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 Inspector Carrados Versus Juan Diablo.

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Jaime Olate
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Jaime Olate


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MensajeTema: Inspector Carrados Versus Juan Diablo.   Inspector Carrados Versus Juan Diablo. Icon_minitimeLun Mayo 02, 2011 7:16 pm

El Malhumor del Viejo Prefecto.
“Fue asesinado el Hijo del Rey de Yogurt”, la prensa sensacionalista se refocilaba con el crimen de uno de los hijos de un gran empresario, don Francisco Dellorto, a quien despreciaban por el terrible delito de haberse esforzado desde joven y lograr salir adelante con su empresa de helados y derivados de la leche, llegando a tener una muy buena situación económica.
“Pero la poli no da una”, los periodistas especializados en escándalos, pues no eran capaces para una labor seria, se reían de los Detectives. “ No hay ni siquiera un sospechoso, los Ratis están dando palos de ciego”.
El viejo Prefecto furioso arrojó sobre un sillón de la oficina uno de los ejemplares de la prensa amarilla.
—¡Esto es el colmo! —su bramido tuvo como respuesta el silencio de los Comisarios Jefes, que no se atrevían ni a pestañear— Un grupo de periodistas idiotas se dedican a burlarse de nuestra Institución …, como si fuéramos un atado de ineptos.
Se dio vuelta hacia sus cuatro subalternos, quienes trataron de permanecer impasibles, pero sentían el corazón que les latía con fuerza y esperaban horrorizados que la transpiración no aflorara en sus rostros.
—¡¡¡Quiero respuestas, pistas, algo que darles a estas bestias sanguinarias del coliseo romano!!! —calló unos segundos, mientras emprendió su conocido paseo por dentro de su amplia oficina—. Veamos que han obtenido hasta ahora.
Comenzó el más antiguo de los comisarios: pistas dadas por soplones. Un desdeñoso gesto con la mano le hizo quedar en silencio, siguió con otro de los pobres Jefes de Unidades, pero éste lo miró tranquilamente a los ojos.
—Señor Prefecto, tenemos a buenos funcionarios trabajando en el caso. En mi Unidad ya tenemos a un sospechoso, pero no hay manera de sacarle una palabra coherente que nos permita llevarlo ante el Tribunal. Es Juan Diablo, un hampón muy resbaladizo que aparentemente conoce acerca de leyes, pues nos ha amenazado que si lo torturamos y lo hacemos confesar un crimen que no cometió “se irá de espaldas” ante el Juez, alegará que le sacamos la confesión a golpes. Es un narcotraficante con mucha suerte, mucho dinero y propiedades, pero se las arregla para aparecer limpio, incluso ha sido sospechoso en varios asesinatos.
—Y ¡cómo flautas no va a tener un funcionario capaz de acorralarlo y “abrocharlo” con la confesión!
—Se lo he dicho, señor, pero usted no lo acepta porque lo haya insolente.
—¡Aaaah, no me diga! ¡El famoso Inspector Carrados! —Sus ojos estaban inyectados de sangre—¡ “El Burro Flautista” que le acierta por casualidad! No, no lo quiero en la investigación …; no quiero saber que se ha metido entre los investigadores. ¡Me oyó, señor Calderón, de lo contrario buscaré la manera de sancionarlo a usted!
—Señor, el joven Francisco Dellorto, hijo, frecuentaba los locales nocturnos de muy mala reputación, los mismos que Juan Diablo. No olvidemos que el asesinato se cometió en el callejón trasero de la Discoteque El Infierno, donde este delincuente se dice vende drogas a los jóvenes incautos.
—Mire ComisarioCalderón, no me interesan los detalles … ¡¡¡Quiero que este asunto se aclare de una vez por todas!!! Y ahora … ¡Fuera, a trabajar! —la falta de educación del malhumorado y viejo Prefecto, sólo consiguió que los Comisarios se retiraran en silencio sin dirigirle un saludo.

El Comisario , Gustavo Calderón, un hombre ducho en trabajos de la calle, educado y excelente Jefe de la Brigada de Homicidios, con sus brazos cruzados y uno de sus puños apoyando su mentón, casi sentado en el borde su escritorio, miraba el piso brillante de su oficina.
—Señor Carrados y señor González, contra la inquina que le tiene el “viejo”, los he llamado para que nos cooperen en el esclarecimiento del homicidio del joven Francisco, hijo del Rey del Yogourt. Sé que los estoy metiendo en un posible lío al desobedecer las órdenes del anciano —movió la cabeza con una sonrisa—, pensar que puedo llegar a ser un viejo estúpido como él … ¡Ja! me da escalofrío.
—Ordene, Jefe, nosotros obedecemos —la voz apacible y clara de José Carrados hizo que Calderón lo mirara. La simpatía que sentía por el hábil investigador que le miraba serenamente, lo estremeció y tuvo sentimientos encontrados: su admiración por el impávido joven y la rabia que le provocaba el Prefecto que ya debía haberse retirado de las filas de la policía.
—No es necesario que lo diga, señor Carrados, sé que cuento con ambos — tomó asiento en su sillón, rascándose una oreja—. Debemos tomar una estrategia para burlar a ese viejo de …
Gonzáles, el Detective ayudante del Inspector Carrados, casi suelta una de sus sonrisas, pero miró de reojo, como era su costumbre, a su Jefe superior inmediato. Éste con cara impasible se limitaba a escuchar al despierto Comisario.
—Como la orden es que usted no figure entre los funcionarios que interrogan al malandrín, nosotros tres estaremos en la oficina vecina de la sala de interrogatorios con la puerta abierta y observaremos los acontecimientos.
Un Interrogatorio de Película.
La sala destinada a los interrogatorios sólo tenía un antiquísimo escritorio de madera de grandes dimensiones; junto a una de las paredes había un individuo de mirada huidiza de mediana edad, sentado en un sillón metálico. El sospechoso, pese a mostrar un rostro cansado, mantenía altanera sabedor que los Detectives debían interrogarlo con “guante de seda”, es decir sin golpearlo ni coaccionarlo con ningún método ajeno a la ley. Había estudiado Derecho en la Universidad, la cual abandonó para dedicarse a la “buena vida” y a la venta de narcóticos. Su vestimenta cara indicaba claramente que obtenía óptimas ganancias con su “negocio”.
Como estaba frente a la ventana transparente, vio como llegaron los tres funcionarios a contemplar cómo lo interrogaban; reconoció con rapidez a Carrados y mostró su extrañeza cuando él no se aproximó, los vio acomodarse en asientos como si estuvieran en la platea de un entretenido espectáculo.
—¿Qué hacías en El Infierno a las 20 horas de anoche? —la bronca voz de un funcionario corpulento sonó fuerte en el recinto, mostraba la impaciencia que sentía al no poder golpear al hampón. Incluso hizo el ademán de levantar la mano, pero Juan Diablo lo miró hacia arriba y una burlona sonrisa jugueteó en sus labios.
—¿Hasta cuándo la misma pregunta? Me estaba divirtiendo con las chicas lindas, bailamos y bebimos.
—¡Infeliz, fuiste el último en hablar en ese local con Francisco Dellorto, después apareció muerto en el pasaje trasero del negocio!
—Saben, muchachos, ya estoy cansado que repitan una y otra vez la misma cantilena. Espero que mi abogado llegue pronto; tendrán que dejarme en libertad, pues no tienen pruebas que indiquen que yo me “pitié” a ese cabro.
—¿Dónde está el cuchillo que le enterraste en el corazón, desgraciado?
—Bueno… ahí va de nuevo mi respuesta… Le clavé un cuchillo en el pecho … ¡Listo, ahora llévenme ante el Juez! He confesado no sé cuántas veces y dale con que “dónde está el arma homicida” y se los repito la dejé botada al lado del cadáver … alguien la tomó …
—¿Qué hay con los restos de la botella grande? ¿Por qué estaba casi al lado del cuerpo?
El detenido se encogió de hombros y puso cara de aburrido.
Los ojos de Carrados brillaban y su Jefe, el Comisario Calderón, notó que miraba el gran escritorio.
—¿Puedo entrar, Jefe? No se preocupe, solamente voy a examinar los restos de una botella quebrada que están sobre el escritorio y esa camisa blanca con sangre que supongo debe ser de la víctima. No haré ni ruido siquiera.
Los funcionarios encargados del interrogatorio lo miraron con curiosidad, pero como lo vieron dirigirse al mueble dejaron de prestarle atención. Carrados inspeccionó los restos de una botella de una bebida gaseosa quebrada e hizo señas a través de la ventana al Comisario y al Detective González; en voz baja dio órdenes a este último, quien le entregó un frasco con pegamento y comenzaron una tarea tan rara que el Jefe Calderónle tocó un brazo al sabueso. Éste le contestó al oído, aparentemente la respuesta le satisfizo; asintió con la cabeza y una leve sonrisa. Fue a tomar asiento detrás de la ventana, mientras sus dos hombres se entretenían pegando los restos de la botella.
El Comisario Jefe tenía una cara de complacencia que aumentó a una sonrisa cuando vio que Juan Diablo casi no “inflaba” a los recios Detectives que lo asediaban; sus ojos estaban clavados en la tarea que hacían Carrados y González.
Finalmente, cuando tenían la botella armada con pegamento, Carrados le hizo una seña a su Jefe y el Comisario de un salto se puso de pie. Con una amplia sonrisa vio el envase de vidrio toscamente armado.
—Mire, Jefe, sólo le falta el gollete y un largo pedazo de vidrio.
El Comisario se volvió hacia los policías que rodeaban desde hacía horas al individuo.
—¡Basta, muchachos, es suficiente! —se volvió al detenido que comenzó a transpirar y ya había abandonado su cara de insolente.
—Caballeros, vuelvan al sitio del suceso y busquen el gollete que falta. ¡Ah … y sobra decirles que cuiden las huellas digitales!

Burladores Burlados.
Al rato regresaron con el cuello faltante del envase de vidrio, cuidando no borrar las huellas de los dedos de quien la haya estado usando. Entre extrañados y burlones, los encargados de interrogar al detenido, se apartaron del escritorio con miradas irónicas.
—¿Qué pasa, Jefe, acaso Carrados ya descubrió el crimen con solo mirar? ¡Uuuuh, este Carrados, siempre tan despierto! Ja ja ja ja já.
—Ya que ustedes son inhábiles en solucionar un homicidio, tengo que recurrir a funcionarios que sí hacen la labor para lo que estudiaron—fue la dura observación del veterano Comisario.
El Inspector Carrados y su ayudante el Detective González, tomaron palco en silencio; se quedaron a un lado del mueble con los brazos cruzados.
El Comisario Gustavo Calderón, actuó como si fuera un mago ilusionista. Ante los ojos de Juan Diablo, más abiertos que lo normal y que respiraba con la boca abierta, pues le faltaba el aire, tomó la camisa blanca ensangrentada de la víctima y la volteó un par de veces ante los intrigados Detectives. Colocó la palma de su mano por detrás de la región precordial y dejó al descubierto el corte por donde clavaron el arma homicida, un presunto cuchillo; la sorpresa de los investigadores fue grande cuando vieron que el tajo presentaba la forma de una media luna.
Acto seguido, con las precauciones del caso, tomó el gollete que casualmente dejó un largo pedazo de vidrio filudo direccionado a la base de la botella. El ayudante González tomó la prenda de vestir y la dejó estirada, entonces el Jefe hizo pasar el pedazo de vidrio que calzó perfectamente con la cortadura semicircular.
—Lleven la camisa del occiso y el cuello de la botella al laboratorio; estoy seguro que las huellas digitales corresponden a este infeliz delincuente —dirigiéndose al criminal que ya había abandonado su insolencia—. Juan Diablo, quedas detenido por el asesinato de Francisco Dellorto …
Le dijo sus derechos y el hampón inclinó su cabeza, confesando que había discutido con la joven víctima porque ésta deseaba drogas y no tenía dinero. El joven se enfureció ante su negativa a entregarle el estupefaciente y trató de golpearlo con una botella vacía que portaba que cayó al suelo donde se quebró; con la fuerza de su ira y desesperación por la falta de la droga, logró botar al narcotraficante y éste tomó el gollete con forma de estilete que le quedó a mano y sin vacilar lo clavó en el pecho de su agresor.
Mirando el suelo Juan Diablo, agregó: “ Cuando me di cuenta que había matado a Francisco, arrojé el gollete a un basurero, donde seguramente lo encontraron los funcionarios”.
Y así, el Comisario Calderón con sus subalternos, el Inspector Carrados y el Detective González, sin intervenir en el interrogatorio aclararon el homicidio y “abrocharon” la confesión de Juan Diablo con sus huellas digitales en la improvisada arma de vidrio.
Por cierto ambos sabuesos, por orden del “Viejo Prefecto”, no recibieron la felicitación que les dieron a los Detectives que interrogaban a Juan Diablo, pero ganaron un mayor aprecio de su Jefe directo, el Comisario Calderón, y la admiración de todos los “ratis” que supieron la historia.
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Ricardo Cesar Garay
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MensajeTema: Re: Inspector Carrados Versus Juan Diablo.   Inspector Carrados Versus Juan Diablo. Icon_minitimeLun Mayo 02, 2011 8:01 pm

ja impecable el Inspector Carrados tan impecable como el texto que leí
Un abrazo Jaime
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Josan
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MensajeTema: Re: Inspector Carrados Versus Juan Diablo.   Inspector Carrados Versus Juan Diablo. Icon_minitimeVie Mayo 06, 2011 2:31 am

Por desgracia para la justicia, es obvio que hay muchos delincuentes como el protagonista de tu relato Juan diablo, que logran eludir con su astucia a la justicia, sin embargo, para bien de la justicia, también hay buenos inspectores como Carrados y el Detective González de tu historia.
Amigo Jaime, como siempre tus historias engancha al lector logrando que viva tú historia como un protagonista más, y esto sí que es saber escribir.
Gracias por deleitarme con tus historias y un abrazo amigo, Josan


Última edición por Josan el Vie Mayo 06, 2011 4:48 pm, editado 1 vez
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MensajeTema: Re: Inspector Carrados Versus Juan Diablo.   Inspector Carrados Versus Juan Diablo. Icon_minitimeVie Mayo 06, 2011 4:02 pm

Como me gusta leer estas historias sobre el inspector Carrados, vas llevando muy bien la narración y por demás demuestras que una labor bien hecha, a conciencia, no busca el reconocimiento,sino sólo la justicia.

Un gusto como siempre jaime leerte, realmente disfruto de estos relatos.

Que las hadas te acompañen


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MensajeTema: Re: Inspector Carrados Versus Juan Diablo.   Inspector Carrados Versus Juan Diablo. Icon_minitime

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