EL GARAGE
Aggg! Que trabajo inmundo tengo por delante.
Pintar la casa de un tipo pedante, mal educado y gritón. Más que trabajo, una condena.
La escalera más alta, siempre atenta me dijo- no te preocupes viejo, sintonizamos FM Urquiza y pintamos tranquilos sin tenerlo en cuenta, después de todo nos llevará unos días y la plata que ganemos servirá para solventar necesidades.
En 1975, cuando decidimos tirar juntos, entre tonos y pinceladas la bauticé Matilda.
Ella me recomendó a su hermana menor, Perica, que cuenta con menos escalones pero sin duda es otra fiera para el trabajo.
Las dos, además de tener buen pie, cuentan con mejores ojos y estupendos oídos. Verdaderas colaboradoras.
Tampoco son pretenciosas, lo único que reclaman es no dormir a la intemperie, realmente dos minas de fierro, dignas de una letra de Discépolo.
Cuando llegamos nos recibió la mujer del abominable. Todo lo contrario a él, dulce y amable, en minutos me ofreció café.
Con las chicas estábamos desconcertados ¿Cómo puede una mujer de caramelo compartir la vida con semejante asqueroso?
El movimiento en la casa era intenso, sonaban teléfonos, el timbre y personas que entraban hasta el recibidor, permanecían instantes y se iban.
Perica con algunas herramientas más, habían quedado cerca de ese sector.
Mientras tanto con Matilda, hacíamos preparativos en la habitación del fondo.
Cuando en busca de un elemento me acerqué a Perica, me pidió ir al dormitorio. Quería hablar conmigo.
Dijo así- Lo que ocurre en esta casa no me gusta nada, la gente que llega es de condición humilde y edad variada, hablan muy poco y en tono bajo, no pude ver claramente que les entrega.
La despedida siempre es la misma, ellos agradecen y la mujer les dice llamame antes de venir.
Al medio día llegó el marido. Pensé, que desgracia tener que soportar esta basura.
Que tipo repugnante, anda por la casa de un lado al otro con su vozarrón del demonio, vocifera… ruega a Dios no sé cuantas cosas y en sus interminables conversaciones telefónicas, paradójicamente insulta santos, madres y parentelas. Por suerte no se acercó a nosotros.
Durante la tarde no hubo visitas.
Antes de irme, volví a poner a Perica cerca de la entrada. Un punto estratégico.
El día siguiente fue una fotocopia, se sucedieron las visitas, solo que los que llegaron no eran los mismos del día anterior. Durante la noche Perica no había registrado nada importante.
Así transcurrió la semana.
El viernes por la tarde la mujer del indeseable me comunicó que la vecina de enfrente quería un presupuesto. Fui a verla.
Necesitaba el precio con inmediatez, se lo di y aceptó.
Quedamos que haría el trabajo cuando terminara en la casa del nauseabundo gritón.
Perica durante el día trabaja pero, por las noches siempre queda en su puesto de vigilancia.
Ese fin de semana Matilda quedó descansando frente a la puerta del escritorio, desde ahí también podrá registrar parte de la cocina.
A mis amigas, parecía que se le movían los escalones, estaban ansiosas por contarme cosas. Era lunes y empezábamos en otro sector de la casa.
Cuando logramos reunirnos comprendí que tenían jugoso material para darme.
Perica estaba algo alterada, ella comenzó con el informe - El gritón se reunió viernes y sábado por la noche con unos tipos de aspecto ordinario, hablaron siempre de dinero, alardeaban poderes y tomaban bebidas alcohólicas desmesuradamente, también mencionaban lugares nocturnos y recordaban voluptuosidades de mujeres inolvidables.
Además el bocón de los gritos le contó a los otros, que uno de sus deudores se había negado a pagarle, dijo que el hombre esgrimiendo un revólver lo amenazó de muerte y agregó- esa rata inmunda se va a arrepentir.
Perica terminó diciendo que el tipo estaba enfurecido y gritaba como nunca, que golpeaba todo y hasta tuvo miedo que la arrojara al jardín.
Sin duda necesitaba desahogarse, la pobre estuvo en el ojo de la tormenta.
Matilda estaba menos tensa. Me contó que escuchó a la señora hablando por teléfono con su madre, a quién le decía que todas las mañanas recibía a esa gente, que sentía mucha pena por ellos y repetía haber tenido suerte al encontrar la clave de la caja fuerte.
Además, el domingo la vio abriéndola, repasando unas anotaciones y tomando cierta cantidad de plata. Dice Maty que antes de cerrarla, observó como con sumo cuidado acomodó todo tal cual estaba. Luego guardó los billetes entre sus ropas y salió del escritorio con verdadero sigilo.
Sólo estuvimos tres días más en la casa, el trabajo estaba listo cuando, la señora amablemente me pidió que al concluir en casa de la vecina regrese. Habían decidido pintar el garaje.
Dejé a Matilda y algunas cosas más en ese sitio, con el resto crucé la calle. Al menos por unos días dejaría de escuchar al gritón.
Al día siguiente habían cortado un sector de la calzada, al acercarme divisé dos patrulleros policiales frente a la casa donde estuve pintando.
Pensé, seguramente la bestia habrá hecho un escándalo descomunal y lo denunciaron, sin embargo no pasó eso.
Después de recibirme y sin poder salir de su asombro la clienta me contó lo sucedido.
Dijo que cerca de la media noche habían matado a Don Aníbal, parecía ser que al entrar al garaje, unos delincuentes lo sorprendieron sin darle tiempo a nada.
No pudieron robarle porque se disparó la alarma y tuvieron que huir, pero él, quedó sentado en el auto con un puñal clavado en el pecho, cuando llegó la ambulancia ya estaba muerto.
La mujer repetía ¡Qué horror! Un hombre joven, perder la vida de esa manera. No hay derecho, la inseguridad tarde o temprano nos matará a todos.
Con Perica pensamos lo mismo. Esta mujer ni intuye que el gritón parecía ser usurero y que alguien se debe haber cansado que le chupe la sangre.
No pude ir a pintar el garaje, tampoco a retirar a Matilda que era mi preocupación. Durante quince días un móvil con dos efectivos no se movió del lugar.
Al fin…me autorizaron a ir por mi vieja amiga.
La señora con su madre me esperaron en el jardín para entregarme las herramientas.
Cuando la saludé, Matilda no contestó. Seguramente estaría molesta por haber quedado sola tanto tiempo, la cargué con cuidado en el portaequipaje y me alejé del lugar.
Después de recorrer cuatro cuadras golpeó en el techo del auto para que detenga la marcha, lo hice, me cercioré que estuviera bien atada.
Le dije- Matilda no entiendo, estás bien asegurada ¿se puede saber qué te pasa?
De repente soltó: El tipo era un asqueroso pero, no pensé que tendrías coraje.
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Mar Ago 21, 2012 11:27 am
