Sentidos

¡Algo viene!
Se levanta sobresaltada de la cama, pero no es nada, solo la pesadilla de cada noche. El sudor que le corre por la frente se enfría y se seca rápidamente en la piel a causa de una repentina brisa que entra por la ventana abierta. La cortina rosada de visillo ondea con él y junto con la luz de la luna genera espantosas sombras en el cuarto.
Se pone en pie y cierra el ventanal, echa una mirada a la calle desierta a través del cristal, nada se mueve, nada se escucha y muy poco se puede ver ¿Y oler? ¿Qué se huele? Un olor rancio y agrio llega a su nariz, camufla el perfume de lavanda del ambientador con perlas que hace tres días colocó sobre el armario.
Ese olor… la envuelve, le pica en la garganta, la paraliza. Algo se acerca y quiere huir, pero es tarde. Un brazo la envuelve y siente una presión en su espalda, algo brusco y seco a la altura de la cintura.
La lluvia salpica los cristales, pequeñas gotas estampadas que se deslizan por su fría superficie ¿Lluvia?
Un líquido, caliente y pastoso le empapa los pies descalzos, su camisón esta mojado y pegajoso en su piel.
Su mirada sigue el camino de las gotas rojizas del cristal hasta se propio cuerpo. Una afilada y brillante punta metálica le sobresale del vientre.
Una bocanada de sangre sube por su garganta y se derrama por sus labios antes de ser recibida por el pétreo suelo entre estertores que la llevan inevitablemente a la perpetua oscuridad en un último y cálido baño en su propia sangre.