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 LA PAGA EXTRA

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Xanino
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Xanino


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MensajeTema: LA PAGA EXTRA   LA PAGA EXTRA Icon_minitimeDom Feb 06, 2011 8:33 am



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EN EL MES DE LOS ENAMORADOS

Dedicado a todos los que se aman
y a los que solo entregan amor.



LA PAGA EXTRA




No podía creer lo que estaba ante sus ojos. Imposible que fuera realidad. Todos sus sueños, aquello que siempre queda en el rincón donde no se mira para así poder evitar el llanto de las frustraciones, ella lo tenía, era suyo. Le pertenecía. Un sueño hecho realidad.
Ana era una mujer dulce, con bastantes más de sesenta ya cumplidos años. Soñadora y realista por obligación, se le había exigido, ¡tantas veces! colocar los pies en el suelo... Sin embargo, no quería poner cerco a su imaginación, la dejaba libre aun en los momentos más tensos o dramáticos para que surcara aires, mares, espacio infinito en ese afán por evitar la tristeza. Pero la vida, como si tuviera envidia de aquella libertad de pensamiento que la ayudaba a ser feliz, aplastaba sus ideales con furia dolorosa. Había sufrido decepciones, desengaños, escasez, enfermedades, muertes y todas las había vencido con más o menos esfuerzo, siempre tuvo la dicha de salir triunfadora aunque sin poder evitar los rasguños y cicatrices perpetuamente grabados en su corazón, signos inequívocos de la batalla.
Al fin, la vida, como inmortal vencedora, la había dejado sola, sin nada. Los hijos esparcidos por el mundo, cada cual con sus luchas personales a las que enfrentarse. El esposo eternamente desaparecido entre los brazos descarnados de esa muerte cruel que acostumbra a llevarse los amores como celosa amante despechada. Solo le quedaba una casa que poco a poco se quedaba vacía. Debía vender si quería sobrevivir, y en el interior de aquella vivienda que, un día ya lejano estuvo llena de risas, cantos, alegrías y tristezas que se consolaban con la comprensión mutua, ahora, un espacio tras otro quedaba hueco; sin luz, sin vida, sin nada...Y Ana, continuaba haciendo lo único que sabía hacer bien, soñar.
Cierto día, cuando como otras veces se vio ante la prosaica necesidad del dinero para continuar su existencia, buscó entre los libros de aquel esposo culto, amante de los estudios y rebuscó, entre lo menguado ya, por si quedaba algo para vender. Escondidos en medio de los volúmenes más antiguos, encontró dos ejemplares encuadernados en piel, en cuyo interior unas hojas finas semejantes a papel biblia, mostraban un texto en latín. No entendía mucho sobre ediciones antiguas pero creyó ver estaban editados a finales del siglo XVIII y pensó si podían tener un valor que la ayudara a mitigar los apuros económicos por lo menos durante un corto tiempo. Luego... seguiría soñando... ya encontraría otra solución.
Aquella tibia mañana, salió dispuesta a solucionar su problema. Paseaba por entre los caminos del parque entretenida su mente en invenciones de historias con árboles centenarios que cobraban vida, cuentos de brujas y duendes escondidos entre los parterres de arbustos y flores, mientras su cuerpo ligeramente delgado, absorbía con avaricia, los rayos de sol. El tono azul de su vestido vaporoso, se movía al compás de sus andares lentos y cadenciosos. Cuando salió del parque hacia la calle donde se encontraba la "Librería de viejo", apresuró el paso, el ruido de los coches y el gentío no le gustaba, distraía su mente de las creaciones hermosas amontonadas en su imaginación con sueños no realizados pero que, sin embargo, la ayudaban a sentirse feliz.
La tienda era bonita. Llena de estantes con libros antiguos, hacia honor a su nombre. Se veía vieja pero con esa pátina añeja e imperecedera, impronta del tiempo sobre una belleza marchita. Le pareció que olía a rosas deshojadas, a pétalos de flor secos guardados en una caja como recuerdo de un amor ya muerto...
Se fijó en un muchacho subido en una pequeña escalera para colocar unos libros en el estante más alto y a la espera de que se acercara al mostrador, sacó sus dos libros del interior de su bolso.

-Quería vender este par de libros. Creo que son bastante antiguos-dijo ligeramente azarada, sentía vergüenza por sacar a la luz frente a otras personas, sus acuciantes necesidades.

El muchacho se acercó, con celo de entendido en la materia, hojeó los libros detenidamente. En silencio, miró a la mujer directamente a los ojos y recapacitó unos instantes. Cuando se volvía para entrar en la trastienda, de ella salió la figura de un hombre mayor, casi anciano. Elegante pero discreto, pulcro, con el pelo que cubría su cabeza ligeramente calva, de un blanco mezclado con hebras rubias. Su cara delgada, todavía con el mentón firme, dejaba ver una expresiva mirada de ojos claros tras los cristales de unas gafas sin montura, por su porte, se adivinaba la altura de su extinta juventud. El muchacho le mostró los libros al tiempo de comentar en voz baja unas palabras inaudibles para Ana. El hombre la miró primero a ella, luego volvió la vista hacia los libros, los observó con cuidado de experto y se dirigió a la mujer.

-Son muy antiguos y puede ser que tengan algún valor. Si no le importa y quiere dejarlos unos días para su estudio, le podremos dar una respuesta.

Ana sintió una serenidad imprevista ante aquel hombre que la examinaba con seriedad. No perdía nada por dejar los libros, el "no" ya lo tenía, por lo tanto, probaría suerte.

-De acuerdo. ¿Cuándo le parece a usted que vuelva?

-Si me deja un teléfono, la llamaré para darle una respuesta.

Se despidieron después de dejarle el número telefónico y el muchacho, a instancias del anciano, escribió una nota en la cual constaba se hacían cargo de aquellos dos libros para su estudio. Firmado y sellado con el timbre de la casa, se lo entregó a Ana que lo guardó en su bolso.
No tuvo ninguna noticia hasta pasada una semana. Sobre las siete de la tarde de un jueves, el teléfono dejó oír el timbre de llamada.

-Buenas tardes, soy Antonio Fernández Cruz, de la Librería de viejo Cruz. ¿Puedo hablar con Ana Cañizares?

-Buenas tardes, señor Fernández Cruz, soy Ana, usted dirá.

-Le llamaba para hablar sobre los ejemplares que nos dejó para su estudio- hizo un corto silencio como si le resultara difícil proseguir la conversación y luego continuó- me gustaría tener una entrevista con usted para charlar sobre este asunto ¿podría ser mañana por la tarde?

Ana no necesitó hacer ninguna composición de lugar, tenía todo el tiempo libre y aceptó.

-De acuerdo ¿a qué hora?

-Pues me gustaría tener una conversación con usted hasta cierto punto privada- aclaró el hombre- si no le parece mal podíamos reunirnos a las cuatro o cuatro y media para tomar un café mientras charlamos- volvió a escucharse el silencio y unos segundo después repitió- si a usted no le parece mal, Ana, nos podíamos reunir en la cafetería situada justo al lado de la librería- y antes de escuchar la respuesta, insistió- ¿le parece bien, Ana?

-Sí, por supuesto. Estaré allí sobre esa hora.

-De acuerdo pues, hasta mañana.

Cuando dejó el auricular sobre el soporte, Ana se quedó indecisa. ¡....un café a las cuatro de la tarde en la cafetería que está justo al lado de la Librería...! ¿y por qué no en la tienda...? Parecía un poco inusual, pero bueno, eso intensificaba el interés. Y con ese optimismo en el que cualquier suceso con un ligero signo de excepcionalidad lo agrandaba hasta la aventura más atrevida, comenzó a imaginar escenas que por una parte la convertían en la mujer más rica del mundo y por otra en la dueña de aquella librería de viejo en donde, tal vez, el dueño le propusiera una participación. Entre sueños y elucubraciones más o menos insensatas, llegó la tarde del viernes. Quiso parecer lo más hermosa posible y peinó su pelo corto en unos mechones favorecedores, maquilló con suavidad su rostro para resaltar aquella mirada tristemente soñadora que lo adornaba y se atavió con vaporosas gasas floreadas en tonos sepias y azules muy apropiados para su cabello todavía rubio. Se miró al espejo y se sintió hermosa. Una sonrisa iluminó su rostro y, con alegría, se dirigió al lugar de la cita.
El hombre la esperaba sentado a una mesa junto al ventanal. Al verlo, pensó en cómo podía haber observado su llegada, su situación estratégica, lo proporcionaba una oportunidad de estudiarla detenidamente y una sensación interna casi olvidada, hizo subir el rubor a su rostro. Ana era tímida delante de los hombres, eso nunca pudo dominarlo, por lo tanto, se obligó a usar de la audacia en aquel encuentro. Con la mayor ligereza arrancada de su cortedad se acercó a la mesa. El dueño de la librería se levantó cortés para recibirla y después del saludo protocolario, ambos se sentaron. Mientras les servían el café, comenzó la conversación un poco forzada. Ana comprobó no solo su timidez sino también la del dueño de la Librería a quien le resultaba costosa la fluidez en las palabras. Al fin se impuso la seguridad y el hombre le comentó la falta de una respuesta segura sobre el valor de sus libros. Según le explicó, se había puesto en contacto con un experto norteamericano con el cual trataba para algunos asuntos de su negocio y estaba pendiente de una llamada con el resultado.
Poco a poco Ana comprendió que el librero la había citado... para nada... Sus palabras podían haber sido pronunciadas por teléfono y entonces fue cuando advirtió el interés de aquel hombre. Aquello era una cita personal disimulada con el pretexto de los libros...Sintió los latidos de su corazón descompasados. ¿Era factible suponer que aquello podía ser un galanteo? Sin saber por qué se sintió feliz, inmensa y atractivamente joven. La mirada atenta de aquel hombre que conservaba un encanto especial, le había restado años a su vida y, Ana coqueteó. Coqueteó atrevidamente, con descaro, feliz de saberse admirada, hasta el punto de dejar apabullado al librero serio y circunspecto. Hacía mucho tiempo que no se sentía tan feliz.
Aquella fue la primera cita a la que siguieron una... y otra... y otra...sin que los libros salieran a relucir. Al fin, la confianza y el amor mutuo se manifestó con fuerza en aquellos dos corazones que ya sólo vivían de sueños. La realidad los había sobrepasado.
Cuando fueron conscientes de sus sentimientos, después de sincerarse, decidieron abandonar la gran ciudad, donde ninguno de los dos se sentía a gusto. De mutuo acuerdo se trasladaron al pueblecito norteño donde Antonio conservaba la casa de sus ancestros. Allí, junto al río, con el mar al fondo, en aquella casa rodeada de un pequeño jardín, construyeron un nuevo hogar. No comprendían como la felicidad auténtica había tardado tantos años en llegar.
Aquel era un día más en su felicidad encontrada. Antonio la esperaba en el piso bajo, sentado junto al mirador. En la mesa camilla un cuenco redondo de porcelana azulada, rebosaba con un ramo de violetas que esparcía algunas hojas marchitas sobre el tapete de la mesa. Ana las recogió y las guardó en el bolsillo de su vestido color crema, le gustaba conservarlas en diminutos saquitos para ocultarlos entre la ropa de los armarios como recuerdos de hermosura abandonada.
Salieron gozosos agarrados de la mano como dos nuevos amantes. La felicidad brillaba en aquellos ojos ya cansados de tanto ver cielo inmenso y tierra dura. Con alegría de madurez serena, se dirigieron hacia el paseo extendido frente al mar, su lugar preferido. Mientras recorrían lentamente el espacio marino, en sus ojos se reflejaba el azul de las olas. Se miraron y sonrieron. Se cumplía un año de la unión de sus vidas después de aquel enredo de la venta de los libros con el cual se conocieron. El librero la engañó, desde el primer momento conoció el nulo valor de los libros y tampoco había experto de ningún país de quien esperar respuesta, pero no podía perderla. Su compañía, su persona, su encuentro, valía más que todo el oro del mundo. Antonio improvisó porque su edad no le permitía la audacia de un muchacho. Con gran cuidado, proyectó una cita que aportara los mayores visos de credibilidad y lo había conseguido.
Ahora, después de un tiempo hermoso de amor reencontrado, retirados ambos del ruidoso ajetreo de la capital, dejaban pasar las horas restantes de sus vidas en una serenidad acompañada de un amor profundo.
Bajaron hasta la playa. Descalzos, caminaron por la orilla mientras contemplaban como el agua mansa se acercaba en pequeñas olas para llevar con dulzura sus huellas hacia las profundidades misteriosas envueltas entre arenas y espumas blancas. El viento acariciaba sus rostros, por enésima vez cruzaron sus miradas y felices besaron al mismo tiempo aquellos labios que ya comenzaban a marchitarse, poseedores, sin embargo, del dulzor de la fruta en sazón, hecha, la más sabrosa, la que deleita los sentidos porque ha madurado a base de tiempo en el árbol de la vida, aguantando los embates de las tormentas, las lluvias, los soles implacables mientras continúan prendidas en la rama a la espera de que, una mano sabia, las arranque para disfrutar de su sabor único. Ese era el galardón de la espera, el amor profundo, el amor sereno, el amor tardío pero seguro. Ana se sintió feliz, se acurrucó entre los brazos de aquel hombre que ya no apretaban con fuerza pero entregaban el calor de la permanente estabilidad, y con esa rapidez mental imaginativa tan propia, analizó toda su existencia. Se le había exigido mucho, pero la vida, al final, le había premiado con una paga extra. MAGDA.

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MensajeTema: Re: LA PAGA EXTRA   LA PAGA EXTRA Icon_minitimeLun Feb 07, 2011 1:14 pm

Un cálido relato especial para ese rinconcito de las almas que están dispuestas a creer que todo pasa y que hay un momento para respirar.
Un abrazo, Magda y felicidades por el relato y la dedicatoria.
Silvina.
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MensajeTema: Re: LA PAGA EXTRA   LA PAGA EXTRA Icon_minitimeLun Feb 07, 2011 1:23 pm

QUE BUEN RELATO,Y PAREZCO LORITO REPITIENDO JA,PERO ES ASÍ, ES CIERTO SIEMPRE HAY QUE CREER QUE TODO PASA, SIEMPRE SE PUEDE SER FELIZZ
UN LINDO CUENTO XANINO,Y FELICIDADES A TODOS LOS ENAMORADOS,Y HABLO DE TODA CLASE DE AMORRRR, FILLIAL ENTRE AMIGOS DE PAREJAS,

_________________
El amistad mejora la felicidad y disminuye la tristeza, porque a través del amistad, se duplican las alegrías y se dividen los problemas.

Mateo
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MensajeTema: Re: LA PAGA EXTRA   LA PAGA EXTRA Icon_minitimeLun Feb 07, 2011 2:03 pm

Muchas gracias Silvina por tus comentarios siempre bien recibidos, Me alegra mucho saber que disfrutas con la lectura de mis escritos. Un beso.
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MensajeTema: Re: LA PAGA EXTRA   LA PAGA EXTRA Icon_minitimeLun Feb 07, 2011 2:05 pm

Mateo, mi querido lector, tus palabras nunca serán para mí una repetición, siempre las leo como si fuera la primera vez y las agradezco en la misma forma. Un beso, amigo mío.
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MensajeTema: Re: LA PAGA EXTRA   LA PAGA EXTRA Icon_minitimeLun Feb 07, 2011 2:23 pm

Un relato sumamente calido y tierno, Magda. Y como siempre que te leo, me deja esa linda satisfaccion que perdura bastante tiempo, despues de disfrutar una de tus tantas magnificas historias de vida. Un abrazo, querida amiga,
Jose
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MensajeTema: Re: LA PAGA EXTRA   LA PAGA EXTRA Icon_minitimeLun Feb 07, 2011 3:10 pm

Gracias amigo Jose. Me satisface oirte decir que después de leerlo, perdura esa linda satisfacción... Muy gratificante que un escritor como tú diga esa frase refiriéndose al texto de otro escritor. ¡Muchísimas gracias! Un abrazo.
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