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 La Alcaldesa I. Cuento

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luis tejada yepes
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MensajeTema: La Alcaldesa I. Cuento   La Alcaldesa I. Cuento Icon_minitimeMiér Jun 11, 2008 11:34 pm

LA ALCALDESA
Luis Tejada Yepes
1
Los ataques contra los miembros de la nueva agrupación política arreciaban en todo el país, fundamentalmente contra los que habían sido elegidos a cargos de representación.
En un pueblo al noroccidente del país, María había sido elegida, por voto popular, como alcaldesa.
Ante la cantidad de amenazas, no bien se posesionó, y por petición de las directivas del movimiento al cual pertenecía, el gobierno central le asignó un grupo de seis escoltas del organismo de inteligencia del Estado, que tenia a cargo la función, entre otras, de prestar servicios de seguridad a los amenazados. Demasiados para su capacidad de protección, o sea todos los militantes del partido de la alcaldesa.
Fue un experimento democrático tendiente a demostrar, que por las vías de elección popular, podían las guerrillas reivindicar su programa político y dejar las armas atrás, como piezas de museo recordatorias de un pasado superado.
Desde el punto de vista de la teoría, era una correcta política, pero no se tuvo en cuenta el grado de reacción de los que se oponían a muerte, a cualquier posibilidad de darle un espacio a los grupos insurgentes.
Varios de sus militantes, o más bien los aliados civiles que creyeron en la posibilidad de continuar la lucha por medios desarmados democráticos, se hicieron elegir en cargos de poder local y nacional.
“La confusión entre combatientes militares y líderes políticos llevaron a la masacre. En Colombia la intolerancia es el principal problema a resolver en un proceso de reconciliación. El avance de la guerrilla sumada a una pérdida paulatina del apoyo popular, estimularon el funcionamiento de la más siniestra maquinaria de exterminio, la más efectiva y sanguinaria de que se tenga noticia en la historia del país: los paramilitares”.
Anotaba uno de los comunicados, de la agrupación política a la cual pertenecía la alcaldesa, impreso en hojas volantes y repartido entre la población (Cuando querían informar de los acontecimientos que los afectaban utilizaban este método directo pero muy local y poco eficiente, ya que los grandes medios de comunicación poco informaban al respecto y sólo se limitaban a publicar notas sobre los crímenes como si fueran asuntos policíacos).
En la primera salida a la palestra electoral lograron elegir varios alcaldes, en zonas importantes demográficamente, además de reservas económicas naturales y estratégicas, no sólo nacionales sino mundiales.
“Se cierne un gran peligro sobre los principios que sostienen la civilización occidental, Dios patria y hogar. El avance de las fuerzas del comunismo internacional, (representadas por los que fueron elegidos a las alcaldías y por los que los eligieron o ayudaron a elegirlos) han puesto en entredicho su supervivencia y por lo tanto cualquier medida, por dura que nos pareciere, tendiente a extirpar eficientemente esas fuerzas del mal será bienvenida y aprobada por la iglesia”.
Decía un cura en el sermón dominguero de alguna de las parroquias de la capital del departamento. Palabras que expresaban muy bien la reacción de algunos sectores, ante la posibilidad de participación, en el rol de la democracia, de los grupos armados.
Cuando la alcaldesa visitaba a sus parientes en Medellín o venía a rendir cuentas al gobierno local. era esperada en el aeropuerto por los custodios asignados para transportarla, acompañarla y garantizar que llegara indemne a su destino. Este podía ser, la puerta de su hogar, o la sede de gobierno. Lugares de obligada visita, en donde se suponía estaba segura, de acuerdo al esquema de seguridad trazado para ella, hasta ahí llegaba la misión y la responsabilidad de los agentes guardaespaldas.
-Queda en su casa doctora. Recuerde que no puede salir sin avisarnos, tranque bien la puerta y ¡cuidado!…ya sabe como están de calientes las cosas. Yo hago lo que puedo, claro si el paciente me colabora. Bien, nos vemos mañana como quedamos.
Le dijo a la alcaldesa el jefe de la escolta no bien arribaron a la casa de habitación de la funcionaria. A ella se le antojó que su voz tenia un dejo, como si supiera que su misión era más por cumplir que por ser realmente efectiva. Ella lo miró a los ojos fijamente, pero este desvió la mirada como temiendo se notara, que ella no era santo de su devoción, a pesar de lo hermosa.
Nunca la tuvo en cuenta como mujer a conquistar. El odio ideológico, inculcado en la institución donde se formó, primaba sobre los sentimientos. La consideraba una idiota útil del comunismo. Por los avatares de la política le había tocada garantizarle la vida. Esto último era lo único importante de acuerdo a la responsabilidad profesional.
A pesar de que muchos de sus compañeros policías habían muerto y seguían muriendo en el presente a manos de los copartidarios de la escoltada, según ellos, cumplía con su deber de la manera más eficiente posible. La relación no pasaba de lo exclusivamente profesional a pesar de su soltería y lo deseable de la mujer. Hacían parte de diferentes bandos en una guerra no declarada, pero erigida como una barrera infranqueable entre sus vidas.
Dio la orden de retirada al grupo de escoltas. Se encaminaron de inmediato a abordar el vehículo todo terreno parqueado frente a la humilde vivienda situada en un sector en camino a convertirse en zona comercial por su cercanía al centro de la ciudad.
-Los espero a la seis y media en punto, el avión está saliendo a las ocho, no quiero perderlo, ¡oyeron!. -
Les gritó la alcaldesa.
-Hecho-
Contestó el jefe del grupo, pero sin voltearse a mirarla ni detenerse.
-No me fallen-
Les gritó nuevamente la alcaldesa, pero estos no la oyeron pues ya habían cerrado las puertas del vehículo blindado. Partieron raudos, como queriendo deshacerse de una obligación, a la cual en el fondo consideraban inútil, de acuerdo a la experiencia práctica de otras comisiones. Además de que los ponía, sin tener velas en el entierro, a correr el mismo peligro del escoltado y quedar en el campo de tiro o en el área de influencia de una explosión.
La alcaldesa no salía a la calle por recomendación de los expertos en seguridad. La misión en la capital ese día, era visitar y tranquilizar a su mamá, la cual se hallaba con la cordura perdida desde las elecciones en las cuales fue elegida como primera autoridad del pueblo de donde eran oriundas.
Aprovechaba el tiempo con ella al máximo, conversaba y realizaba tareas domésticas sin importancia. El todo era disfrutar intensamente de la mutua compañía en estos días difíciles. Momentos que podían ser los últimos. No sabían si habría un mañana para ellas.
Entrada la noche se acostaron en la misma cama. Se arrullaron mutuamente con los recuerdos de un pasado más feliz. Hicieron mención del padre ya muerto y del hermano líder estudiantil en la Universidad, que también corría peligro en estas épocas de barbarie. Todos los izquierdistas estaban en la misma línea de fuego en el país. En fin, conversaban hasta quedarse dormidas soñando con un mañana mejor.

2

A la alcaldesa la despertaron hacia las cinco de la mañana los ruidos en la cocina. La casa era pequeña y todas las instancias estaban casi encima unas de otras. Como es costumbre en estas tierras, a esas horas, la vieja asaba las arepas, alimento infaltable en el desayuno de los habitantes de la región.
Desde la elección de la hija como alcaldesa, un mal presentimiento se le anidó en el alma, relacionado con un peligro de muerte inminente, pero ella le repetía para tranquilizarla una y otra vez:
-No se preocupe, mamá, me estoy cuidando, tengo suficientes escoltas, el esquema de seguridad está muy bien pensado y lo más importante, el pueblo elector es mi mejor defensa-.
Le decía tratando de tranquilizarla. En el fondo también pensaba en lo tensa de la situación y en el peligro que representaba el ser miembro de la organización y más aún con poder político. Si decidían eliminarla poco se podría hacer. Y el pueblo que la eligió poco podría hacer si los asesinos decidían eliminarla, máxime a tantos kilómetros de distancia de su sede de gobierno, en una ciudad en donde era una perfecta desconocida. Los habitantes de la capital , paralizados por el miedo, hacía tiempos habían dejado de preocuparse por los demás y de seguro no moverían un dedo por salvarla de algún peligro.
-Mamá, le prometo, voy a vivir muchos años. Míreme y no llore, que me pone en las mismas. Yo me estoy cuidando, no me voy a dejar matar así de fácil como otros compañeros, esté de eso segura, vamos a ver si se calma de una vez y me deja trabajar en paz.
Oiga mis planes, cuando termine mi período voy a llevar una vida lejos de todo esto, alejada de la política, ya me tiene bien aburrida. Seguro mamá, créame yo se lo prometo por mi papá que Dios lo tenga en los cielos.
- Hay hija, Dios te oiga y te proteja de todo mal y peligro, tengo tanto miedo, ya ni duermo. Ojalá tu papá estuviera vivo y ese muchacho hermano tuyo podía apoyarnos, seguro ya se olvidó de nosotras por andar en las mismas. Ya no se ni que pensar, ni cual camino coger. Te digo tanto como esto, si por mi fuera me largaba y no volvían a verme -.
La alcaldesa le acarició la cabeza, decidió no responderle, todo lo dicho lo único que hacía era la de aumentar la angustia de la pobre mujer. Y como no estar angustiada si todos los días los noticieros reportaban la muerte de alguno de los compañeros de partido político de la hija. Sencillamente haber aceptado ser alcaldesa era un acto de valentía o una gran estupidez en el país de la intolerancia.
A las seis y cuarto en punto de la mañana sonó el timbre de la puerta. El agudo sonido como de chicharra las hizo sobresaltar, siempre ocurría esto por la sorpresa causada por estridente ruido intempestivo, o tal vez por el estado de nervios en que se mantenían.
-Se adelantaron, ¡vaya pues!, quien los aguantará tan cumplidos, si yo les dije muy clarito, cierto mamá, a las seis y media y no son sino las seis y cuarto-.
-Déjese hija yo abro, nunca se sabe, cómase rápido el desayunito, de pronto no le den tiempo de hacerlo, seguro que se la llevan de inmediato-.
Le anotó la madre. Dejando los quehaceres en la cocina, con pasos rápidos se le adelantó a la hija en la tarea de abrir la puerta. Esta la siguió casi pegada a sus espaldas. Al abrir la puerta se encontraron a boca de jarro con un grupo de desconocidos. Un negro alto tratando de disimular debajo de un saco largo un changón Winchester de repetición calibre 12, les dijo sin saludar:
-Somos del departamento de escoltas de la policía nacional, estamos relevando al personal anterior y venimos a escoltarla, por favor acompáñenos, ¿quiere?, el carro en donde la llevaremos es ese al frente suyo.


Última edición por luis tejada yepes el Jue Jun 12, 2008 12:36 am, editado 1 vez
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MensajeTema: Re: La Alcaldesa I. Cuento   La Alcaldesa I. Cuento Icon_minitimeJue Jun 12, 2008 12:31 am

Obviamente voy por la segunda parte, necesito saber como sigue la historia.
Más allá del enfoque politico-literario que le das a tus textos, tomando la narración, como un hecho particular de un personaje determinado (alcaldeza, en este caso), me atrapó y quiero saber que sucederá, aunque quizás por la tematica que abordas es muy predecible.
Que las Hadas te acompañen.
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MensajeTema: Re: La Alcaldesa I. Cuento   La Alcaldesa I. Cuento Icon_minitimeDom Jun 15, 2008 9:36 pm

Voy por la segunda parte, despues opino.
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MensajeTema: Re: La Alcaldesa I. Cuento   La Alcaldesa I. Cuento Icon_minitime

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