí
En época de la conquista española, junto a la orilla del río Paraná vivía una tribu guaraní que ofrecía tenaz resistencia a los ataques españoles. La hija del cacique, Anahí (voz dulce) era una indiecita de poca belleza, rasgos toscos…pero con el don de poseer una voz bellísima con la cual deleitaba a su pueblo, cantaba canciones inspiradas en sus dioses y el amor a la tierra de la que eran dueños.
Cuando su tribu fue vencida, Anahi fue llevada prisionera (algunas versiones señalan que los jefes españoles deseaban que le cantará a los soldados) Cómo se negaba pasó días atada a un árbol, pretendiendo doblegar su orgullo. Cierto día…en que el sueño venció a su centinela, la indiecita logró escapar, pero al hacerlo, el centinela despertó, y ella, para lograr su objetivo, hundió un puñal en el pecho de su guardián, y huyó rápidamente a la selva.
Al ser capturada y ante la muerte del español, la condenaron a morir en la hoguera. Según la leyenda, ante el asombro de los que contemplaban la escena, Anahí comenzó de pronto a cantar. Era como una invocación a su selva, a su tierra, a la que entregaba su corazón antes de morir. Su voz dulcísima estremeció a la noche, y la luz del nuevo día pareció responder a su llamado.
Con los primeros rayos del sol, se apagaron las llamas que envolvían Anahí. Entonces, los rudos soldados que la habían sentenciado quedaron mudos y paralizados. El cuerpo moreno de la indiecita se había transformado en un manojo de flores, rojas como las llamas que la envolvieron, hermosas como no había sido nunca la pequeña, maravillosa como su corazón apasionadamente enamorado de su tierra, adornando el árbol que la había sostenido.
Acompaño este trabajo con fotos de los árboles de ceibo, que rodean mi escuela.