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 La encrucijada de Arturo. Capítulo XVII

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2 participantes
AutorMensaje
Josan
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Cantidad de envíos : 287
Fecha de inscripción : 29/12/2010

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MensajeTema: La encrucijada de Arturo. Capítulo XVII   La encrucijada de Arturo. Capítulo XVII Icon_minitimeMar 19 Jul - 18:51

Atrás quedó una parte de mí vida.

Sin mirar hacia atrás emprendí el camino andando hasta la estación de ferrocarril; no estaba distante y tarde en llegar una hora; saque un pasaje al azar en el primer tren que paraba allí, pues el camino a seguir era lo que menos me importaba. De todas formas intuía que en aquella comarca encontraría trabajo para las labores del campo, y a cincuenta kilómetros de mi antiguo trabajo, me apeé ―campos de la ciudad de Lorca (Murcia).
No me equivoqué, todo salió según mi deseo, a tan solo siete kilómetros del lugar que me apee del tren, encontré lo que buscaba, pero no todo fue de mi agrado, la primera entrevista que tuve fue desagradable para mí, llevándome un susto de muerte que nunca olvide.
Era estación de verano y hacía mucho calor; en la puerta de aquella casa había un gran árbol, y al resguardo de su sombra, descansaba un corpulento hombre sentado en una silla con la cabeza inclinada hacia el suelo, me dirigí a él para preguntar si necesitaban alguna persona para trabajar. Ojalá que no lo hubiera hecho, pues al hacer mi pregunta, se levantó de un saltó, y en un plan amenazante con el puño en alto, empezó a decir frases incoherentes fuera de toda lógica, como…
―No te vallas al puerto.
―No te vallas desnudo.
― ¡Te atropellara un carro!…
Aquel hombre mediría casi dos metros, y era de complexión muy fuerte, se levantó de la silla de un salto, y se abalanzó sobre mí agresivamente; intuitivamente trate de huir, pero no llegue a conseguirlo por la intervención de su perro, que al tirarme al suelo y morder una de mis piernas, causo que me hiciera mis necesidades encima por miedo.

Menos mal que acudió en mi ayuda una joven, que al ver mi delicada situación grito al hombre y al perro liberándome de estos. Su fortuita intervención fue un gran alivio: además de pedirme disculpas, lamento el incidente invitándome a que entrara en casa para curar la herida, que no dejaba de sangrar, pronto se percató de la mancha y rotura de mi pantalón y me dio uno de repuesto, pero primero me invito a la ducha, pues el olor producido por mis necesidades fisiológicas en mis calzoncillos, era desagradable.
Una vez que me duche y un poco más relajado, la muchacha se dirigió a mí preguntándome:
― ¿Cómo te llamas, joven? Yo me llamo Carmen y soy la hija del dueño de esta finca.
―Me llamo Arturo y busco un puesto de trabajo Carmen.
― ¡Mucho gusto de conocerte! Respecto al empleo, está dentro de lo posible que trabajes en esta finca, precisamente mañana hace un mes que se fue uno de nuestros muleros. ¿Sabes labrar la tierra?
― ¡Por supuesto señorita, es mi trabajo habitual!
― ¿Qué años tienes? Yo tengo veintiséis.
― `Me faltan dos meses para cumplir los dieciocho.
― ¡Entonces creo que no habrá problema! Si te quedas aquí tendrás de compañero a Ricardo, es un poco mayor que tu y buena persona, pero primero hay que contar con mi padre que en este momento está fuera, le llaman de sobre nombre el tío Ramón el Duque y no creo que tarde en llegar. ¿Eres de esta tierra?
―Soy de la región andaluza y no queda lejos de aquí, lo grave para mí es que no tengo familia ya que murieron todos en la guerra…
― ¡Lo siento mucho Arturo!, de momento te invito a almorzar, ya que es medio día, y según la hora que tenemos presiento que no habrás comido.
― ¡Has acertado Carmen, empiezo a tener ya gana!, pues con el susto que he pasado, se me ha abierto el apetito.
La chica no dejaba de hablar mientras que yo devoraba con apetito los alimentos que me había puesto en el plato. Me comento que su hermano se llamaba Paco y que padecía de esquizofrenia, que normalmente era pacifico, pero algunas veces sufría ataques y no se podía controlar, agrediendo a todo el que se ponía a su alcance, incluidos los animales. Si no encontraba a quien agredir, el mismo se mordía sus extremidades superiores, esto daba lugar, a que en manos y brazos tuviera multitud de heridas que nunca llegaban a cicatrizar. Aunque había una sola excepción, solo permitía que se le acercara su madre. Esto me da que pensar lo que significa una madre para un hijo, que en estado de extrema locura como era el caso de Paco, fuera la única persona que se podía acercar, prevaleciendo el amor de madre ante la locura de aquel hombre.
Tengo que reconocer que me dio miedo este hombre, y dude en quedarme en aquel lugar o buscar otro trabajo, pero pensé que si allí vivía gente con aquel problema, por qué no iba a vivir yo…
El trabajo lo tenia asegurado, ya que Ramón el Duque como le decían de sobrenombre no puso objeción alguna; labraría la tierra con una yunta de mulas igual que lo hacia Ricardo, en cuanto al salario quede satisfecho, ya que incluso fue más elevado de lo que percibía con mi antiguo patrón, aunque creo que lo podían pagar bien, por ser aquella familia muy adinerada, eran propietarios de muchas tierras de labor y le llamaban el tío Ramón el Duque por su padre ya fallecido, que este sí que fue Duque.
En España no se pueden tener armas de fuego, bajo pena de enfrentarse con la justicia y terminal en alguna cárcel, sin embargo, aquella familia tenía armas de todo tipo, supongo que tendrían permiso o ejercer algún cargo gubernamental, pues algunas veces venían guardias civiles a su casa y hacían prácticas de tiro, pero como no era mi problema tampoco me preocupe, lo importante para mí era que me encontraba bien, otra cosa era el trabajo agotador labrando la tierra hasta que duraba la luz del día.
Con Ricardo llegue a compenetrarme bien y fuimos muy buenos amigos. Los domingos, día de descanso íbamos al cine, después nos dedicábamos a pasear con chicas, pues desde la experiencia de sexo que tuve con Rosa empecé a sentir la necesidad de relacionarme con mujeres. Ya me lo decía ella, ¡Arturo, siempre hay una primera vez y, cuando vives la experiencia, ya no puedes prescindir de hacer el amor!” Que razón tenia Rosa, al menos para mí”.
En esta situación descrita fue pasando el tiempo, y cumplí los diecinueve años; ahorre un poco de dinero y me compre una bicicleta, similar a la que tenia mi amigo, por lo tanto, aquí terminaron mis problemas para poder, desplazarme. Los días que tenía fiesta salía con mi amigo a otros pueblos cercanos en busca de chicas. El problema residía, que, en aquella época todo era tabú y prohibiciones para relacionarse los jóvenes, así que, si los novios decidían de ir al cine, también le acompañaba la madre de la novia o, bien algún hermano pequeño de esta, motivando este proceder, de no tener la oportunidad ni de darse un beso.












Última edición por Josan el Vie 22 Jul - 16:56, editado 1 vez
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Jaime Olate
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MensajeTema: Re: La encrucijada de Arturo. Capítulo XVII   La encrucijada de Arturo. Capítulo XVII Icon_minitimeVie 22 Jul - 14:24

¡Vaya, seguimos caminando por estos senderos de Dios! No me cansa el relato, lo encuentro muy interesante, claro se debe a tu talento para "obligar " al lector a seguirte.
Me imagino cómo sería hacer una película con esta historia, seguro un éxito.
Un abrazo, querido amigo Josán.
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Josan
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MensajeTema: Re: La encrucijada de Arturo. Capítulo XVII   La encrucijada de Arturo. Capítulo XVII Icon_minitimeMiér 27 Jul - 5:59

Apreciado y querido amigo Jaime:
Me alegro mucho que te guste mi Novela La encrucijada de Arturo, y me alegra mucho más que me lo diga un buen escritor como me consta que eres tú, y claro que seguiré pegando en la página mi novela hasta el capítulo final, mientras me quieras leer amigo.
Un abrazo muy fuerte Jaime, Josan
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MensajeTema: Re: La encrucijada de Arturo. Capítulo XVII   La encrucijada de Arturo. Capítulo XVII Icon_minitime

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