Erase una vez, un perrito muy alegre y simpático, cuando nació, se parecía a un ratoncito de campo, pequeño y negro, por eso cuando su amo le vió, dijo que se llamaría topillo.
Todos esperaban que fuera un perrito enano, pero, no fue así. Topillo empezó a crecer y en poco tiempo, dobló el tamaño de su madre, y triplicó el de su padre. Seguía siendo negro, pero, le salieron pelos dorados en la cabeza y en las patas. En la cabeza sobretodo eran muy largos y lisos, no se le podían ver los ojos, solo una nariz negra, parecida a un botón de chaqueta. Caminaba dando saltitos y siempre estaba contento, sobretodo cuando llegaba a casa su amo, se volvía como loco de alegría, y daba grandes saltos a su alrededor. Luego se agarraba con sus dientes al bajo de sus pantalones o a los cordones de sus zapatos rastreándose por el suelo.
Topillo vivía en una casa de campo con jardín, y con otros perros con los que jugaba, pero cuando sus amos abrían la puerta de la calle se escapaba y echaba a correr, y no paraba hasta visitar a todos los perros de la vecindad, les ladraba amenazándoles a través de las rejas y después marcaba su territorio y se iba en busca de otros, así hasta que su amo se enfadaba con él, entonces le reñia y cuando entraba cerraba la puerta.
Un dia, su amo le trajo un regalo y le dijo, mira topillo lo que te he comprado, era un collar y una correa, pero a Topillo no le gustó nada su regalo, hubo de sujetarlo para ponerle un collar, pero cuando le puso la correa, Topillo, luchó fuertemente, hasta que consiguió escapar, quería correr libre, y no, que nadie lo condujera amarrado. Entonces, su amo le dijo, Topillo, si algún dia sales de casa, será con correa y si no, no vas a salir.
Topillo, intentaba alegrar a su amo, y saltaba y saltaba a su alrededor, moviendo su rabito, pero su amo, era insensible a sus halagos y no cedía, al contrario, volvió a ponerle la correa y lo sacó a pasear, Topillo, luchó y luchó, pero terminó cediendo, al capricho de su amo.
Hoy camina como todos los perros, en silencio, al lado de su amo y lamiendo la mano que le da de comer.