UN PAÍS CON CIELO

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UN PAÍS CON CIELO



De un tiempo a esta parte me he aficionado a ver cuantas películas se me ocurren. Unas grabadas en cinta de vídeo, otras en CDs, algunas que ponen por televisión y otras, lo confieso, las descargo por Internet, aunque no siempre con éxito. Me gusta la comodidad que proporciona el hogar en un silencio de tarde otoñal, solitario y tranquilo para luego, una vez terminada la sesión, analizar la película tanto si me ha gustado como si no. Añadiré que, más de una vez, me ha sorprendido el resultado pues aunque la película sea eso que se ha dado en llamar vulgarmente "un rollo patatero", son muchas las veces que al pararme a meditar sobre la trama, la fotografía, la música o la interpretación, casi siempre saco algo positivo de ese análisis, algo satisfactorio que permite dar a esas horas entretenidas una puntuación alta.

Precisamente hoy, ha sido una de esas tardes. Demasiado soleada para estar casi a principios de octubre; soledad, sin hijos o nietos parlanchines, sin música estridente o cualquier otra clase de ruido. Soledad total. Buen momento para hacer aquello que a cada uno se le antoje, situación a la cual soy muy proclive y, por lo tanto, como no encontraba nada mejor que hacer, he conectado la televisión y me he parado a ver la película del primer canal surgido en la pantalla. Aquí diré que, en conjunto, la película en cuestión se podía calificar como he dicho anteriormente de "rollo patatero" pero, mientras la contemplaba, observé con atención el paisaje que se mostraba y que, precisamente, ha sido una de las causas, sino la principal, por la cual continué viendo el filme hasta el final.

La trama se desarrollaba en Islandia, un país desconocido para mí pero también de una misteriosa atracción. Supongo que, dada mi longevidad, tengo pocas posibilidades de llegar a visitarlo, aunque eso jamás se puede asegurar porque, además de que cosas más raras se han visto, sé, por propia experiencia, que la vida siempre nos espera con una sorpresa a la vuelta de cualquier esquina, pero sí me gustaría hacer un viajecito hasta allí y contemplar sus llanuras verdes y heladas... Y ahí, al desmenuzar ese deseo, detuve mi pensamiento y repetí la frase: "...contemplar sus llanuras verdes y heladas..." Fue entonces, mientras me deleitaba con aquel hermoso panorama, cuando me percaté de como una extraña sensación de carencia causaba un sentimiento doloroso en mi interior. Era una emoción indefinible, sentía dificultad en respirar, como si hubiera hecho una carrera espectacular y me quedara sin resuello. "...llanuras... verdes y heladas…", -volví a repetí-, y entonces comprendí. Islandia era un país sin árboles (¡¡¡) Y pensé, “¡no puede ser! ¿Cómo se puede vivir sin contemplar un bosque lleno de árboles? Un pinar, un castañar, un robledal, un hayedo...” Y pensé y volví a pensar... ¡habrá árboles en algún sitio! -me dije-, y una vocecita interior muy suave, susurrante, me decía: "...sí... habrá... pero muy pocos..." ¡Qué pena! –volví a decirme- y continué con el análisis al mismo tiempo que recordaba el paisaje. Y la vocecita interior se envalentonó, subió de tono y me dijo: "¿pero tú te has fijado bien en el paisaje? ¿a qué es hermoso?" Sí, lo es, -respondí- pero ¿qué tiene para ser tan hermoso, si carece de arboledas? Y, con sinceridad, me quedé en suspenso porque no sabía identificar el elemento que le confería su hermosura. La extensa panorámica, mostraba un verdor exuberante en los lugares donde no existía el hielo, algunos altozanos o suaves colinas con bellísimas cascadas recreaban la vista y los oídos con el murmullo del agua; rocas horadadas por la erosión de los elementos formaban maravillosas figuras que dejaban boquiabierto a cualquier espectador e, incluso, la extensión glacial adornada con recovecos azulones salidos del mismo frío, enajenaban la mente..., pero había algo más que lo dotaba de una belleza especial y yo no sabía identificarlo. ¿Qué era, entonces, aquel atributo desconocido oculto a mi percepción? Y al observar de nuevo el panorama ofrecido a mi vista, elevé los ojos y comprendí. ¡Un cielo inmenso...! Una manta azul, extensa, arropada por nubes blancas y grises de infinitas formas y colores que parecían jugar a mimos con la tierra, lo cubría todo. De cerca, se elevaba sobre la hierba, en lontananza semejaba abrazarla. Tan grande y tan hermoso, tan profundo, tan bello, tan ...eterno... que entonces fui consciente de que no era la tierra, ni las llanuras, ni la verde hierba, ni las heladas superficies, ni las colinas suaves con cantarinas cascadas las que cortaban mi respiración y enajenaban mi mente con su hermosura, ¡no!, lo que me dejaba sin aliento era aquella inmensidad celestial que todo lo dominaba como reina fuerte y poderosa al mismo tiempo que benévola, acariciando suavemente cuanto envolvía hasta donde se perdía la vista... hasta el infinito... Fue cuando descubrí que Islandia es un país sin árboles pero que no, por eso, necesitaba envidiar a otros con profusas arboledas porque, a Islandia, la resguardaba un magnífico cielo.

Al fin, comprendí como aquella simple reflexión sobre una película con muy pocas posibilidades de éxito, me había proporcionado una nueva visión sobre un país maravilloso, lo malo es que, ahora, se han acentuado los deseos por visitarlo. ¡Tendré que buscar un vuelo de bajo coste! ¡Ah! y compañía adecuada porque, aunque soy una amante de la soledad, no me gusta viajar sola. ¡Vaya por Dios! -

Un excelente cuento,muy bien narrado como siempre te caracteriza,una lectura agradable y amena.Una linda descripción...y cualquier cosa con gusto te acompaño en el viaje.

Ahhh, Xanino! Es una exquisitez leerte, amiga. Escribas lo que escribas, eres una tremenda narradora. Excelente, excelente... Mi saludo y mi admiracion,
Jose

Amigo Mario, lo tendré presente,te cojo la palabra. Si proyecto el viaje te lo comunicaré con antelación. ¡Sería un bonito viaje ¿no?! Un abrazo.

Amigo Jose, ¡muchísimas gracias! Has dado en mi punto sensible al llamarme "tremenda narradora"..., ¡me encanta narrar historias, más escribirlas,¡disfruto! por lo tanto es una verdadera gratificación saber que llegan al corazón de las personas sensibles como tú. Un abrazo, Jose.