Y así como un vuelo los años se
le fueron pasando…
Siempre buscó excusas, los padres
enfermos, los cuidados, la costura, la casa, obligaciones sumadas a otras que
evitaban el hallarse frente a un hombre. No era fea pero sus ojos carecían de
ese brillo que sólo enciende el amor.
Los años de corte y confección,
manos maestras de creativa sin límites, desperdiciados en costura para las tías,
las vecinas y algún que otro vestido de novia realizado con maestría. La
ceremonia de la máquina de coser, el mate a punto y la televisión a lo lejos,
murmullos de voces a los que no era necesario responder. El muchachito del
almacén y sus intentos por hablarle y conocerla. Vanos porque buscaba cualquier
pretexto para no salir.
- Juanita…el sábado dan una buena película acá nomás el Roca ¿por qué no me acompaña? –
- Le agradezco pero se casa Graciela y le hice el
vestido, tengo que ir por los detalles ¿vio? –
Y le explicaba bañada en sudor
que a la tarde no, los últimos detalles, los más importantes, volvía a su casa
llorando de rabia y cobardía, pero definitivamente no podía vencer el temor… a
que un hombre tomara su mano desgastada por los quehaceres domésticos. Soñaba
con lo mismo que evitaba: el contacto que la sacara del tedio de esa vida gris.
Así pasaron los años entre sueños
no realizados, temores absurdos sin poder contra ellos, volviendo a la
silenciosa casona, cuidando de vez en cuando algún niño ajeno, baldeadas de
vereda los domingos y la eterna soledad en su cama y en su corazón.
Lili Frezza